Ante el centenario del 'Himno a Murcia'

El homenaje a Selgas (cuyo nombre para muchos no es más que el de una calle en la capital), ya lo pidió en la prensa regional Emilio Díez de Revenga en marzo de 1921, con un año largo de antelación, invitando a los poetas locales a no dejar pasar por alto aquel centenario, e invitando también a participar a todos cuantos pudieran a aportar algo en homenaje a quien en vida fue considerado como 'el poeta de las flores'.

Poco a poco el homenaje fue tomando cuerpo. El 1 de enero de 1922 ya se contaba con los oportunos permisos para la exhumación de su cuerpo y el traslado a Murcia. Y el Círculo de Bellas Artes encargó a José Planes el busto que se colocaría donde aún se encuentra, en el Jardín de Floridablanca.

Entre el 6 y el 11 de junio tuvieron lugar las fiestas de homenaje al poeta Selgas, muy recordado entonces entre las gentes, gran periodista satírico quien, a juicio del profesor Juan Barceló, configuró, con Arnao y Federico Balart, «el trío más representativo de la literatura murciana del s. XIX».

El traslado de sus restos se hizo por ferrocarril, alojándose en la iglesia del Carmen, desde donde un gran cortejo entre fúnebre y festivo lo condujo a la Catedral bajo una lluvia constante de flores, desde los balcones del recorrido urbano (el mismo que hacía, y sigue haciendo, la Virgen de la Fuensanta). La jornada central de las celebraciones tuvo lugar el viernes 9 siguiente, en un acto literario y musical en el Romea, que se recordó por toda una generación a lo largo de su vida. Actuó como mantenedor el académico de la RAE Manuel de Sandoval y se estrenó el 'Himno a Murcia' por un coro de 42 señoritas del Conservatorio capitalino, cuyos nombres conocemos por las crónicas de prensa de la época, actuando como solista Inocencia Navarro. Simultáneamente a la conclusión de la melodía, se abrió el cielo del escenario del teatro para dejar caer una gran tormenta de pétalos de flor; todo ello pensado y hecho realidad por José María Sanz, Dionisio Sierra y el jardinero municipal de apellido González, dirigidos por Emilio Díez de Revenga y su esposa, Josefa Rodríguez Pellicer.

El himno, como el lector recuerda, comienza con los versos: «Murcia, la patria bella/de la Huerta sultana...» y se recibió por la sociedad murciana como una pieza musical ya suya, aceptándose por todos como el himno local que debería interpretarse al concluir los actos solemnes. Los parabienes a Jara Carrillo y Ramírez se prolongaron durante semanas, con banquetes en su honor y largos textos elogiosos en la prensa regional.

Cien años después, el 'Himno a Murcia' de Jara Carrillo y Ramírez a malas penas es conocido por la población, y sigue sin ser considerado oficialmente como tal. No se interpreta al concluir actos públicos de carácter municipal, siendo como es una pieza musical pegadiza y de gran calidad.

Sugiero a quien corresponda recuperar aquel obsequio que la generación de nuestros abuelos hizo a la capital, y a la vez desempolvar el 'Himno a la Región', con música de José María Galiana y letra de Julián Andúgar, que se compuso en los primeros años de la autonomía y muy raras veces se escucha, de manera anecdótica en alguna emisora de radio. Creo que es la hora de poner en valor una y otra melodía, como símbolos ambos de la Capital y de la Región respectivamente.