En los últimos años, a medida que las ciudades se han ido haciendo cada vez más invivibles (aunque todos queremos vivir en ellas), pero especialmente ... tras el confinamiento al que debimos someternos a causa de la pandemia que estamos sufriendo, se está produciendo un incremento continuo de la demanda de uso de entornos naturales, tanto residencial como de turismo rural y turismo ambiental o de naturaleza, ya sea en espacios naturales protegidos, o en entornos no protegidos, pero que mantienen un grado importante de naturalidad, como los espacios rurales en áreas de montaña, entornos lagunares o humedales, y playas y calas en zonas litorales no urbanizadas.
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Además, y también de manera significativa, se aprecia un gran aumento de las actividades al aire libre, tanto las deportivas como las no tan deportivas. Senderistas, ciclistas ciclocrossistas (las bicicletas llegaron a agotarse en tiendas especializadas), motocrossistas, quadsistas, han inundado caminos y senderos rurales y de montaña; pero también cauces de ramblas y laderas que permanecían inalteradas.
Cada vez son menos los espacios naturales o seminaturales que escapan al 'amor repentino por la naturaleza'.
Cada vez son menos los espacios que escapan al 'amor repentino por la naturaleza'
Está muy bien que nos hayamos dado cuenta de los beneficios que los entornos naturales ejercen sobre nuestra salud y nuestro bienestar emocional, pero lo que no está tan bien es querer disfrutar de esos espacios naturales trasladando a ellos nuestros comportamientos urbanos, en los que el 'yo' y 'mis apetencias' priman por encima de cualquier otra cosa, como si fuesen accesorios que traemos de fábrica.
No son parques ni jardines
Los espacios naturales, rurales o no, protegidos o no protegidos, no son parques ni jardines urbanos. Su atractivo radica precisamente en eso. Por el contrario, son lugares que, con independencia de su estado de conservación, tienen una función esencial en el equilibrio biológico y climático, y el uso y disfrute que hagamos de estos espacios debe de respetar por encima de todo esas funciones.
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Lamentablemente, eso no es lo que sucede. Las prácticas del ciclocross, motocross, quad e incluso el senderismo en lugares no aptos para ello, como cauces de ramblas y laderas, están acelerando el deterioro de estos entornos que todos nos afanamos en disfrutar. Los senderos que la práctica descontrolada de estas actividades abren en estos lugares, pisoteando y eliminando la escasa cubierta vegetal protectora, que, en algunos casos, se mantenía en condiciones de sostenibilidad muy precaria, son aprovechados rápidamente por las escorrentías que acaban transformándolos en surcos y cárcavas intransitables, lo que, a su vez, obliga a crear nuevos caminos, en un ciclo perverso e interminable de destrucción de flora, erosión de suelos y desaparición de fauna, expulsada por las continuas molestias que sufre.
Es urgente que las administraciones, tanto la regional como las locales, se tomen en serio este problema y controlen las actividades que se realizan en los espacios naturales y rurales. No todo vale, no todo es admisible. Hay actividades, mal llamadas deportivas, que no pueden realizarse en entornos naturales o rurales y que deben ser prácticas en entornos controlados.
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Nuestro derecho al disfrute de los espacios naturales termina donde empiezan los derechos de los verdaderos dueños de esos espacios: sus ecosistemas asociados, y ellos son, precisamente, los que los hace atractivos. Y, en cualquier caso, aunque los derechos de los ecosistemas no te importen nada, tu derecho a disfrutar de la naturaleza como te venga en gana choca con mi derecho a disfrutar de esa misma naturaleza en el mejor estado posible de conservación.
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