Fin de Mi Méjico
Hoy se cerrará el restaurante Mi Méjico en Murcia. En los últimos años conocido por Mi México, pero me gusta con la antigua pronunciación castellana ... de la 'x', aparte del 'mi', porque ha venido siendo mi sitio, donde yo fui parte del mobiliario. Si es cierto eso de que hay un máximo de tres enamoramientos por cada existencia, también puede haber sólo una tasa escasísima de locales que podamos considerar sentimentalmente como nuestros. No he terminado nunca de encontrar mi bar de copas pero al menos hallé mi restaurante, aunque, como todo lo bueno, se termine y lo malo (y los malos) como siempre continúen.
Han sido veinte años de salir pegando tiros de allí, y una vez nos excedimos algo con el mezcal y caí de cabeza tieso contra una pared, pero el mezcal tiene la particularidad de que, si te matas, resucitas mejor de lo que estabas. Este viernes me convidó a cenar una última noche su dueño Genaro Rodríguez Trejo, y tras unas micheladas llenas de vitamina B antirresacas hemos terminado hablando de las pérdidas de nuestras vidas. Yo, en cuanto sufría una pérdida (o peor, una alegría, por la que luego se tendrá que pagar un precio anímico exorbitante), me iba a Mi Méjico a refugiarme de mí mismo. No salía hasta que me había cruzado sobre el pecho dos cananas de botellas vacías, con las que al menos atrincherarme esa noche en casa. Voy a echar mucho de menos, como un sabor de mi infancia que no vivió mi infancia, sus manitas de cerdo en vinagreta, elásticas y crujientes, a las que en mi última noche en su restaurante puso jalapeños españoles, criados al sol cáustico de aquí, que salen con una ferocidad de más filas de dientes que un marrajo. Genaro no quiso nunca apuntarse a la moda de restaurantes mexicanos fosforescentes, que son el equivalente a una auténtica paella valenciana al estilo de Estocolmo. Quiso traer ese sabor humoso como de arcilla comestible que tiene lo más profundo de la cocina mexicana. Se hizo con un público fiel y entusiasta, pero los entusiastas en Murcia siempre somos los mismos.
La mundología gastronómica en Murcia fue aquí una esperanza tal vez pasajera, duró hasta la covid, cuando la hostelería se cayó. No terminamos de subir los dos escalones que nos separaban de las principales ciudades como Madrid o Barcelona porque ahora son cuatro. Los jueves en Murcia, antaño efervescentes de universitarios, son los nuevos martes. Los italianos, tan orgullosos, han sido vencidos aquí por la carbonara con nata, bacon y parmesano y hasta el sushi de aquí ha terminado llevando goticas de morcilla local, o puturrú de salsa rosa. Y a Genaro en su mexicano le pedían platos estadounidenses, que por educación concedía en servir. Hemos dado lugar a que cierre su local de Murcia, y no sé si me va a dar la vida tanto como para encontrar otra vez mi restaurante.
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