Así me parece

La flotilla

No es cierto que estas manifestaciones de las sociedades occidentales en contra de la conducta del Gobierno de Netanyahu no sirvan para nada

Cuentan de León Tolstoi que un día decidió visitar un barrio muy pobre de Moscú. El autor de 'Guerra y Paz' quedó profundamente impresionado al ... contemplar la pobreza, la miseria, el dolor y el sufrimiento de tanta gente. El escritor cayó en una profunda crisis espiritual. Y se preguntaba, una y otra vez: «¿qué podemos hacer?».

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Ante el hambre, el dolor, la guerra y la muerte que Netanyahu y su Gobierno están causando al pueblo palestino, muchos seres humanos de todo el mundo, con sentido de la honradez y la decencia, se hacen la misma pregunta que Tolstoi: ¿qué podemos hacer?

Muchos gobiernos de países occidentales seguramente estarán tan horrorizados como cualquier otra persona al constatar en televisión cómo Netanyahu y su ejército están intentando exterminar a todo un pueblo. Sin embargo, hasta hace poco, no habían reaccionado. Parece como si hubiese un entramado de intereses internacionales que obligase a algunos a aceptar las mentiras y falacias con que Netanyahu pretende justificar sus horrendos crímenes.

Han sido las sociedades occidentales las que primero han reaccionado, y, con su impulso, han obligado a reaccionar a sus Gobiernos. Una de estas reacciones ha consistido en organizar una flotilla de pequeñas embarcaciones privadas, con el propósito directo de llevar alimentos y medicinas a Palestina, pero con la intención indirecta de seguir llamando la atención del mundo civilizado sobre los crímenes que se están cometiendo en Gaza. Italia ha enviado dos buques de guerra para proteger a esa flotilla. Y desde Cartagena ha partido la fragata 'Furor', también con el mismo propósito. Obviamente, ni Italia ni España están dispuestas a llegar a un enfrentamiento bélico con Israel. Por eso, desde el principio, tanto en Italia como en España se anunció que la protección y asistencia de los buques de guerra sólo sería en aguas internacionales; incluso, aunque se tratase de aguas internacionales, fuera de la llamada 'zona de exclusión' que Israel ha señalado de forma unilateral y absolutamente arbitraria. Y, efectivamente, al final ha ocurrido lo que nos temíamos: sin que pudieran intervenir las naves italianas y española, buques israelitas han interceptado a la pequeña flotilla, han abordado las embarcaciones y han apresado a sus tripulantes, procedentes de muy diferentes nacionalidades. ¿Se trata de un acto de piratería? Posiblemente. Pero da igual. Al final, todo ha ocurrido según lo previsto. ¿Acaso alguien esperaba que Israel fuese a permitir que las pequeñas embarcaciones tocasen la costa de Gaza y entregasen los alimentos y medicinas que llevaban? ¿Acaso alguien esperaba que Israel fuese a respetar las normas del Derecho marítimo o los principios morales de nuestra cultura occidental, después de haber matado a más de sesenta y cinco mil palestinos, incluyendo a muchos miles de niños?

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¿Para qué ha servido, pues, organizar esa flotilla y cruzar el Mediterráneo de oeste a este? Algunos consideran que no ha servido para nada. Y otros llegan más lejos, y se atreven a decir que acciones de este tipo solo sirven para apoyar el terrorismo de Hamás. A mi modo de ver, sin embargo, estas opiniones carecen de fundamento. No es cierto que estas manifestaciones de las sociedades occidentales en contra de la conducta del Gobierno de Netanyahu no sirvan para nada. En España hubo mucha gente que protestó el que un equipo de ciclistas, patrocinado por capital judío, interviniera en la Vuelta a España. Y ya ha ocurrido que los organizadores de la vuelta ciclista a la región italiana de Emilia han prohibido que participen en la misma los equipos israelitas. Se pretende que se prohíba a los israelitas participar en competiciones deportivas o en el festival de Eurovisión. Y no se trata, ni mucho menos, de antisemitismo. El pueblo israelita merece todo nuestro respeto. Pero debe tomar conciencia de que los crímenes que su Gobierno está cometiendo en Palestina deslegitiman al Estado de Israel ante la comunidad internacional, como en otra época se deslegitimó a la Unión Sudafricana por su política de segregación racial. Los ciudadanos de Israel que, repito, merecen todo nuestro respeto, deben ser conscientes de que los crímenes de Netanyahu y su Gobierno no caen en saco roto, sino que tendrán consecuencias, y que les afectan, les atañen y les perjudican en el ámbito de la consideración y respeto internacionales, que ahora mismo los tienen ya bajo mínimos. De este modo, con unas sociedades occidentales muy sensibilizadas, quizás haya llegado el momento de lograr una solución definitiva al problema de Israel con sus vecinos.

Lo de la flotilla, pues, ha sido un gesto simbólico, pero de un simbolismo muy potente. Todos y cada uno de los tripulantes y viajeros de esas pequeñas embarcaciones nos están representando a los cientos de millones de personas honradas del mundo, a las que se nos remueven las entrañas más profundas del alma al contemplar el horror que se está causando en Gaza. Por mucho que se intente, nadie podrá explicar ni justificar la muerte de miles de niños palestinos. Porque, como decía otro escritor ruso, Fedor Dostoyevski, «toda la ciencia del mundo no vale lo que las lágrimas de los niños».

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