Reconciliados

Las cuatro esquinas ·

Poner el acento en el 'Francoveo' y no en la Transición lleva a sospechar un gran interés de Sánchez por desviar la atención sobre las corruptelas que le acosan

Obdulia. Mi abuela Obdulia, blanqueña de dinamita frugalmente propagada, madre coraje que superó las enormes, crueles y desgarradoras cicatrices de una guerra, en la ... que murieron sus dos hijos mayores, Antonio y Jesús, en el frente popular. Que también tuvo arrestos para superar una durísima posguerra en la que vio cómo metían entre mugrientos barrotes a su marido, mi abuelo Antonio, por el 'enorme' delito de haber sido alcalde de Izquierda Republicana. Y que encima tuvo que soportar que pusieran a su tercer hijo, Pepe, mi padre, de carcelero con el fin de que escuchara con nitidez los vergajazos que le soltaban a espalda descubierta a mi abuelo o sus lamentos cuando le hacían ingerir tazas de aceite de ricino en aquellas horrendas madrugadas. Mi abuela Obdulia, a ver cómo te lo explico para que me entiendas, tenía muchas razones, probablemente todas, para habernos educado en el odio, el rencor y el encono contra aquellos que habían llenado su vida de tanto dolor, tormento y tortura.

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Sin embargo, mi abuela Obdulia, blanqueña de dinamita, madre y abuela coraje, jamás nos habló de angustias y venganzas. No había leído a Gandhi, pero tampoco le hacía falta. Tenía muy claro aquello de 'no dejes que se haya muerto el Sol sin que se hayan muerto tus rencores'. Y pese a todo lo antedicho, salió adelante. Le ayudó mucho también la bonhomía de mi abuelo que, con el tiempo, hasta era capaz de obsequiar con una sonrisa a sus verdugos cuando, años después, coincidía con ellos en el paseo del Puente de Hierro. Qué conciencia ejemplar y qué altura de miras, puñema.

Vivieron y convivieron. «La guerra pasó nene. Nunca debe volver tanto horror. Nosotros ya estamos reconciliados», me decían cuando la dictadura ya agonizaba y la Transición asomaba por el picoesquina. Tú fíjate qué gente, qué generación, que condición humana. Otra pasta.

'Francoveo'. Si mi abuela Obdulia levantara la cabeza, no saldría de su estupor y perplejidad ante lo que estamos comenzamos a vivir en este 'año Francoveo' montado 'of course' por los oportunistas de la política con cerca de doscientos actos. Ella, que sí tenía todos los motivos que no tiene toda esta panda de jenúfares a los que no les ha dado por otra cosa que por recordarnos, cincuenta años después, que Franco murió. Y ya de paso si puedes colegir que la derecha y la ultraderecha actuales son franquistas y perversos, jugada redonda. Perdona que te diga pero a mí este año 'Francoveo', que no Xacobeo, no tiene más sentido que el afán por crear tensión en la calle que tiene algún sector de la izquierda de este país. Tú acuérdate de aquel micrófono que se quedó abierto en televisión cuando Zapatero le confiaba a Gabilondo: «A nosotros nos irá bien cuanta mayor tensión haya en la calle». Pues eso. Con Sánchez, triplicado. A las barricadas, contra la derechona. Perverso montaje, que diría el otro.

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Transición. Si aquí el objetivo hubiese sido, como aseguran algunos periodistas, tertulianos y demás taquígrafos del sanchismo, el de «celebrar los cincuenta años de libertad y democracia en España», el punto de arranque estaría en la Transición y no en la dictadura. Decía Manuel Vicent en su día que a Franco de donde había que exhumarlo era del cerebro de los españoles. Este 'Francoveo' va en la línea contraria. Dejad a los muertos que entierren a sus muertos. Aquí la antorcha de la libertad y la democracia la llevaron y la llevan Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado, Felipe González, Alfonso Guerra, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Marcelino Camacho y compañía incluyendo, claro está, a Juan Carlos de Borbón antes de ser emérito y barbarear con su legado. Menuda estirpe política que nos llena de orgullo a los españoles con aquella suprema capacidad de negociación, conciliación y entendimientos. Como diría mi abuela, hace mucho tiempo que estamos reconciliados.

Desvío. El hecho de no poner el foco en los héroes de la Transición y sí en el frentismo del franquismo no es baladí. Hay a quien, por lo visto, le interesa seguir dibujando las dos Españas. Pero en el pecado también hay penitencias. Aparte de que la juventud no se engancha a ese rollo, a la oposición se lo han puesto fácil, cortita y al pie. Sánchez quiere que se hable mucho de Franco y muy poco de la montaña de corruptelas que crece en su derredor. Hablamos de Franco, no hablamos del hermanísimo. Hablamos de Franco, no hablamos de Begoña. Hablamos de Franco, no hablamos de Ábalos. Hablamos de Franco, no hablamos de Koldo. Hablamos de Franco, no hablamos de Aldama. Hablamos de Franco, no hablamos del Tito Berni.

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Fíjate tú cómo estará la cosa esta de desviar la atención del personal que hasta el Consejo Superior de Deportes de Uribe ha metido sus manazas en el fútbol para retorcer la decisión de los organismos competentes y para que el Barça recupere a Dani Olmo. Y va Bolaños para arreglarlo y suelta lo de que «la cautelar del CSD busca evitar un perjuicio de imposible reparación». Coño, ¿y cuando al Real Murcia nos lo descendieron dos veces en un despacho por causas menores a las de Laporta, no había daño, ministro? Vaya tela.

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