Hombres con bolso
Ha habido periódicos intentos de extender sobre toda la población masculina occidental alguna especie de bolso: bandoleras, riñoneras...
Nadie dijo que ser hombre fuese fácil, pero el asunto mejoraría en parte si pudiésemos cargar todos los objetos de uso diario en otro recipiente ... que no fuesen los bolsillos del pantalón. Cada verano a 40 grados, sin apenas otra cosa pesada encima que la piel (que nos gustaría arrancarnos), es un drama irresoluble, de una importante molestia.
Ha habido periódicos intentos de extender sobre toda la población masculina occidental alguna especie de bolso. Han fracasado todos por sistema. La mayoría de los hombres no se ve portando ninguna clase de bolso, ni nada excepto sus escasos bolsillos, que en nombre de la ajustada «limpieza de líneas» de la moda son cada vez más breves.
Hemos visto en pocas décadas la muerte de las sobaqueras, las bandoleras, las riñoneras, ausentes ya de las corrientes principales en nuestras ciudades y circunscritas a algunos deportes al aire libre poco estilosos.
Llevar bolso es como llevar pajarita: si no te lo crees, se te nota en la cara. Los hombres, heteros o no, llevan cara de que no se lo creen.
La mayoría de los hombres sienten que arrastran un gran peso en la vida, pero es porque llevan su existencia entera en los fondillos delanteros de los pantalones.
Ahí dentro se acumulan los diversos manojos de llaves para manejar el mundo, gafas de cerca y las de lejos, para sol o para sombra, una cartera billetera que con el tiempo ha adquirido la volumetría de un membrillo, por el empuje de las fotos de los seres más queridos, incluyendo las tías segundas, todas las tarjetas de restaurantes que nos han encantado alguna vez, tarjetas de visita de gente que ya murió, con sus teléfonos particulares apuntados a mano, el pastillero de píldoras prescritas que también va aumentando ineluctablemente de tamaño con el tiempo, alguna piedrecita de la suerte hallada en la calle... Todo y un poco más colgando del pantalón. Imposible sentarse.
Hay casas textiles que se apiadan del pobre hombre en verano, y fabrican unos bolsillos interiores del pantalón cuyo fondillo es tan profundo que llega hasta cerca de la rodilla, pero son pocas y soy consciente de que es una excentricidad, haciendo bultos raros en partes inesperadas del cuerpo. Los hombres en verano tenemos el aspecto lastimoso de cargar a ambos lados de las ingles con todas las miserias del mundo.
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