Así me parece

A la búsqueda de la moderación perdida

Domingo, 8 de junio 2025, 07:19

Durante muchos años, algunos españoles hemos insistido en la necesidad de que los grandes partidos se afinquen de modo innegociable en la moderación. Por lo ... visto, no se nos ha hecho mucho caso. Actualmente, el clima de odio y crispación política que padecemos en España es absolutamente tóxico e irrespirable. Como una especie de venganza, se quiere reproducir las condiciones que en 2018 hicieron prosperar la moción de censura contra Rajoy, pero olvidándose de que entonces había una sentencia firme del Tribunal Supremo, que proporcionaba fuerza moral y jurídica a los que apoyaron la moción de censura. Hoy se dice que el Gobierno de España es una mafia, y Pedro Sánchez, el capo. Pero se tira la piedra y se esconde la mano. Si los hechos fueran así, Núñez Feijóo tendría dos obligaciones: la primera, la de denunciar en el juzgado de guardia los hechos delictivos que conozca que hayan sido cometidos por Pedro Sánchez; y la segunda, la obligación política de plantear una moción de censura, aunque no la gane, porque el jefe de la oposición no puede ser cómplice de que España sea gobernada por una mafia. Pero ni una cosa ni otra está haciendo Feijóo. Y, de este modo, sus comparecencias públicas, y las de su equipo, solo están sirviendo para sembrar odio y fracturas en la sociedad española.

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En mi opinión, pues, y aunque sea predicar en el desierto, conviene insistir en la necesidad de moderación, refiriéndome, al menos, a algunas cuestiones básicas:

1. ¿Qué es realmente la moderación? Es una actitud, un modo de ser y de estar en la política. Exige una aptitud intelectual y otra volitiva. Si falta alguna de ellas, desaparece la moderación.

Intelectualmente, hay que partir de un cierto relativismo, de una cierta holgura mental. Ser moderado implica huir de rigideces y dogmatismos. El moderado no piensa que siempre tiene razón, y que los demás están equivocados. El moderado, en política, es capaz de reconocer que no está en posesión de la verdad absoluta; que el adversario puede que tenga su parte de razón. Y que, seguramente, en determinados asuntos, convendrá al interés general que se tenga en cuenta la opinión de todos.

Volitivamente, la moderación requiere la capacidad de respetar al adversario. Tanto a su persona, como a sus ideas. El respeto a la dignidad y a la libertad de los demás es imprescindible para la convivencia democrática. En política, un moderado nunca incurre en la descalificación personal, ni en el desprecio, ni en el insulto, ni en las injurias.

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2. ¿Es útil la moderación en política? No sólo útil, sino absolutamente necesaria. La convivencia, en una democracia civilizada, se cimenta en una serie de acuerdos básicos sobre soluciones que no son de izquierdas ni de derechas, sino simplemente útiles a todos. Es absurdo oponerse al Gobierno en todo, sin excepciones; como, asimismo, es absurdo que desde el Gobierno se le niegue siempre el pan y la sal a la oposición. La moderación de los grandes partidos permitiría incluso acuerdos de legislatura, para emprender reformas de fondo que requieren la conformidad del PP y del PSOE.

3. Pero, ¿con la moderación hay margen para el ejercicio de la oposición? Claro que lo hay. Es lo que se llamaba la leal oposición. Una oposición constructiva, que ofrezca continuamente alternativas, y que apriete fuerte al Gobierno en aquellos asuntos en que realmente se lo merezca; que no gaste la pólvora en salvas. El guante, de seda, respetuoso, no insultante; pero el puño, de hierro, siempre con argumentos razonables, y no con simples exabruptos mitineros.

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4. ¿Por qué los políticos que hicimos la Transición estamos obsesionados con la moderación? Por sentido de nuestra responsabilidad histórica. Cuando murió Franco estaba muy vivo el recuerdo de la Guerra Civil. Era una sombra trágica que habitaba en nosotros. Y queríamos que no se volviese a repetir el clima de 1936. La Transición se fundamentó, no en el olvido, sino en el mutuo perdón, y en la necesidad de respeto entre todos. Ahora, con la crispación y el odio que se está sembrando, se vuelve a hablar de «frentismo» y de «guerracivilismo». Por eso seguimos obsesionados con la moderación. Porque nos preocupa el futuro de nuestra España.

5. Pero, se me dirá: ¿quedan en España moderados? En la política, puede que algunos. Pero en la sociedad española sí que quedamos muchos. Somos gentes que no nos gusta la crispación, ni el odio, y que nos avergüenza el espectáculo semanal de las sesiones de control al Gobierno. ¿Cuántos somos? No sé, pero podríamos ser más de cuatro millones. Quizás seamos ingenuos y utópicos; quizás seamos viejos y anticuados; y quizás seamos incapaces del entusiasmo, del apasionamiento y del aplauso fácil. Pero posiblemente, con nuestros votos, o con nuestra abstención, seríamos capaces de decidir esas mayorías absolutas que tanto se necesitan. Pedro Sánchez y Feijóo quizás deberían preguntarse por qué ni el PSOE ni el PP terminan de remontar en las encuestas. ¿No será que no están teniendo en cuenta la opinión de los moderados españoles?

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