Recientemente, los sondeos de opinión están detectando un notable incremento de la decisión de voto a favor de Vox. Se trata de un incremento lento, ... pero continuo y sostenido, y, sobre todo, importante. En la Región de Murcia, las encuestas dicen que Vox llegaría a ser la segunda fuerza política más votada, por delante del PSOE, y pisándole los talones al PP.
Publicidad
En los ambientes políticos, estos datos no han sorprendido, porque se esperaban, pero sí han causado preocupación. En el PSOE, porque son conscientes de que España necesita acuerdos entre la izquierda y la derecha, para sacar adelante una serie de reformas imprescindibles, como la del Título VIII de la Constitución, o la del sistema electoral. En Ferraz saben que es más fácil entenderse con Feijóo que con Abascal.
En el PP, estas informaciones demoscópicas han originado una mal disimulada sensación de frustración y de fracaso. Hace años, se pensaba en Génova 13 que Vox no iba a ser problema; que, poco a poco, le ocurriría lo mismo que a Ciudadanos; y terminaría absorbido por el PP. Se soñaba así con un PP de amplio espectro, que abarcase desde el centro liberal, frontera con la socialdemocracia, hasta la derecha más dura, e incluso hasta los vestigios persistentes del franquismo. Algunos, menos optimistas, ya advertíamos hace años que Vox no era como Ciudadanos, y que no le iba a ocurrir lo mismo, aunque les cediesen puestos en algunos gobiernos autonómicos. Se dijo entonces, y el tiempo nos ha dado la razón, que Vox aguantaría y no sería absorbido por el PP, por dos razones: por un lado, porque la fuerza de cohesión de la ideología de Vox es muy superior a las ansias de poder de sus dirigentes. Vox prefiere honra sin barcos que barcos sin honra. Y lo ha demostrado dejando los puestos en los gobiernos de Castilla y León, o de Murcia. Y la segunda razón es porque Vox se ha preocupado de construir una estructura territorial que encuadre a su masa de militantes y votantes. Vox es mucho más que unos cuantos notables en cada provincia, con ansias de colocación pública.
Ante esta realidad innegable, ¿qué hacer? Conozco a algunos entusiastas del PP que han optado por huir hacia adelante y por hacer de la necesidad virtud. Si la política de Feijóo de tratar de quitarle las banderas a Vox ha fracasado, ¿qué importa? Lo verdaderamente importante para estos optimistas es que las encuestas dicen que entre el PP y Vox sumarían más de doscientos escaños en el Congreso, lo que le permitiría a la derecha política gobernar con mucha holgura. Así que estos voluntaristas del PP lo que dicen es que bien venido sea un Gobierno del PP y de Vox. ¿Y qué pasa? ¿Por qué tenemos que demonizar la presencia de Vox en el Gobierno de España? ¿Acaso el PSOE no ha gobernado con los comunistas de Podemos y de Sumar, y con el apoyo de los separatistas vascos y catalanes y de los filoetarras de Bildu? Así que, ¡fuera complejos! Los entusiastas acérrimos del PP terminan diciendo: «¡Viva un Gobierno del PP-Vox!». Y se quedan tan panchos.
Publicidad
Sin embargo, los más sesudos y reflexivos dirigentes del PP sí que muestran su preocupación. Porque un Gobierno PP-Vox sería pan para hoy y hambre para mañana. Las elecciones generales en España se ganan con el voto de tres millones de moderados que el PP podría perder.
Hay dos reflexiones que son ciertas: el fenómeno del crecimiento de las derechas radicales no es exclusivamente español. Está ocurriendo en muchas democracias occidentales, como Francia, Alemania, Italia o Estados Unidos. Y, en segundo lugar, cuando la derecha radical llega al poder, termina moderándose. Véase el caso de Meloni en Italia.
Publicidad
Todo esto es verdad. Sin embargo, estos argumentos no deberían conducir a una pasividad resignada. Porque también es cierto que quizás Vox no tenga intención sólo de acompañar al PP en el Gobierno, sino que pretenda sobrepasarlo y sustituirlo ante el electorado de centroderecha. De este modo, los dirigentes del PP deberían reflexionar, y actuar en consecuencia, al menos sobre dos puntos: el primero, la radicalización del PP no favorece al PP, sino a Vox. Cuando el PP asume los mensajes de Vox, el electorado no opta por el PP, porque prefiere el original a la copia. La segunda línea de reflexión debería ir encaminada a conocer con precisión por qué se ha producido este crecimiento de Vox. En 2017 Vox no era nada. Ocurrieron los sucesos separatistas catalanes de septiembre de 2017. La decisión del Gobierno de Rajoy sobre la aplicación del artículo 155 fue tardía y dubitativa. Vox tomó la bandera del nacionalismo español. Eso, y los escándalos de corrupción, hicieron que ya en las elecciones andaluzas de 2018 apareciera la potencialidad de Vox. Y, en segundo lugar, Vox actualmente está consiguiendo el apoyo de muchos jóvenes que, a partir de 2008, han visto frustradas sus expectativas vitales, sin que ninguno de los dos grandes partidos les ofrezca esperanzas creíbles.
Otro día nos referiremos a todo esto.
Oferta Cyber Week 6 meses por 2€ al mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión