Las cuatro esquinas

Marrones

Miras confía a Ortuño y Marín asuntos enmarañados como la 'voracidad informativa' de Antelo o los chiringuitos de Albarracín y Cía

Marrones. Igual vas y piensas que la puesta en marcha de un Gobierno, y aquí empezamos tarde pero empezamos, viene a ser un reparto ... de prebendas, canonjías, sinecuras y bicocas. Hay casos que así son y así parecen. Los hay también que suponen encargos incómodos en su propia nomenclatura: Mar Menor, Trasvase o la atención sociosanitaria 'for example'. Pero también existe otro nivel subyacente a la letra pequeña que lleva aparejada el nombramiento y que merece análisis aparte. Son los marrones del Gobierno, para hacértelo fácil. Complejos, enmarañados y complicados. Y en la agenda de López Miras tienen destinatarios: Ortuño y Marín, tanto monta, monta tanto, los hombres de confianza del presidente. El primero, a la diestra del jefe y con despacho en San Esteban. El segundo, la gran novedad (para ti menos porque ya lo anunciamos aquí el pasado domingo) de LM, rescatado de los madriles y convertido en superconsejero guardián de todos los números, de todas las llaves y, por tanto, de casi todas las claves.

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Porra. Ojalá me equivoque, pero esta no va a ser una legislatura fácil. Miras deberá disponer de buen tiento no solo para que la conjunción de programas con Vox no le haga chirriar a su acción de gobierno, sino también para cuidar su incidencia social y la proyección de imagen. Me cuenta mi enano infiltrado, ese pequeño tribulete que en todas partes se mete y que estos días anda disimulado por los pasillos donde por las noches dicen que se pasea el espectro del obispo Almeida, que en San Esteban andan preocupados con la 'voracidad informativa' (sic) del consejero de Interior con rango de vicepresidente (atentos a la sutil diferencia) José Angel Antelo, quien ya ha dado alguna muestra de no andar muy interesado en coordinarse informativamente. La nota de Vox anunciando la hora de la toma de posesión del Gobierno cuando ni siquiera se había dado la más mínima noticia oficial sobre el Gobierno es de aurora boreal. Acostumbrado al rebote, el ala-pívot no deja balones sueltos bajo el aro. Presagio de lo que puede venir. Entre los periodistas palatinos, me sigue contando el enano reportero, ya circula una porra de cuándo tardará en producirse la primera 'marimorena' entre las mares de Miras (Mar Moreno y Mar Conesa) y jefa de prensa de Antelo, María José Rodríguez. Entre damas anda el juego. Me apunto a la porra, ya te digo.

Por eso el marrón que ha recibido Ortuño no va a ser fácil. El yeclano ha cogido temple y experiencia para saber pastorear la situación y que en la comunicación del Gobierno se produzcan las menos grietas posibles. Pero en última instancia, él es el portavoz. Y el que coordina todas las consejerías porque para eso está la reunión semanal de secretarios generales. A ver cómo encaja en ese panorama la complicada aspiración del consejero de Interior con rango de vicepresidente. Miras necesita mano izquierda ahí, donde se cocina el fogón del Gobierno.

Chiringuitos. El otro marrón se lo lleva Luis Alberto Marín, el recuperado. No ya por esos presupuestos exprés que tiene que montar contra reloj, sino por otra de las principales aristas que presenta el acuerdo con Vox: los chiringuitos.

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Y si hay que empezar, comencemos por la patronal y su presidente José María Albarracín, a quien las aspiraciones voxeras de retirar las pingües ayudas que recibe le deben haber producido, según le cuentan a mi enano en la sede de Croem, algo así como un molesto forúnculo en aquella parte del cuerpo donde la espalda pierde su honesto nombre. Por lo fácil y por lo sencillo, te lo resumo: los empresarios cobran dietas por asistir y colaborar con el Gobierno en sus comisiones de trabajo. Albarracín habla de compensación. Sería bueno aclarar este tema con luz y taquígrafos. ¿Cobra el asistente, cobra la organización o cobran los dos? Y cuánto supone eso para el erario público. ¿Setecientos mil euros? ¿Un millón? Una pasta.

Cía. Albarracín llegó a la presidencia de Croem con esa pretensión. Un punto fundamental. Valcárcel y Garre se negaron en redondo por causas que necesitarían de mayor espacio para explicar. Pedro Antonio Sánchez se lo concedió a las primeras de cambio e impulsó un acuerdo en la asamblea con el pretexto político de la participación institucional. Algunos, como el coherente Óscar Urralburu, que recordaba que Albarracín pidió el voto para PAS en plena campaña electoral, se opusieron. Pero la medida acabó saliendo adelante para que, entre otras cosas, Albarracín presumiese en sus asambleas de gestionar mejor que sus predecesores Zamora y Del Toro, mientras estos seguramente no podían evitar acordarse de aquel pasaje bíblico del plato de lentejas. En el 'Cía' (ítem más) de chiringuitos habría que incluir congresos, eventos y cónclaves con patrocinio público pero sin transparencia pública. Y otros bajo la lupa de Alpañez (Vox) como Avalam (presidida por un Martínez de Salas habitualmente crítico con Miras), Esamur (auditorías en camino), RTVMUR (modelo disfuncional entre la miseria y el disparate), Integra... y así hasta una treintena.

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–Oiga, ¿y los sindicatos no reciben ayudas? –preguntan desde Croem.

–Sí. Pero esa es otra historia...

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