En un partido de tenis, los jugadores procuran no incurrir en lo que llaman errores no forzados, es decir, no provocados por el adversario. En ... política, ocurre como en el tenis: se cometen algunos errores no forzados. Quizás por exceso de confianza; o por falta de talento; o por no calcular acertadamente las consecuencias de sus decisiones. Y estos errores, a veces son tan graves que pueden costar unas elecciones.
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En la ciudad de Murcia, por ejemplo, nadie obligaba al alcalde socialista, señor Serrano, a abordar un plan de movilidad pocos meses antes de unas elecciones municipales. El PP, desde la oposición, no le conminaba a ejecutarlo. Ni las asociaciones de vecinos, ni nadie en absoluto. Serrano y su equipo se han metido ellos solos en este berenjenal. Cuando se anunció el plan, muchos ciudadanos se indignaron. En el barrio del Carmen el enfado ha sido mayúsculo. Se han movilizado los vecinos en contra del plan. Pero esto ocurrió hace meses. Una persona con cierta perspicacia política, ante el enfado de los ciudadanos, debería haber comprendido que era un disparate afrontar la ejecución de este plan en plena precampaña electoral; y debería haber dado marcha atrás, y dejar para más adelante el debate sobre la necesidad o la conveniencia de esta iniciativa. Pero Serrano y su equipo, por el contrario, se han empecinado en seguir adelante con su plan. Y así vamos a entrar en campaña electoral con muchas calles de Murcia en obras; con los vecinos del casco enfadados por las dificultades para salir de su casa en coche; y con los vecinos de las pedanías también enfadados por las dificultades de llegar con su coche hasta el centro de la ciudad. En fin, un desastre. Si antes de la ejecución de las obras el PSOE lo tenía difícil en Murcia, ahora lo tiene peor. Y lo malo para los socialistas es que en la capital vive un tercio del censo electoral de la Región. El error no forzado de Serrano puede perjudicar también a Vélez en las elecciones autonómicas.
Otro error no forzado, y muy grave, es el que ha cometido Moreno Bonilla con el asunto de Doñana. Para ganar un puñado de votos en la comarca del Condado de Huelva, ¿merecía la pena intentar legalizar centenares de regadíos ilegales? Se trata de poco más de mil explotaciones agrícolas. ¿Cuántas familias se verían beneficiadas con esa legalización? ¿Cuántos votos supondrían?
Otro error no forzado, y muy grave, es el que ha cometido Moreno Bonilla con el asunto de Doñana
Moreno Bonilla se ha equivocado en la forma y en el fondo. El PP ganó las autonómicas andaluzas con mayoría absoluta. El Gobierno de Juan Manuel Moreno podía haber enviado al Parlamento andaluz un proyecto de ley para legalizar esos regadíos ilegales. Pero no lo ha hecho. Quizás para evitar informes previos a la presentación del proyecto que fuesen desfavorables; quizás imaginando las consecuencias de esta iniciativa; lo cierto es que Moreno Bonilla ha preferido tirar la piedra y esconder la mano. En el Parlamento se ha presentado una proposición de ley, que no procede del Gobierno, sino que está firmada por dos grupos parlamentarios, el del PP y el de Vox. Pero la argucia no ha engañado a nadie. Todos culpan a Moreno, y todos le piden a él que retire la proposición de ley.
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Y, en cuanto al fondo del asunto, los científicos, encabezados por el biólogo Miguel Delibes, han puesto el grito en el cielo. La legalización de los regadíos ilegales en el entorno de Doñana sería un golpe mortal a la supervivencia del parque. La Unesco ha considerado que se trata de un paraje Patrimonio de la Humanidad, y ha pedido que se retire esta iniciativa parlamentaria. Y la Comisión Europea ha sido especialmente dura. Ha advertido de que esta iniciativa infringe la legislación comunitaria, e incumple la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que condena al Reino de España a que adopte medidas para salvar Doñana; y la Comisión también ha advertido de que pueden recaer importantes sanciones a España, además de la pérdida de subvenciones.
¿Hay alguna justificación para este gravísimo error? En mi opinión, no la hay. Se dice que no se va a permitir el riego con aguas subterráneas, sino con aguas procedentes de los ríos Tinto y Odiel. Pero resulta que el acueducto no está construido. Entonces el PP, como siempre, le echa la culpa al Gobierno de Pedro Sánchez por no haber construido el acueducto. Pero el más elemental sentido común nos hace preguntarnos: ¿no sería más lógico esperar a disponer efectivamente de esas aguas superficiales antes de legalizar regadíos ilegales?
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Me temo que el error de Moreno Bonilla sea tan grave, de tanta resonancia y de tanta trascendencia, que no le va a quedar más remedio que retirar, lisa y llanamente, la proposición de ley. Más aún: si cuando se publique este artículo no lo ha hecho todavía, desde Génova 13 deberían intentar persuadir a Moreno para que la retirase. Porque su error no forzado está perjudicando gravemente a toda la campaña electoral del PP.
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