Hasta el moño de la amnistía y la investidura, un tren que ha arrasado con todo y ha dejado un ambiente enrarecido y cucarachiento, además ... de un empalago generalizado de políticos y componendas, el hartazgo roza proporciones catedralicias. Estomagado como nunca antes, tengo dos opciones: taparme la nariz o dirigir la mirada a otro norte. Es lo que hago, aunque solo sea por tomarme un respiro y desempañar los cristales de las gafas. Harto de tanta bola y tanto circo, allí donde estos días haya un poco de autenticidad, allí me tiro de cabeza. Es lo mejor para desanublar la mente. Me paro así en una entrevista a Vargas Llosa. Dice el Nobel que escribirá hasta el último día de su vida. Y añade: «Si uno no se entrega a su vocación, vive frustrado. La gente más infeliz que he conocido no hacía lo que le gustaba». Me gusta y me la apunto, no como esas cosas que no se saben, sino como esas cosas que sí se saben, pero conviene no olvidar.
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Veo también el documental del crítico Carlos Boyero, al que muchos hemos seguido la pista durante años por eso mismo: su autenticidad. Más allá del personaje, toda la cinta rezuma tristeza por un periodismo que ya no está, el de los días de vino y rosas, cuando se dormía en sábanas que, si no eran de seda, no estaban mal y se disfrutaba de dietas que, sin ser pantagruélicas, daban para alguna que otra pirueta gastronómica. Luego vino internet y el periodismo quedó maltrecho, hasta quedar en un periodismo 'liofilizado'. Aparecen periodistas de ahora criticando a Boyero por haber disfrutado de ese periodismo más mofletudo del que ellos ya no pueden. No los entiendo. Qué quieren que les diga, esto de la vocación de la que hablaba Vargas Llosa está muy bien, pero siempre he creído que para hacer bien un trabajo había que hacerse respetar, y para hacerse respetar había también que disfrutar de lo que haces, y para disfrutar de lo que haces no puedes hacerlo con una mano delante y otra detrás. El regusto amargo que te queda al final del documental no es solo porque aquel periodismo ya no esté, sino porque se fue y no volverá. Como los discos en la música, vamos. Tan claro está que ya no se venden discos, como que no se volverán a vender. Alejandro Sanz lo dijo una vez que le recordaron que su álbum 'Más', el del 'Corazón partío', era el más vendido en la historia de la música española y él respondió: «No solo el que más ha vendido hasta ahora, sino el más vendido para siempre jamás».
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