La historia ha vuelto en la Rusia Zombi
En Italia han jugueteado con censurar a Dostoievski. En nuestra justa cruzada contra el ruso invasor corremos el riesgo de ser justos y tontos
Esta historia, en la que al final gana EE UU, la protagonizan un ruso, un norteamericano y un historiador, pero también podrían ser un tonto, ... un malo y un feo. El malo sería Putin, el tirano universal; el feo, Biden, instigador y manipulador, y el tonto sería Francis Fukuyama, que en 'El fin de la historia y el último hombre' (1992) explicaba que la historia, como lucha de ideologías, había culminado con un mundo mejorado, nacido de la democracia liberal, vencedora de la Guerra Fría. El libro es un canto conservador a la victoria de Reagan sobre la Unión Soviética, a la que daba por extinta. Ahora damos un salto en el tiempo y el espacio. En un capítulo clásico de los Simpsons, el delegado de Rusia en la ONU ríe a carcajadas y desvela que la Unión Soviética nunca se disolvió, que todo era una treta mientras los tanques sustituyen a una cabalgata, en Berlín reaparece el muro y la momia de Lenin se levanta convertida en zombi diciendo «debo aplastar el capitalismo, groar, groar». Esto que está desangrando a cañonazos un país no es el comunismo sino todo lo contrario, es una dictadura fascista, pero también es la Madre Rusia ancestral, no la heroica de las pinturas del realismo soviético, sino a la manera de la bruja Baba Yagá. Viene en alas de la historia, para asfixiar con la tiranía a su pueblo y a los demás. De alguna manera, los rusos siempre han sido esclavos o esclavistas de sí mismos y de los de alrededor.
No, la historia no ha acabado, no, las democracias liberales no han impuesto un orden permanente y sí: Fukuyama es el tonto de esta historia. Bueno, una facción de Unidas Podemos exhibe aún menos inteligencia, tal vez porque se creyeron el episodio de los Simpsons.
Estos días, en el Museo Ruso de Málaga, se ve la muestra más interesante pero menos visitada del país, que lleva por título 'Guerra y paz'. Una premonición en forma de historia de la pintura bélica rusa. Nadie va a verla porque hay un boicot. Nadie estaría en contra de dañar los intereses de un país que ha olvidado lo del universalismo de la Revolución y está colonizando una nación soberana por unas maniqueas razones históricas que pasan por encima de las voluntades y derechos de, al menos, el 73% de ucranianos que votaron a Zelenski en las últimas elecciones democráticas. Zelenski es el presidente de Schrödinger; el judío al que acusan de ser, a la vez, nazi. Adelante con el boicot, no consumiré vodka, expulsaremos a los equipos de fútbol en manos de oligarcas de las competiciones y bloquearemos sus bancos, pero no nos quitaréis a Tolstoi. La filmoteca de Sevilla anuló el pase de 'Solaris' de Tarkovski y en Italia han jugueteado con censurar a Dostoievski. Y por ahí no, tendréis que arrancar a Dostoievski de mis manos frías, de mis manos muertas de kung fu. En nuestra justa cruzada contra el ruso invasor corremos el riesgo de ser justos y tontos. Que acabase cerrando el Museo Ruso de Málaga me parecería una mala noticia, como siempre que se atacan las fuentes de conocimiento.
En la exposición citada se sucede la historia trágica de Rusia y la Unión Soviética con Iván el Terrible en fase gloriosa, antes de matar a su hijo, de Pedro el Grande plantando cara al destino, de la Gran Guerra Patriótica (la primera) contra Napoleón o Nicolás I luchando con Inglaterra en Crimea en 1854, lo cual trae a este relato la historia de la Brigada Ligera en la batalla de Balaclava. Los ingleses al mando de Lord Cardigan se lanzaron a una suicida carga contra los rusos que los aplastaron. Todo vuelve, como la historia. Siempre de la manera más espeluznante.
Hablábamos de 'Guerra y paz' y estaremos de acuerdo que el relato definidor de un tiempo y, casi de un país, es una guerra. No podemos señalarlos por eso, el que funda la literatura europea es otra guerra, la de Troya, tan cruel como la napoleónica. Tolstoi, como Dostoievski, Chejov, Pushkin y demás (olvidar en este reparto a Iliá Repin sería fatal) se aferraron a la realidad en lo relatado en una Rusia creadora de una verdad grandiosa y asfixiante, un país que casi siempre ha estado bajo la opresión de un mal amo. Si dejásemos aparte algún mito, tendríamos que el perfil de dictador inhumanizante de Putin es una secuencia recurrente, casi constante en su historia. Las guerras han sido siempre libradas con la premisa del total desapego por las víctimas y los enemigos. De la forma en que Stalin enviaba oleadas de soldados a morir en Stalingrado, como narró Vasili Grossman, hasta la degenerada mentira que ha llevado a niños de 18 años a asesinar a civiles ucranianos, a los jefes rusos nunca les ha importado la forma ni la cantidad de sus bajas ni la de los enemigos, y en la historia de la infamia. Hoy, como entonces, cumplen órdenes de un mal amo.
La historia ha vuelto, sí, para dejar como un tonto a Fukuyama, para helarnos la sangre y colocarnos en los tiempos interesantes que no hemos abandonado desde que empezó el siglo con la caída de las Torres. Ha vuelto en su forma clásica, la de los cuatro jinetes; la Conquista, la Guerra, la Muerte y el Hambre. Si mirais con atención sobre los tanques los veréis.
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