32 años
Pepe tuvo un accidente de moto cuando teníamos 18 años. Sobrevivió milagrosamente, pero en unas circunstancias muy difíciles
El domingo acabó un accidente que duró 32 años. Mi amigo de la infancia, Pepe, fallecía en el hospital. Yo viajaba a Madrid con Carolina ... y aquellas horas, atravesando el páramo manchego, me parecen ahora un vacío, una especie de aporía. Pepe, a veces escribo aquí sobre él, tuvo un accidente de moto cuando teníamos 18 años. Sobrevivió milagrosamente, pero en unas circunstancias físicas y emocionales muy difíciles.
Poco antes de las 8 llamé a Lola, su madre. Ella respondió: «Hola, Nacho» y me hice mayor de repente, tan súbitamente que no me di cuenta de que antes de aquella llamada aún no lo era. En esa respuesta, en aquel momento, entré en la edad adulta. En el silencio de segundos posterior estuvieron concentrados los 32 años pasados, incluso más cosas, más vida. Vino el recuerdo del día en que Pepe y yo nos conocimos con 7 años. Nos pusieron juntos porque los dos nos llamábamos Ruiz. Y desde entonces fuimos inseparables. Pasamos once años juntos y han pasado 32 separados en los que solo me lo encontraba a veces por la calle.
Llevaba diez años sin verlo. Es extraña la forma en que pasa la vida, y mientras hablaba con Lola me daba cuenta de que la mitad de la mía ya es una historia pasada que estaba cerrando un capítulo principal. En la voz de Lola estaban los 32 años transcurridos y entendía que tenía que escribir esto, pero no para Pepe, sino para ella y para Pedro. Todo este tiempo todo ha girado alrededor de aquel instante, de aquella noche en el Puente de Hierro en el que la vida de los demás quedó alterada irreversiblemente. Durante todo este tiempo ellos han soportado un peso imposible. Son héroes. Ellos son los protagonistas de esta historia, Pepe lo fue demasiado tiempo. Si hay alguien que merezca la felicidad en el mundo son ellos.
Los recuerdos duelen casi siempre y suelen venir con remordimientos. Me sentía mal por no haber estado con él más allá de un tiempo. Éramos niños ante una situación de quiebra. Aquello rompió tanto todo que, de alguna manera, una parte de todos los que lo queríamos se paralizó entonces. Algo en mí seguía teniendo 18 años, y creo que también le ocurrirá algo parecido a Óliver, a Ángel, Juan Carlos, Fernando, Pedro y otros amigos que están lejos o desconectados. Nunca había visto la adolescencia como un problema grave, como una situación crítica de peligro. Veía mi juventud con otra luz y entendía que lo que le pasó a él me pudo pasar a mí. Necesité físicamente estar con mis hijos y abrazarlos, decirles lo que sé, que sus errores sean suyos, que no repitan los nuestros. A mi generación la fueron matando los accidentes de tráfico, luego estuvieron las drogas y después la propia vida. En dos semanas he enterrado a dos y no quiero olvidar a mi pobre Pablo aquí porque la soledad también mata. Parece imposible que los niños de las fotos en la playa hayamos ido pasando por tantas cosas estos últimos 32 años.
Lola me hablaba y yo recordaba la habitación de Pepe, y a su abuelo, y a su hermano Pedro y a su hermana. Llevábamos más de veinte años sin hablar y parecía que nunca habíamos dejado de vernos. Hay una época y un tipo de relación en el que la madre de tu amigo te puede reñir y la tuya a él, es como una cosa de madres intercambiables. Nuestras madres nos podían reñir cruzadamente y eso deja algo que no se pierde.
Sin esfuerzo entro en el momento en que escuchamos 'Hollidays in the Asun' y el primer cigarro. El despacho de su abuelo donde juntábamos nuestros Scalextric y los hacíamos aéreos, donde estrenamos guitarras. Donde leíamos y bebíamos. Parecía que siempre íbamos a estar juntos, pero no fue así. En un momento dado cambié y nos distanciamos. Él seguía en nuestra amada autodestrucción y yo me rapé la cresta.
Siempre voy a encontrar a Pepe en 'Stay Free' de The Clash. Habla de nosotros y de lo que ha pasado en esta historia tan triste, y hoy termina la canción por fin. Él fue siempre más de los Pistols, yo de Strummer y Jones. Cuando se pierde a alguien importante cambia la vida de alguna manera. A Pepe lo he estado perdiendo 32 años, así que aquel domingo no lloré.
Estas letras torpes son un homenaje a la familia de Pepe, a la forma en que han vivido estos 32 años, a su ejemplo de amor contra todo y su capacidad de sufrimiento. Nadie hubiera podido hacer más por nadie, no existe amor más grande y generoso que el que da su vida por alguien, y donde estén les mando el abrazo más fuerte que pueda a dar mientras retengo en mi memoria a Pepe en otro tiempo.
Es hora de descansar, es hora de vivir.
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