Los Amigos del Malecón, antes y ahora
La desinteresada actividad de la asociación buscando el respeto que se debe a este lugar de esparcimiento público es sin duda encomiable
En el centenario del fallecimiento del ingeniero Ricardo Codorníu, conocido en su tiempo como el 'apóstol de los árboles', un grupo de personas asociadas bajo ... el nombre de Amigos del Malecón, junto a otras asociaciones de carácter ecologista y firmas comerciales murcianas, acaban de llevar a cabo, en el Día Internacional de la Tierra, una plantación de cien árboles en las inmediaciones del paseo, como inicio de una actividad más ambiciosa, de naturaleza similar, en otros lugares de la capital.
La desinteresada actividad de la asociación de vecinos del Malecón, que viene realizando actividades encaminadas a la concienciación social hacia el respeto que se debe a aquel lugar de esparcimiento público del que ya disfrutaron nuestros abuelos y los abuelos de aquellos, es sin duda encomiable. Recuerda a otra asociación de Amigos del Malecón que se constituyó hace cien años con los mismos fines que esta, que ahora vuelca su esfuerzo en beneficio del apreciado espacio natural capitalino.
En los primeros días de mayo de 1923, el presidente del Círculo de Bellas Artes, Mariano Ruiz Funes, convocó en los salones del mismo (en la calle Trapería), a «varios murcianos amantes de las bellezas de nuestra ciudad, para constituir una sociedad que tenga por misión velar por el mejoramiento de los sitios de recreo de Murcia, especialmente del Malecón». En aquella reunión, de cuyos asistentes desconocemos el nombre, tras el natural cambio de impresiones sobre el deplorable estado en que se encontraban aquel y otros jardines públicos de la capital, se acordó pedir al Ayuntamiento declarar 'zona de ensanche' (para evitar la construcción de nuevos edificios a ambos lados del paseo) una porción de terreno que comprendía: a la izquierda, hasta el Calvario, teniendo como límite el río, y del Calvario hasta la Casa de los Tablachos, una zona de cuarenta metros. A la derecha, desde el comienzo al fin, otra zona de igual anchura que sería destinada (como la anterior) a campos de deportes, paseos de carruajes y recreos. Asimismo, se acordó rogar al Ayuntamiento el arreglo inmediato del pavimento y de las verjas entonces destruidas. En cuanto al resto de los jardines de la ciudad, se acordó «interesar a un acreditado jardinero para que haga unos diseños de jardines dignos de Murcia». Era alcalde de la ciudad el abogado Antonio Clemares Valero, del que estaba a punto de expirar su mandato.
La actitud desinteresada de aquella asociación centenaria fue muy valorada en su momento. Escritos en la prensa, y concretamente en 'El Liberal', avalaron sus propósitos, criticando a «los malandrines que hacen granjería del paisaje», al camino que llevaba el Malecón «de convertirse en una calle más, inmunda como otras, que andando el tiempo podría llevar el nombre de algún esclarecido concejal». Criticándose también, en el lenguaje posmodernista aún usado entre los escritores de la Región, que «en estos tiempos de civilización y gasolina se permitieran instalar secaderos de pieles con su pestilente y continuada humareda», y aventurando «poder recuperar las perspectivas violadas de los montes lejanos, el sol que es caricia de los sentidos y el aire embalsamado por los azahares de la Huerta que traen a nuestras almas la caricia inefable de los crepúsculos, para que podamos soñar un poco en estas tardes aromadas y rientes de la primavera».
El Malecón, entonces, tenía su propio guarda: Antonio Torralba López, vecino del barrio de San Antolín, popular y cariñosamente conocido con el sobrenombre de El León, quien, afectado por una dolencia cardiaca, falleció pocos días después de la constitución de la nueva asociación.
Entonces, como ahora, el Malecón ha sido y es objeto de la atención de la ciudadanía, o al menos de parte de ella.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión