Los antiguos carros del Corpus
Eran grandes plataformas rodantes, tiradas por bueyes, sobre las que 'cómicos' profesionales o aficionados representaban breves obras de teatro
La actual procesión del Corpus, que recorre las calles y plazas de los pueblos y ciudades de la Región al concluir la Pascua Cristiana, desde ... que por la bula 'Transiturus' instituyó la fiesta eucarística el papa Urbano IV en 1264, y para cuya conmemoración se construyeron custodias procesionales en toda España que aún constituyen el orgullo de la orfebrería europea, en nada se parece a las procesiones de otros tiempos, siendo esta solo un vago remedo de aquellas. Sin embargo, sí que se siguen utilizando las antiguas custodias que no sucumbieron a los desastres que llevaron consigo las desamortizaciones del s. XIX y, sobre todo, la Guerra Civil. Piezas como las de la Catedral capitalina, la única 'de asiento', o las de tipo 'sol' de Lorca, Moratalla, Jumilla, Molina, Caravaca y Fortuna, por ejemplo, aún recuerdan el esplendor de la procesión del Corpus Christi tiempo atrás.
Uno de los festejos más esperados y valorados por las clases populares, y también por las cultas, cada año, en las vísperas y durante ese día festivo, desde la Edad Media hasta que el rey Carlos III los prohibió en 1765 por irreverentes, fueron los denominados Carros del Corpus, o grandes plataformas rodantes, tiradas por bueyes, sobre las que 'cómicos' profesionales o aficionados representaban breves obras de teatro con argumento bíblico, hagiográfico o inspirados en 'bestiarios' medievales. Venían a ser catequesis ambulantes y se desplazaban durante el recorrido de la procesión, delante de ella, representando sus entremeses en lugares concretos del recorrido. Los 'cómicos' o actores eran contratados por los concejos municipales con antelación suficiente. Días antes y, por vía de ensayo, se hacían las llamadas muestras de los carros y el vecindario entero corría tras las pesadas máquinas en su afán de tener un adelanto de diversión que era tan de su gusto. Los ensayos tenían lugar en sitios cerrados, más amplios que la calle, prolongándose a lo largo de los 15 días previos a la fiesta.
Si el concejo, por cualquier motivo (generalmente económico o por lutos), decretaba un año la no participación de los carros en el cortejo eucarístico, los propios vecinos y los gremios protestaban (como ocurrió en la capital en 1484), con argumentos tales como que aparte de la alegría que estos aportaban a la calle, la ciudad sacaba buen provecho; y, en el caso contrario, los vecinos y forasteros que venían a Murcia se marcharían a ver la procesión a Orihuela. Los carros, generalmente, se guardaban durante el año en un almacén municipal o en la Casa del Mercado, encargándose a regidores municipales de su custodia y buena conservación.
Conocemos algunos de los nombres de los entremeses representados sobre los carros en determinados lugares por donde discurría la procesión, Entre ellos, 'El Carretón del Paraíso', el de 'los Santos Padres', 'S. Jerónimo', 'Belén', 'El Juicio', 'San Miguel', 'San Jorge', 'San Francisco', 'La desclavación', 'La Destrucción del Mundo', 'El misterio del Dragón', 'El Carro del Infierno', 'El del Calvario' y 'San Antón'.
En otro orden de cosas me referiré a la costumbre festiva relacionada con esta misma festividad del Corpus en la capital, que ya languidecía en 1922, hace poco más de un siglo, cual era la de subir a la torre de la Catedral a lo largo de todo ese día. Con tal motivo, en los rellanos del edificio se montaban provisionales puestos de venta de dulces y cascaruja, que las gentes consumían en su excursión por las alturas. De su decadencia se quejaba el campanero José García alegando que sus ingresos como tal descendieron al ir perdiéndose la generalizada costumbre de las gentes de la ciudad y la huerta.
El cambio de fecha de la celebración (del jueves originario al domingo siguiente), la desbandada poblacional a las playas de la costa los días festivos, la supresión de la procesión de 'la Octava', con recorrido más corto, y otros motivos que no vienen al caso, han dejado la procesión del Corpus en nuestros días en solo un vago recuerdo de lo que fue tiempo atrás, cuando se la consideraba «la procesión de las procesiones», participaban en ella los titulares de las cofradías y hermandades y hasta la Patrona de la ciudad formaba parte de la misma.
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