¡Qué chimba!

PARALELO 37 ·

Qué fácil es ser feliz en Colombia. Así lo pienso mientras saboreo un café del Quindío con notas frutales

Miércoles, 14 de diciembre 2022, 00:50

«Buenos días, ¿cómo amaneció?, ¿le provoca un tintico?». Medellín ha despertado soleada y el jardín cuajado de flores y la cantarina voz de Luz ... Marina me arrancan la primera sonrisa de la mañana. Qué fácil es ser feliz en Colombia, pienso, mientras saboreo un café del Quindío con notas frutales y las mariposas revolotean cerca de mi taza.

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Muchas veces me han preguntado por qué me quedé a vivir en Colombia tantos años. Y claro que tuvieron que ver los verdes de la selva, el azul de sus mares, las montañas coronadas de nieve, las ballenas, los colibríes, las iguanas y los mangos; también las orquídeas, las ciénagas, las ensenadas de la Sierra Nevada, sus infinitas playas. Y la sabana, el Amazonas, las garzas blancas... Pero nada de esto me hubiera retenido tan lejos de todo sin la amabilidad y hospitalidad de su gente que, desde que llegué hasta que me fui, me hicieron sentir como en casa.

¿Por qué en España somos a veces tan groseros y maleducados?, me pregunto cuando el camarero del aeropuerto de Barajas no me atiende, me rebuzna al preguntarme si quiero desayunar algo. Acabo de bajarme del avión Bogotá-Madrid y ya añoro el «¿Qué más? ¿Qué ha hecho?» de los colombianos que no requiere respuesta, se trata solo de saludar a alguien; el «¡Señor! ¡Señora!» cuando alguien te habla por primera vez y quieres que sepa que lo estás escuchando; el «¡Bien pueda!», manera de permitir algo; el «Permiso» para todo o «Con mucho gusto» o «A la orden» que vienen a ser nuestro «De nada». «Su mercé» es una forma de referirse unos a otros en algunas regiones y en todas nada se pide, se regala: un café, un permiso, un ajiaco.

Existe un orgullo colombiano que es ese de hablar un castellano único y especial, como el mejor de sus cafetales. «¿Ya se amañó en Colombia?», me preguntaban cada dos por tres cuando vivía allí y claro que me organicé: fui para tres meses y me quedé casi diez años. Y en ese país en el que Dios puso tanta belleza aprendí que arruncharse es acurrucarse con alguien especial los días helados, que bacano es situación o cosa excelente o persona simpática y amable, berraco alguien 'echao p'alante', filo, hambre y cuchibarbi, una mujer operada. Camellar es trabajar, a la bicicleta se la llama cicla y a la reseca, guayabo. Un corrientazo es menú popular, el culicagao, un niño consentido, y el sapo, chivato.

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Expresiones hay miles, a cual más singular y simpática, pero para terminar me quedo con una que expresa algo bueno aunque, según el contexto, también puede significar todo lo contrario: ¡Colombia, qué chimba, qué país tan alucinante!

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