Juan de la Cierva, ese fascista
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
No estamos para ir desterrando nombres en el ámbito científico, y mucho menos si las causas de este exilio adquieren una motivación exclusivamente ideológicaParece que el sentido común ha podido con la estulticia. Otra victoria pírrica que deja un país dividido. Finalmente, el aeropuerto de Murcia adoptará el ... nombre de Juan de la Cierva, inventor del autogiro y español universal en un tiempo en el que la ciencia y la ingeniería de nuestro país aún tenían cierto peso en el panorama internacional. No estamos para ir desterrando nombres en el ámbito científico, y mucho menos si las causas de este exilio adquieren una motivación exclusivamente ideológica. Es la historia de siempre. La nuestra. Esta piedra de Sísifo que llevamos atada al cuello. Unos y otros. Conmigo o contra mí. De la Cierva vivió un momento agitado de la historia. Pocos años tan infames como el 36, con golpes de Estado y checas. Pero del 36 no pasó el hombre, fallecido en un accidente aéreo en Inglaterra. Y como si no fuera suficiente prueba su propia muerte, algunos pretenden arrojarle los cuarenta años del franquismo, desde Guernica hasta la el Valle de los Caídos.
«Juan de la Cierva era franquista», he leído y escuchado con asombro en los últimos años. La virtud de las cronologías reside en que desamparan a la fe más constante. El franquismo fue un régimen brutal que se extendió como una mancha por la historia de España durante cuatro décadas. Querer vincular las acciones de esa dictadura a un ingeniero fallecido tres años antes de que acabase la guerra (cuando Franco no era tan siquiera el líder del golpe) solamente puede tener una oscura motivación. Puede ser la revancha, por supuesto. El país se ha poblado de jóvenes que muestran su genealogía antifranquista como prueba de virtud moral. Qué pecado aquellos que no tuvimos la suerte de contar con un abuelo republicano. Pero a la revancha se le suma algo más peligroso: la ignorancia.
Resulta difícil dirigir la memoria colectiva de un país, porque existen tantos relatos como víctimas. Y víctimas hubo en todos los lados. Claro que unas tuvieron cuarenta años de glorificación y otras empiezan ahora a ver la luz. Un país decente está obligado a efectuar un ejercicio inteligente y sano sobre su propia historia. Mientras haya una fosa común, España no dormirá en paz. El problema principal es que las reglas de la memoria no las pueden marcar partidos que participaron de lleno en la barbarie de los años treinta sin haber hecho antes examen de conciencia. Seré claro. No tiene sentido borrar el nombre de Juan de la Cierva por un supuesto compadreo con el bando sublevado en el 36 (que censuren a Unamuno también) pero no a Largo Caballero, líder del PSOE, apodado el Lenin español, de quien se guardan testimonios tan sonrojantes como el de querer la guerra si el Frente Popular no ganaba las elecciones. Y ahí sigue su estatua en Madrid, y es citado como referencia melancólica por Sánchez, cuando mitinea. El caso de Indalecio Prieto también asusta. En 1934 sacó un arma en el Congreso para hacer callar a un diputado. Aquella era la dialéctica de las pistolas de José Antonio.
Un debate sobre la memoria debería incluir todas las sensibilidades. Al menos no entender la historia como una trinchera desde donde arrojar el falso revanchismo. A Juan de la Cierva se le quiere censurar por una guerra en la que no participó, gracias a un informe de Ángel Viñas, historiador y político del PSOE. Afirma que De la Cierva facilitó el 'Dragon Rapide' con el que Franco viajó de las Canarias a África. Un hecho que no está probado y que yo no voy a intentar desmentir. La clave de este debate debe ir más allá. ¿Qué sucede si Juan de la Cierva conspiró contra el Gobierno de la II República? ¿Acaso sus supuestos actos deben limitar la genialidad de sus inventos? No podemos juzgar los hechos pasados con la perspectiva del presente. A mí me seguirá gustando leer a Alberti aunque este se comportase como un cretino en los días de la Guerra Civil, señalando con el dedo a españoles con destino a Paracuellos. Y lo seguiré leyendo a pesar de haber escrito 'Redoble lento por la muerte de Stalin', un horror de poema laudatorio donde se celebra la muerte de millones de personas.
Aspirar a la sumisión de la memoria trae consigo la falsedad de una sociedad maleable. Los jueces morales de la historia pretenden seleccionar a dedo quiénes pueden habitar el panteón de los hombres buenos. Pero la historia está para comprenderla y estudiarla, no para buscar ajustes de cuentas y tapar las miserias presentes. Se hace justicia con Juan de la Cierva al bautizar el aeropuerto de Corvera con su nombre. A veces los españoles somos más tercos que Sísifio y logramos dejar la piedra en su justo equilibrio.
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