Se acaba la fiesta
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
No ha habido ni una sola acción salida del ministerio de Garzón para mejorar la vida de la gente, más allá de la huelga de juguetes o el boicot a la carneSe acaba la fiesta. Ahora que encaramos la última etapa de la legislatura, el ambiente se ha vuelto un tanto sombrío, como el de las ... noches de verbena en el momento en el que para la música. Ojalá la vida fuese como la canción de Serrat para irnos a la cama con un gusto de satisfacción en los labios y pisando una calle sembrada de bombillas. Pero la realidad es más dura y está exenta de lirismo. Durante tres años se nos ha prometido una fiesta infinita, a pesar de la pandemia, la crisis, la guerra y las espinosas relaciones internacionales. El mundo señala un camino de carestía, de cinturones apretados, pero en esta fiesta llamada España se nos vende otro milagro económico, la manguera que riega de dinero las bocas displicentes, plantadas en el huerto del conformismo. Y muchos lo compran. Hoy, como en la canción, vuelve el pobre a su pobreza, pero con la luz, la gasolina y los alimentos más caros.
A este Gobierno le queda año y medio de mandato, y no duden en que lo cumplirá hasta las últimas consecuencias. No importa que la negociación presupuestaria arranque al Estado nuevas concesiones a los nacionalismos, éstas cada vez más humillantes y desequilibradas para la paz social entre los territorios. Cada ley se lucha con el hambre de la desesperación, dejando un trocito de Estado aparcado en la acera, manchado de barro. No se han visto en otra y tardarán en volver a tocar moqueta. La mayoría de los ministros no tienen lugar al que volver cuando acabe el sueño de la gobernación. Disfrutarán este año y medio y ejecutarán sus leyes, sin importar el consenso social. Así hicieron con la ley de educación, aprobada con un Parlamento cerrado por el Estado de alarma, sin el visto bueno de la comunidad docente. Dos años después, los centros educativos aún no saben cómo enfocar las matemáticas vestidas de género. Al igual que la ley del aborto. Son leyes que nacen para dividir a la sociedad y que no cuentan con el consenso social necesario. Tienen la fecha de caducidad escrita en el preámbulo.
Esta sensación de quemar las naves, como ese resistente que en las verbenas se pide la última copa cuando ya ha acabado la música, afecta a todos los ámbitos del Gobierno. No hay ministro que no se haya quemado en esta hoguera de San Juan, desde las más decentes, como Calviño y Robles, vestidas con un traje populista que les deforma su carrera política, pasando por los ministros más elocuentes, que llevan toda la legislatura hablando por medio de eslóganes. Alberto Garzón, por ejemplo, es ministro de Consumo durante la mayor crisis energética que vive España en las últimas décadas. Pero su actitud es la del tipo que sigue bailando en la pista aunque ya solo queden vasos rotos en el suelo y no haya música con la que acompañar los movimientos. No ha habido ni una sola acción salida de su ministerio para mejorar la vida de la gente, más allá de la huelga de juguetes o el boicot a la carne.
Albares es otro que ya vislumbra al portero indicándole la salida de emergencia. Llegó como ministro estrella para solucionar la crisis con Marruecos y ha conseguido enfadar a Argelia en el camino. Su año de gestión se basa en el oscurantismo, la inestabilidad internacional y la sensación de que a España la han engañado por todos lados en la crisis del Sahara, previo espionaje masivo. Sánchez amortiza a sus ministros a un ritmo tan acelerado que a la ciudadanía no le da tiempo a conocer el nombre de los nuevos fichajes cuando ya están amortizados.
Mientras tanto, la parte del Gobierno formada por Podemos aprovecha para ajustar sus cuentas personales. El partido ya parece una pelea a plena luz del día para ver quién coge el último taxi. Hay demasiada gente para tan pocas sillas, y cada día que pasa las previsiones menguan aún más su músculo electoral. Yolanda Díaz busca formar la enésima coalición de izquierdas que acabe con el hambre, la injusticia y llene de faldas los monigotes verdes de los semáforos. El problema es que mientras tanto el país se va a la deriva.
Andalucía será hoy la primera parada en este fin de fiesta. El sur de Despeñaperros es un trasunto de la situación nacional. Los partidos de izquierdas se presentan divididos, hablando del sexo de los ángeles mientras en la panadería la harina duplica el precio. La derecha asiste encantada a esta vendimia de votos, sabiendo que tendrá una gobernación difícil, de ajustes económicos y de rencillas entre dos partidos, PP y Vox, que luchan por el mismo espacio electoral. Pero aún está por llegar la noche de San Juan. Y que el país aguante la quema.
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