Hola, señor. –Hola. –Entonces usted tenía un chiringuito- asesoría.
Publicidad
–Sí, sí, de toda la vida del Señor.
–A ver si yo me aclaro. ... Entonces –supuestamente– algunas empresas pagaban a ese chiringuito, el chiringuito informaba y 'asesoraba' a usted sobre las necesidades de esas empresas, y usted cambiaba las leyes 'ad hoc' para beneficiar a esos empresarios ponedores o pagadores. Y luego, usted y los del chiringuito se repartían el parné.
–Hombre...
–¿Y cómo justificaba su chiringuito los cobros a los empresarios beneficiados por las leyes impulsadas por usted en su ministerio de usted?
–Pues ya sabe, les hacíamos informes.
–Ah, ya entiendo, era algo así como lo de Negreira y el Barcelona...
–¡Oiga usted, no compare! Nosotros no metíamos tantas faltas de ortografía en nuestros informes, nosotros les pasábamos corrección con inteligencia artificial. Bueno, la IA por aquel entonces no estaba muy desarrollada y algún 'ombre' sin h se nos escapaba, pero poca cosa.
Publicidad
–La inteligencia no estaría desarrollada, pero la pillería veo que sí.
–'Ombre...', digo hombre, disculpe usted, nosotros somos gente 'curta' y hemos leído 'El lazarillo de Tormes' y 'Rinconete y Cortadillo', de Vargas Llosa.
–'Rinconete y Cortadillo' es de Cervantes, no de Vargas Llosa.
–Bueno, de la misma época más o menos, ¿no?
–Sigamos. Entonces usted era ministro de Hacienda.
–Claro, no voy a ser artista como usted, que los artistas no pagan nunca a Hacienda.
Publicidad
–Y Hacienda somos todos.
–Hombre, unos más que otros, je je.
–Y usted subió impuestos y persiguió a todo el que le molestara o supiera de sus hazañas, amenazó y espió a periodistas, como a Chicote, del ABC, al que le rastreó hasta a su bisabuela muerta y a su hija de tres años, que los niños y los muertos son muy peligrosos, ¿no?
–Es que uno siempre ha sido muy curioso.
–Ya. ¿Y tenían a Santos Cerdán como colaborador?
–¡No, por Dios! Ese es un recién llegado, un aficionado cutre, nosotros somos de alto 'standing'.
–Bueno, bueno, ahora lo entiendo todo, o mejor, no entiendo nada, o entiendo pero vivo sin entender en mí. ¡Qué sé yo!
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión