Las amistades peligrosas de Pedro Sánchez
ASÍ ME PARECE ·
El presidente sabe que el verdadero peligro para él y para el PSOE no proviene de sus adversarios políticos, sino de sus supuestos amigos y sociosEs muy difícil matar políticamente a Pedro Sánchez. Todos los intentos, hasta ahora, han fracasado. Lo intentaron, primero, sus compañeros de partido. En 2016, Pedro ... Sánchez era secretario general del PSOE. Se negó a que el grupo parlamentario socialista se abstuviera en la investidura de Rajoy. Y fue fulminado por los prebostes y barones territoriales del partido. En ese momento, nadie daba un duro por él. Se le consideraba un definitivo cadáver político. Pero Pedro Sánchez resucitó, alzó el vuelo desde sus propias cenizas. En una maniobra hábil e inteligente, que en el futuro será estudiada en las facultades de Ciencias Políticas, recorrió toda España, visitando a las agrupaciones socialistas; después, se presentó a las primarias, y se las ganó a Susana Díaz, que era la candidata oficial del aparato, y a la que apoyaban nada menos que Felipe González y Alfonso Guerra. Recuperada la secretaría general, tuvo la audacia de plantear en el momento oportuno una moción de cesura a Rajoy. Al haber fundamentado la censura en el contenido de una sentencia sobre la trama 'Gürtel', logró el imprescindible apoyo del PNV. La moción prosperó, y Pedro Sánchez confirmó su resurrección alcanzando la presidencia del Gobierno.
También el PP ha intentado matarle políticamente. Mejor dicho: lleva mucho tiempo intentándolo, y todavía sigue haciéndolo, sin haberlo conseguido hasta ahora. Hay una cierta tradición en esta estrategia de acoso y derribo a la persona del presidente del Gobierno. Es el «márchese, señor González», de Aznar, o el «Zapatero, Zapatero», más reciente. En 2019, Pablo Casado tuvo la oportunidad de moderar y estabilizar la política española. Podía haber aceptado un pacto de legislatura con el PSOE, concretando las leyes y reformas que había que realizar, y garantizando así una cierta estabilidad para la legislatura. Pero no lo hizo. Optó por continuar la tradición. Consideró más provechoso para el PP que Pedro Sánchez se viera en la necesidad, si quería evitar otras elecciones generales, de entregarse a las garras de Podemos, y buscar apoyos parlamentarios en los partidos separatistas. De este modo, el PP se garantizaba la posibilidad de reiterar continuamente sus reproches e insultos a Pedro Sánchez por sus contubernios con Podemos y con los separatistas.
Esta estrategia ha crispado la vida política española hasta extremos inimaginables; ha convertido las sesiones de control en el Congreso en lo más parecido a riñas tabernarias. Y ciertamente, según reflejan las encuestas, ha logrado desgastar al Gobierno, y ha conseguido que mejorasen las expectativas electorales del PP. ¿Cambiará de estrategia Feijóo? ¿Pactará, por ejemplo, la renovación del CGPJ? Pues parece que no. Parece como si le hubieran convencido de que la estrategia de la crispación funciona, y que hay que seguirla. En las filas socialistas se dice ya que Feijóo es más de lo mismo. Y que los discursos e intervenciones que lee, los ha escrito la misma persona que se los escribía a Casado. Ahora bien, habrá que reconocer que Feijóo los lee con más solemnidad, con más énfasis y con menos prisas.
En todo caso, por ahora, esta estrategia no está matando políticamente ni a Pedro Sánchez ni a su Gobierno. Se han aprobado las leyes de Presupuestos, y la reforma laboral, y las medidas de recuperación económica con aplicación de los fondos europeos. Por este lado, pues, parece que no hay riesgo de que se adelanten las elecciones generales. Pedro Sánchez seguirá vivo y coleando hasta diciembre de 2023.
Sin embargo, el presidente del Gobierno sabe que el verdadero peligro para él y para el PSOE no proviene de sus adversarios políticos, sino de sus supuestos amigos y socios. A estas alturas, todas las bases del PSOE están plenamente convencidas de que mantener la coalición de gobierno con Podemos puede ser letal para las expectativas de vida tanto de Pedro Sánchez como del mismo PSOE. Cada vez que dicen algo públicamente las señoras Belarra o Montero, o el señor Echenique, el PSOE pierde votos a chorros. Hay un sector socialista moderado que no aguanta las petulancias de estos izquierdistas. Por eso no basta con que los comunistas y los de Podemos anden de peleas entre ellos. Urge ya que Pedro Sánchez remodele el Gobierno y se aleje cuanto antes de estos socios desleales, tóxicos y nocivos.
Y lo mismo se puede decir de ERC y demás grupúsculos separatistas. Cuando el Gobierno los ha necesitado de verdad, no los ha tenido. No apoyaron ni la reforma laboral ni las medidas de recuperación económica. Pedro Sánchez se debería convencer de que el Gobierno no los necesita para sobrevivir. Y, más aún, de que sobrevivir con su apoyo es un pesado lastre que impide al PSOE remontar el vuelo electoral.
Pedro Sánchez ha sobrevivido a sus compañeros de partido, a la pandemia, a la guerra de Ucrania, y a la estrategia de acoso y derribo del PP. Pero, si no actúa pronto, puede que no sobreviva a los efectos perniciosos de sus amistades peligrosas.
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