La obsesión por captar imágenes

Marta Fernández

Sábado, 28 de septiembre 2024, 11:09

A los jóvenes les parecerá antediluviano, pero no hace tanto tiempo para fotografiar algo había que hacer lo siguiente. Esto es, disponer de una voluminosa ... cámara. Comprar un carrete. Cargarlo. Disparar 36 'instantáneas' como máximo (sin posibilidad de borrarlas). Extraer el carrete y llevarlo a revelar. Recoger y pagar las fotos. Y, por último, pegar las más 'potables' en álbumes que servían para torturar a los invitados en la sobremesa con los imágenes de vacaciones, cumpleaños y bodas.

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Hoy, los 'smartphones' permiten tomar, seleccionar, eliminar, editar, enviar y reenviar al momento cuantas fotos y vídeos se quiera, cayendo sin remedio en el abuso de lo que, además de fácil y accesible, sale gratis. Todos los poseedores de móviles acumulan cientos de fotos tomadas a tontas y a locas que carecen de interés y están condenadas al olvido. Pero en lo que se refiere a las visitas turísticas, tirar fotos con el móvil sin parar se ha convertido en el trastorno obsesivo de nuestro tiempo. Esta conducta puede estudiarse de cerca visitando alguno de los museos y espacios expositores de la Región que cometen el error de permitirlo. El 'fotómano' es un individuo que, previa selección de las obras emblemáticas, se lanza a por ellas cámara en mano. Incapaz de disfrutar contemplando las obras de arte reales, solo las ve a través del visor de su móvil. Poseído por una prisa vinculada con su ansiedad, el participante en esta 'gymkhana' fotográfica logra colarse a codazos en el grupo de espectadores a pelo y, cuando consigue apostarse frente al cuadro o escultura, dispara y sale a empellones a la caza de la siguiente 'pieza'. Como se atreva a mantenerse firme en su 'línea de tiro', puede llegar a exigirle que se retire para que haga la foto o, en el peor de los casos, propinarle el empujón definitivo para quitarle de en medio. Una vez asistí a una obra de teatro en Molina detrás de un individuo que se la pasó enterita grabándola con su cámara de vídeo.

Gracias a la tecnología digital y a los teléfonos inteligentes (muchas veces más que sus propietarios), la fotografía ha pasado de ser el arte que unos pocos aficionados cultivaban casi en la intimidad a erigirse en una manía de captar imágenes como ejercicio de exhibicionismo narcisista en redes sociales. No lamento que hacer fotos esté al alcance de cualquiera, pero me pregunto qué sentido tiene almacenar en un disco duro imágenes que no permanecen en la retina más tiempo del empleado en obtenerlas.

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