El amor de mi vida
De nuevo siento que me llega y lo hace con una chispa de amor puro que creí reservada solo para mis hijos y que me recuerda que el amor no se agota
En mi niñez, el amor de mi vida tenía un solo rostro, el de mis padres. Eran mis héroes, lo sabían todo, lo podían todo, ... y me cuidaban como nadie más podría hacerlo. Recuerdo cómo sentía que no había amor más profundo, más puro, que el que les profesaba. No había ninguna duda en mi mente de que ellos eran 'el amor de mi vida', me daban seguridad, me abrazaban y me llenaban de ternura. Era un amor sin preguntas, sin límites, en el que ellos eran, simplemente, mi universo. Todo lo que necesitaba lo encontraba en ellos, y no imaginaba un mundo en el que alguien más pudiera ocupar ese espacio en mi corazón. Ellos representaban el centro de mi vida.
Después, en la adolescencia, el amor cambió de forma. Apareció ese primer amor romántico, esa persona que me hacía sentir un torbellino en el pecho, que me aceleraba el corazón con una mirada o una sonrisa. Nunca había sentido algo así. Creía que el amor solo podía ser lo que sentía por mi familia, pero este amor era diferente, era apasionante, inquietante y lleno de nuevas sensaciones. Ese primer amor lo era todo: sentía que era especial, único, y que nunca volvería a experimentar algo igual. Me hizo soñar, escribir y hasta sufrir de una manera que la novatada lo hacía calificar de irrepetible. El primer amor es, sin duda, un amor que marca, porque es la primera vez que nos entregamos a alguien fuera de nuestra familia, nos hace vulnerables, y a la vez nos da una increíble sensación de pertenencia.
En mi juventud tuve, he tenido, más amores, pero resultó que aquel primer amor adolescente creció en estabilidad, en compañerismo y en complicidad. Fue la pareja con quien compartir sueños, construir proyectos y enfrentar el día a día. Se convirtió en el padre de mis hijos y creí nuevamente que había encontrado 'el amor de mi vida'. Esta vez sentía que era el definitivo, porque me dio la fuerza para formar una familia, para construir un hogar y compartir cada día con alguien especial.
Sin embargo, con la llegada de mis hijos descubrí un amor completamente nuevo, distinto. Y poderoso. No encuentro palabras suficientes para describir lo que sentí cuando los tuve en mis brazos por primera vez. Ellos me enseñaron lo que significa dar sin esperar nada a cambio, amar de forma incondicional, preocuparme más por su bienestar que por el mío, y vivir con el corazón fuera de mi cuerpo habitando en sus pequeños cuerpecitos. Cada risa, cada paso, cada logro de ellos supuso una alegría que colmaba mi corazón. En ellos encontré una nueva razón para vivir, un amor tan puro que nada en el mundo podría reemplazar. En esos momentos, ellos eran 'el amor de mi vida'. Y llegaron también mis mascotas, esos seres peludos, miembros más de la familia, que han llenado mis días de lealtad y de amor sin necesidad de palabras. Y descubrí que una parte de mi alma estaba dormida a ese amor hasta que ellos lo despertaron.
Y, ahora, en esta etapa de júbilo de mi vida, me llega un nuevo amor que jamás imaginé: el que siento por mi primer nieto. Es un amor especial, distinto al que sentí por mis hijos, con una libertad y una ternura diferentes. Ya no tengo la carga de la responsabilidad que tenía como madre, y eso me permite amarlo y disfrutarlo sin apuros, y vivir los momentos más simples como si fueran tesoros. De nuevo siento que me llega 'el amor de mi vida', con una chispa de amor puro que creí reservada solo para mis hijos y que me recuerda que el amor no se agota; solo se transforma y crece con los años.
Cuando escuchaba a mis amigas hablar de sus nietos, pensaba que las abuelas se ponen tontas, y estoy segura de que los lectores que no sean abuelos van a seguir tan convencidos, como yo lo estaba hasta hace 'na', de que no es para tanto. Y llevan razón, porque todos los amores de nuestra vida aguardan dormidos, agazapados en rincones específicos del alma, y es imposible describir una forma de amor que todavía no nos haya revelado el corazón.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión