El horror

Israel no puede confundir Hamás con el pueblo palestino. Hamás es una minúscula parte del pueblo palestino

Es difícil encontrar palabras para describir los sentimientos y sensaciones que produce contemplar el horror de lo que está ocurriendo en Gaza. Primero, perplejidad: ¿cómo ... es posible que en pleno siglo XXI se encierre en una estrecha franja de terreno a más de dos millones de personas, se les impida salir, se les corte el suministro de agua, electricidad, alimentos y medicinas, y se les bombardee indiscriminadamente? Segundo, asombro: ¿hasta dónde puede llegar la deshumanización, la crueldad del ser humano, las ansias de venganza? Tercero, empatía con las víctimas, con todas las víctimas, de uno y otro bando. Cuarto, indignación ante las muertes y mutilaciones de seres humanos, de lo que nos informan las televisiones y los periódicos. Y, quinto, impotencia. Sí, también impotencia, porque ¿qué podemos hacer?

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Cuentan que un día León Tolstoi recorrió un barrio pobre de Moscú. El ilustre novelista quedó espantado y conmocionado al contemplar tanta indigencia, tanta miseria. Y se hizo a sí mismo la misma pregunta que acabamos de hacernos nosotros: ¿qué podemos hacer? Paul Preston, en su libro 'El Holocausto español', describe el horror causado por los crímenes y barbaridades perpetradas por uno y otro bando durante la Guerra Civil española. Quizás la reflexión sobre lo que se temía que pudiera ocurrir llevaría a Manuel Azaña a decir que lo que España necesitaba era «paz, piedad, perdón».

En la guerra entre Israel y Hamás, sin duda, habría que aplicar la aspiración de Azaña. Se necesita la paz, pero para ello resulta imprescindible que se consiga la piedad y el perdón. De unos a otros, y de todos entre sí. Ahora bien, mientras se alcanza, o no, este elevado desiderátum, convendría dejar claras unas cuantas ideas, al menos para que, los que no estamos directamente implicados en el conflicto, sepamos a qué atenernos; y, a partir de ahí, empecemos a saber lo que podemos hacer:

1. El pasado 7 de octubre, Hamás llevó a cabo una operación terrorista. Asesinó cruelmente a más de mil israelíes inocentes y secuestró a otras doscientas personas. Se trató de un acto terrorista absolutamente intolerable. Este comportamiento de Hamás merece el reproche y la condena explícita, y sin ambigüedades, de todos los países, de toda la comunidad internacional, de toda persona de bien que rechace el horror ante los crímenes cometidos por este terrorismo palestino.

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2. Israel tiene pleno derecho a defenderse. Y a intentar eliminar de raíz a Hamás. Esto también lo han dejado claro casi todos los dirigentes de las democracias occidentales. Durante los veinte siglos de la diáspora, el pueblo judío ha sufrido persecuciones, exilios y exterminios masivos. El momento histórico culminante de este sufrimiento fue el holocausto causado por el régimen nazi. Ante tanto dolor e injusticia, en 1948 la comunidad internacional les reconoció a los judíos el derecho a instalarse en Palestina, en la tierra de sus ancestros, para fundar allí un Estado. El problema era, sin embargo, que en esa tierra estaban ya desde siglos antes los palestinos. Dos pueblos, el judío y el palestino, tenían que aprender a convivir en el mismo territorio. Y esa convivencia no siempre ha sido pacífica. A los palestinos les han apoyado los países árabes; a los judíos, el mundo occidental. Y todavía es así. Así que todas las democracias de Occidente reconocen abiertamente el derecho de Israel a defenderse y a permanecer en el territorio de la antigua Palestina.

3. Ahora bien, este derecho de Israel a defenderse tiene dos límites: el primero es que cualquier reacción ante hechos como los ocurridos el 7 de octubre ha de ser proporcional y debe respetar las normas y principios del Derecho Internacional humanitario. Los medios empleados para defenderse no se pueden utilizar indiscriminadamente. Para acabar con Hamás no se puede incurrir en crímenes de guerra, ni en un genocidio. Una cosa es combatir a Hamás y otra matar a civiles, a inocentes, a niños, a mujeres, a hombres que solo pretenden sobrevivir y salvar a sus familias.

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Si Israel no respetase este primer límite, que no se llame a engaño: ya se lo ha dicho Josep Borrell; y Antonio Guterres, secretario general de la ONU: lamentar la tragedia del 7 de octubre no nos va a impedir lamentar la tragedia que día a día sufren los habitantes de Gaza. De seguir así, el pueblo judío puede perder la legitimación histórica ganada con tanto sufrimiento durante muchos siglos.

4. Y el segundo límite es que Israel no puede confundir Hamás con el pueblo palestino. Hamás es una minúscula parte del pueblo palestino. Pero no es el pueblo palestino. Es solo un grupo terrorista, con respecto al cual Israel tiene todo el derecho de defenderse e intentar eliminarlo. Pero sin confundirlo con la totalidad del pueblo palestino. Israel tendría que evitar a toda costa que los ataques indiscriminados a la población civil de Gaza pudieran determinar que muchos jóvenes palestinos, desesperados, decidieran ellos también hacerse terroristas de Hamás. Pero ¡Dios mío! ¿Acaso es eso lo que realmente se busca para justificar el exterminio total?

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