Elecciones europeas
Los europeos nos tenemos que plantear seriamente avanzar en la configuración de una política de Defensa común
Durante la primera quincena de junio, los ciudadanos de la Unión Europea estamos llamados a las urnas. Se trata de elegir a los diputados del ... Parlamento Europeo. Las instituciones comunitarias reiteran, una y otra vez, la importancia de estas elecciones para el futuro de la Unión, y la necesidad de que el debate electoral se centre en las cuestiones estrictamente europeas, dejando a un lado los asuntos internos de cada país.
El proceso de integración de los viejos Estados europeos en una estructura supranacional, con cesión de soberanía, constituye ya de por sí uno de los grandes logros de la cultura occidental. Pero, para alcanzar esa integración, nos queda mucho camino por recorrer. Ya nos lo avisaron los responsables del impulso integrador inicial, que sacaron adelante el Tratado de Roma: Europa no se hará de golpe, mediante una construcción de conjunto, sino poco a poco, creando previamente solidaridades de hecho entre los diferentes pueblos europeos. Es preciso una homogeneización de los niveles de vida, lo que requiere un intenso y sostenido esfuerzo de solidaridad. Las políticas de nivelación de rentas que impulsan las instituciones comunitarias, chocan continuamente con las cautelas y recelos de los Estados más ricos. La Europa comunitaria no es aún la Europa de los ciudadanos, sino la Europa de los Estados. Poco a poco, tendrá que ir ganando peso el factor comunitario, y perdiéndolo la soberanía de los Estados. Con ocasión de la covid-19, se han dado grandes pasos en este sentido, mediante la mutualización de la deuda, y la creación de fondos especiales para combatir los efectos sociales y económicos de la pandemia. Pero, como digo, queda mucho camino por recorrer.
Además de estas cuestiones de fondo, que son de largo recorrido, en este debate electoral actual se deberían plantear los problemas graves que hoy aquejan a la Unión Europea, y que amenazan incluso su subsistencia. Los europeos nos tenemos que plantear seriamente avanzar en la configuración de una política de Defensa común. Putin nos ha traído la guerra hasta las mismas fronteras de la Unión Europea. En los campos de batalla de Ucrania, se está defendiendo no sólo la integridad territorial de un Estado soberano, sino también los principios, las libertades, y los valores democráticos en que se funda la Unión Europea. La obligación de los Estados europeos de apoyar a Ucrania deriva no sólo de la necesidad de defender una causa justa, sino también de esa otra necesidad de defender los valores políticos de la Unión Europea frente al régimen autocrático de Rusia. Europa tiene que poder defenderse por sí misma, sin estar esperando siempre el apoyo de los Estados Unidos.
También sería conveniente debatir electoralmente sobre la inmigración. No todos los partidos que concurren a estas elecciones piensan lo mismo. Necesitamos unos políticos europeos sensatos, asentados en la moderación como forma de entender la política, independientemente de que sean de izquierdas o de derechas, y que estén convencidos de que el asunto de la inmigración se refiere fundamentalmente a valores humanos, y que implica un concepto de la solidaridad y de la justicia que forma parte del modo de ser europeo. La Unión Europea en este asunto, no puede ir en contra de sus propios principios. Y además está la cuestión económica: Europa necesita y va a necesitar a los inmigrantes para hacer funcionar su propio sistema económico. Pues bien, desde esta doble perspectiva, regúlese la inmigración, cuantifíquense las necesidades, lógrense contratos en origen; y hágase todo lo conveniente y necesario, pero que no se olvide nunca que estamos hablando de seres humanos.
También deberíamos debatir sobre la dependencia exterior: la epidemia de covid y la guerra de Ucrania han puesto de manifiesto que Europa no puede seguir dependiendo de los productos manufacturados en China, ni del gas ruso. Igualmente, tenemos un reto ecológico que afrontar, aunque sólo sea para dar ejemplo a otros países extracomunitarios que persisten en sus altos niveles de contaminación.
Como se aprecia, son muchas las cuestiones interesantes que deberíamos debatir los europeos en este proceso electoral. Sin embargo, me temo que en España no va a ser así. Las elecciones europeas tradicionalmente se han aprovechado en este país para reiterar nuestras propias reyertas internas. Se busca el voto de castigo, para zaherir al adversario. Lo de Europa se relega a un segundo plano. Feijóo ya lo ha dicho con claridad: quiere que este proceso electoral sea como una segunda vuelta de las generales del 23-J. Pretende ganarlas con claridad, dejando al PSOE en mal lugar, y, a partir de ahí, poder decir que Sánchez está deslegitimado, y que debe dimitir o convocar elecciones generales. Y, por su parte, el propio Sánchez está haciendo algo parecido. El presidente del Gobierno ha planteado una estrategia electoral similar a la que desplegó en las generales del año pasado. Se trata de meter miedo a la ultraderecha, y de hacer creer que son lo mismo el PP y Vox.
Una pena, porque la Unión Europea se merecería abrir debates que no fuesen tan limitados ni tan en clave local.
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