Inteligencia plasta
La mayoría de los autores de masas vienen utilizando la IA desde mucho antes de que existiese; se llamaba 'fórmula'
De momento no me impresiona demasiado la inteligencia artificial. Cierto, la IA ya es infinitamente más eficiente que un ejército de mentes humanas, y en ... milésimas de segundo. Sin embargo, para otras cosas todavía está muy por debajo de una sola cabeza de inteligencia media. Por ejemplo, la creación de una emoción artística genuina. Algo que no se le puede explicar ni a una base de datos ni incluso a un creador, porque a menudo ese creador artístico no es más que un señor corriente al que de pronto, sin que ni él sepa cómo, le sale algo inmortal. La mayoría de veces el llamado creador es sólo un vehículo para que lo atraviese el dedo de Dios.
La inteligencia artificial redacta novelas de gran efectividad incluso antes de ordenarle el asunto sobre el que las queremos. Son perfectas novelas de espera de aeropuerto, de trayecto de metro o de farola a farola (mi amigo Leandro va leyendo por la calle y hace altos en la lectura cuando se topa con farolas). La mayoría de autores de masas vienen usando la inteligencia artificial desde mucho antes de que existiese. Entonces no se llamaba IA, se llamaba «fórmula». La «fórmula» era lo mismo que se hace ahora con la IA para que ésta redacte un libro de éxito asegurado: se meten unos pocos ingredientes, agitar, servir. Por ejemplo, una llamada «novela histórica» debe contener dudosos hechos de época tomados de series masticables para las plataformas digitales, una manga de sexo explícito (el sexo explícito es el nuevo sexo familiar, inofensivo) e interminables líneas de cortos diálogos, que permiten no fijar la vista al leer en horas de máxima exposición solar en calas de moda. A eso la inteligencia artificial le añade tropocientos mil billones de algoritmos, pero el resultado es similar, lo cual indica que sobran los tropecientos mil billones de algoritmos y falta una sola cosa: talento. La ausencia de talento la expresó deliciosamente el pintor Salvador Dalí, cuando los ordenadores tenian el tamaño de un salón de celebraciones y apenas eran capaces de almacenar un cuento corto: «Si Dalí copia exactamente una fotografía, le sale un Dalí, si un tonto copia exactamente una fotografía, le sale una tontería».
Todas las preguntas que he hecho al famoso ChatGPT me han sido respondidas de manera tan correcta, poco brillante y nada enriquecedora que, de haber estado cenando íntimamente con la inteligencia artificial, me largaría en el primer plato. La IA es una plasta.
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