España no se rompe, por ahora
Así me parece ·
Los separatistas vascos y catalanes aceptaron las autonomías, pero como una etapa necesaria para alcanzar la independenciaDecía José María Gil Robles que la unidad de España es un legado de muchas generaciones del pasado que los españoles actuales no tenemos derecho ... a dilapidar. Ha costado, en efecto, mucho trabajo construir España. Y, a lo largo de la Historia, hemos vivido momentos difíciles, en los que la unidad ha peligrado. Pero la unidad de España resistió.
Ahora, con el pacto del PSC y ERC para la financiación especial para Cataluña, ha vuelto a surgir el temor de que España se rompa. Se dice que ceder a la Generalidad la gestión de la totalidad de los tributos estatales, a cambio de promesas de solidaridad que muchos estamos seguros de que no se van a cumplir, equivale a pactar un régimen de cupo encubierto para Cataluña; y, además, de un modo bilateral y sin contar con las otras comunidades autónomas. Ya de por sí el régimen de cupo del País Vasco y Navarra parece un privilegio insufrible, que atenta al principio de solidaridad entre las regiones. Pero, al menos, los regímenes de cupo vasco y navarro están amparados por la Constitución. Sin embargo, un régimen de cupo encubierto para la Generalidad de Cataluña no tiene cobertura constitucional, y es esencialmente injusto y perjudicial para el resto de España. Cataluña, o Madrid, o Baleares, pagan más impuestos al Estado sencillamente porque en sus territorios viven las personas con mayor renta, y se domicilian las entidades empresariales de más envergadura. Decir, como dicen los separatistas catalanes, que, como pago más, me quedo con lo que se recauda, y, eso sí, prometo ser bueno y solidario con las regiones más pobres; esto, además de ser una desfachatez, equivale a romper los vínculos de solidaridad territorial de las regiones españolas.
Ahora bien, ¿todo esto supone que España se vaya a romper de inmediato? La verdad es que los españoles llevamos muchos años tratando de acabar con este país. Y, poco a poco, avanzamos hacia la ruptura definitiva; que no quiere decir que se vaya a producir ahora, pero que, de seguir en este camino, y si nadie lo remedia, seguro que la ruptura se conseguirá al final. Aunque algunos se escandalicen, tengo que repetir lo que vengo diciendo desde hace muchos años: España empezó a romperse por el artículo segundo y el Título VIII de la Constitución. Muchos españoles de buena fe pensaron en 1978 que, con el establecimiento de las autonomías, se iban a refrenar definitivamente las ansias separatistas de vascos y catalanes. Pero todos esos españoles de buena fe se equivocaron. Los separatistas vascos y catalanes aceptaron las autonomías, pero no como un fin en sí mismas, sino como una etapa necesaria para alcanzar la independencia de sus territorios, y, mientras tanto, ir avanzando en la construcción de estructuras institucionales propias de un Estado, que las iban a necesitar cuando se autoproclamaran repúblicas independientes. De este modo, poco a poco, cesión a cesión, España avanzó hacia la ruptura de su unidad. Arzalluz y Pujol se dedicaron al pragmatismo, lo que ellos llamaban «hacer país», imponiendo su lengua, y configurando instituciones inconcebibles incluso en un Estado federal. España empezó a romperse entonces; y continuó cuando Aznar cedió parte de la recaudación de los impuestos del Estado a Cataluña, con el fin de ser investido presidente del Gobierno en 1996. España continuó en el proceso de destrucción de su unidad cuando Zapatero prometió que el Estatuto de autonomía que aprobasen los separatistas sería aprobado por las Cortes. Y se avanzó en la ruptura con la Sentencia del Tribunal Constitucional que desmochó el nuevo Estatuto catalán. España ha avanzado hacia su ruptura cuando los Gobiernos centrales han estado permitiendo durante años que los niños y los jóvenes de Cataluña y del País Vasco fuesen educados en el odio a España; o cuando se permitió que la Generalidad tuviese su propio servicio exterior, con embajadas propias, más o menos disimuladas; o cuando, por la torpeza de Mariano Rajoy, no se supo ver la trascendencia del activismo separatista catalán; o cuando se aplicó tarde y mal el artículo 155 de la Constitución. Y ahora, con Pedro Sánchez, avanzamos hacia la ruptura con los indultos, con la reforma del Código Penal, con la Ley de Amnistía, y con la financiación especial.
¿Hay solución? Claro que sí. Todavía la hay: acuerdo de los dos grandes partidos para la reforma de la Constitución y la reforma del sistema electoral. Pero esto es como predicar en el desierto, porque me temo que ni el Gobierno socialista ni la oposición del PP tienen el suficiente talento político como para adoptar decisiones de trascendencia histórica. Con el día a día, con el electoralismo, con la crispación, con la falta de diálogo, con los insultos y las descalificaciones, estamos abocados irremisiblemente a la ruptura de la unidad de España. Parece como si ni el Gobierno ni la oposición se hubieran dado cuenta de que la ruptura de la unidad de España significará también irremisiblemente la ruptura del pacto constitucional, y, por tanto, la ruptura de la convivencia en paz y en libertad.
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