Hoy no he dormido

JUAN LEGAZ PALOMARES

Lunes, 24 de noviembre 2025, 00:31

Hoy no he dormido nada o casi nada. No he pegado ojo, que diría el castizo. He pasado la noche en vela. Así durante un ... tiempo prudencial. No es posible seguir de esta manera. Entre los achaques de la vejez y el noticiero callejero (rifirrafes políticos, malversaciones, corrupciones, okupaciones, violaciones, presunciones de inocencia, reyertas en barrios entre inmigrantes de distintas etnias, robos con arma blanca en pleno día, asaltos a los comercios de honrados autónomos y un largo etcétera), no hay forma humana de dormir y conciliar el sueño.

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La cabeza se embota y se pone a punto de reventar recibiendo martillazos de noticias trágicas. En esto que llega mi esposa y me estampa la noticia que acaba de leer en Facebook: que un okupa comunica que, después de diez años de ocupación de una vivienda, su abogado le ha informado de que ya tiene derecho a ser propietario de la misma.

Antes de que me estalle la cabeza, en un alarde de lucidez o de idiotez, me paro para intentar solucionar este desbarajuste cerebral y reconciliarme con el sueño, decido no acudir a la consulta del psiquiatra o psicólogo, sino que, para no atiborrarme a sedantes, ansiolíticos y tranquilizantes que te dejan abobado, me dirijo a conversar unas horas con mi amigo, el profesor universitario en ciencias ocultas, para que me asesore sobre esta ensoñación o locura que me lleva por la calle de la amargura.

Mi buen amigo, el profesor, comienza aconsejándome que no vea la televisión ni escuche la radio ni lea los periódicos y busque refugio en la familia y los buenos amigos, reuniéndome con ellos y entablando conversaciones agradables de nuestra niñez y juventud, comidas familiares contando chistes y evocando vicisitudes agradables de esas épocas. Paseos por el campo, la montaña y la playa para alimentar el cuerpo y el alma. ¡Ah!, y nada de móvil, porque nuestros antepasados no tenían móvil, ni televisión y el que tenía una radio era un privilegiado –claro, que también había más nacimientos–.

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Vivían felices contándose sus cosas, su trabajo, sus aventuras y respetándose mutuamente. No tenían tantas preocupaciones ni calentamientos de cabeza. Aunque sucedieran hechos desagradables, no los recibían con tanta facilidad y, al final, llegaban suavizados y con poca afectación a su vida cotidiana.

Transcurridos unos días, comencé a conciliar el sueño, llegando a la conclusión de que tengo una mejor salud mental, duermo mejor y me ahorro un buen dinero en farmacia, evitando atiborrarme a pastillas para la ansiedad y la depresión. Además, dormí mucho más a gusto. Gracias, profesor, por tus consejos, y comprended que no todo se soluciona con pruebas médicas, análisis o farmacopea. Debemos optar por buscar la causa o el origen del mal que nos atormenta para buscarle el remedio idóneo.

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Por último, para que el sueño sea delicioso y tranquilizador, he decidido encargar un espantapájaros, figura de forma humana que utilizaban los agricultores para ahuyentar de los sembrados y los árboles a los pájaros. Pues bien, lo utilizaré para espantar y ahuyentar a los pájaros de los políticos, malversadores, corruptos, mentirosos y demás ralea tóxica. Y así dormiré a pierna suelta. ¿Qué les parece?

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