Para muchos asuntos de esta vida requerimos el concurso de varias personas. Por no ir más lejos, ahí tenemos al consejo de administración. Suelen ser ... sesudos señores que, después de darle vueltas a una o varias propuestas, deciden entre todos qué se debería hacer para la buena marcha de una empresa. Incluso para casarse hace falta el consentimiento de dos, aunque ya el oficiante se encarga de solicitar la opinión de otros mediante las amonestaciones.
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Y, sin embargo, para declarar una guerra, que siempre es algo tremendo, basta con que quien manda en el país se levante una mañana de mala leche, para montar un cirio el que mueren millones de personas.
–Bueno, verá usted: suele hacerse de forma colegiada.
Sí. ¿Pero quiénes son los colegiados o colegiales? Un grupo de encimarios que siguen los dictados del dictador. Hombres de paja, como se suele decir. Dicen que, en los Estados Unidos, se requieren dos llaves para iniciar un ataque nuclear. Yo eso lo veo demasiado poco. No se puede dejar la decisión en manos de alguien y su cuñado.
No paro de pensar estos días en la conveniencia de reunir un número mayor de cabezas bien asentadas, justas y caritativas para emprender una guerra. Si todavía nos pareciese insuficiente una corporación compuesta por cincuenta hombres sensatos (jamás doce hombres sin piedad), elegidos en comicios por el pueblo, lo que podría hacerse es convocar elecciones generales. Y decidir si se declara o no una guerra por mayoría. Pero no simple, ni siquiera absoluta (que solo requiere la mitad más uno), sino otra más cualificada, que podría ser del noventa por ciento.
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Sería una mecánica que no estoy en condiciones de establecer ahora, sino que debería ser estudiada por gente más docta que yo. Una cosa sí que tengo clara: deberían votar hasta los nenes de teta. Y los viejos, los enfermos y todos aquellos que, si hay contienda, pagarán el pato, como sucede en todas las guerras, que siempre se la carga el que menos culpa tiene. A lo mejor esto que digo es utopía. Incluso necedad, pensarán algunos.
Entonces, ¿qué? ¿Es mejor como lo ha hecho el inefable camarada Putin?
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