Un placer sencillo
Hacen falta dos espejos para tener la imagen correcta de uno mismo
Termino de leer los diarios de Patricia Highsmith, un tomo paquidérmico que, pese a todo, no se me ha hecho bola. Razón uno: me gustan ... mucho sus historias; razón dos: me gusta mucho ella. Claro, esto lo digo porque no he tenido que entrevistarla nunca. Avinagrada y filosa, a menudo era mejor ir al dentista que hacerle una entrevista. Pero ella era así, con razones para amarla tanto como para odiarla, como sus personajes, como somos todos en realidad. Por eso ha escrito historias de suspense como nadie, sin buenos ni malos en términos absolutos, donde el asesino bien podía ser una buena persona y una buena persona bien podía ser el asesino. Ella lo explica mejor que nadie: «Hacen falta dos espejos para tener la imagen correcta de uno mismo».
Así somos. Hasta uno puede ser un santo o un demonio, según el momento del día. O pasar de la dicha al llanto, según la hora. Para combatir los peores momentos ella misma recomienda un placer sencillo: si te sientes deprimido, una copa y un cigarro en el sofá mientras disfrutas de un momento tranquilo es lo mejor del mundo, venía a decir. Es un buen consejo, y es que procurarse un placer sencillo no te va a dar la llave de la felicidad, pero sí un momento de gozo que al menos se parece a ella, aunque sea dos horas.
O también pueden leer sus diarios. Leerla es conocerla. Háganlo, aún están a tiempo. Mordaz e incorrecta a menudo, sarcástica, bebedora y fumadora, más amiga del tabaco y el alcohol, incluso de los caracoles, que de sus semejantes, no me extrañaría que algún imbécil decidiera talar sus escritos, para ofrecernos una versión más celestial y menos chocante de ella. Ya está pasando con otros, por qué no con la Highsmith.
Y luego, si quieren, tras dos horas de aletargar la mente, pueden volver a la vida viendo la película de Ripley –la versión con Jude Law y Matt Damon, sin ir más lejos–. O dejemos de lado a la Highsmith. Mejor salgan del letargo viendo 'Sin novedad en el frente', una gran película. Ambientada en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, es difícil verla y no pensar en Ucrania. Sí, entonces fueron varios millones los muertos y ahora unos miles, pero el disparate es el mismo: cuántas muertes porque otros lo deciden, justo esos que no se han puesto nunca delante de dos espejos por una razón sencilla: seguramente no se han puesto delante de uno. Me cuesta creer que se vean tal cual son y puedan soportarlo.
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