Alejandro Romero: «No puede haber una concienciación efectiva sin contacto con la naturaleza»
«Los niños están ahora más sensibilizados porque las circunstancias ambientales son más acuciantes y les llega más información», reflexiona el maestro jubilado y socio fundador de ANSE
GINÉS S. FORTE
MURCIA.
Martes, 28 de abril 2020, 22:05
Como tantos otros conservacionistas con capacidad de ver la tele en los años 1970, Alejandro Romero (Murcia, 1948), quedó embriagado por las lecciones ecologistas en ... la pequeña pantalla de Félix Rodríguez de la Fuente. Fue socio de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (Adena), que el famoso comunicador cofundó en 1968, y apenas un lustro después fundó la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), toda una institución del conservacionismo local que llegó a presidir en 1980, cuando las reuniones se celebraban en el desaparecido Bar Santos, de Murcia. Su afición a la naturaleza, y en particular la montaña, que ha cultivado desde los 13 años, le ha llevado a recorrer espacios naturales por todas las provincias de España y a escribir su propia novela sobre el tema: 'Vientos de otoño. Montañas de ensueño', ambientada en sus vivencias. Como apasionado también por la bicicleta, este maestro jubilado estuvo durante décadas documentando con imágenes la situación del Mar Menor en las vueltas a pedales que completó en torno a este espacio ahora tan castigado.
–¿Cuántos convencidos eran cuando crearon ANSE?
–El núcleo principal no llegaría a una docena, pero la idea partió de dos estudiantes de Biología cartageneros, que una noche dejaron a un lado los preparativos de un examen para esquematizar la fundación de ANSE. Era el año 1973 y prácticamente a todos nos unía, aparte del amor a la naturaleza, el interés por la ornitología. A la mañana siguiente, estos dos amigos aparecieron por el aula donde yo impartía mis clases de Primaria, y alborozados me contaron la idea. Yo la asumí nada más conocerla.
«No veo una auténtica voluntad de solucionar algunas cuestiones medioambientales»
–¿Cómo trataba de transmitir en aquella época a sus alumnos la importancia por el cuidado del medio ambiente?
–Mi trabajo de campo como fotógrafo aficionado me ayudó mucho a motivar a mis alumnos. También lo hice a través de mi programa de educación ambiental de salidas al campo y talleres de ecología. Porque no puede haber una concienciación efectiva si no hay un contacto con la naturaleza, un uso de los espacios naturales.
–Una de sus actuaciones de concienciación fue recorrer el entorno del Mar Menor en bicicleta. ¿En qué consistió?
–Yo daba clases en la zona, y mis alumnos veían el Mar Menor como una piscina. Entonces forjé la idea de darle la vuelta al Mar Menor en bicicleta fotografiando aves, paisajes, su problemática, etcétera. Viendo a su maestro en bici por el Mar Menor, mis alumnos empezaron a mirarlo de una forma más ecológica. Así lo seguí haciendo durante 25 años, y confeccioné un diaporama llamado 'Vida en torno al Mar Menor', que proyecté por muchos colegios y centros culturales.
«Confío mucho en las nuevas generaciones de ecologistas; vienen más preparados que los de la mía»
–¿Se podía imaginar ya entonces el futuro que le esperaba a este espacio de la Región de Murcia?
–Imposible. Aquel Mar Menor era un paraíso. Aunque estaba profundamente maltratado por las urbanizaciones y la contaminación, lo que quedaba protegido era un paraíso. La Marina del Carmolí en primavera era una delicia recorrerla por la cantidad de calandrias cantando. Ahora no queda ni una. La transparencia que tenían las aguas no tiene nada que ver con esta turbidez actual. Pero ya se alzaban voces, y las personas de mi generación somos testigos, alertando sobre lo que podía pasar, hasta que ha sucedido lo que todos sabemos.
–¿Los niños y jóvenes están ahora más concienciados con el cuidado del planeta?
–Creo que sí, porque las circunstancias ambientales son más acuciantes y les llega más información. No obstante, aquellos alumnos de antes eran muy fáciles de motivar, por lo que la labor del maestro se veía muy recompensada. He tenido la gran suerte de trabajar para personas sencillas, comprometidas con todo lo que consideran justo, y agradecidas.
–¿Cree que la crisis de la Covid-19 producirá un antes y un después en nuestra percepción sobre el cuidado del medio ambiente?
–Con el tiempo y una vacuna, todo quedará en el pasado y casi en el olvido, menos las personas que se están quedando en el camino.
–¿Qué espacio natural de la Región echa de menos estos días de confinamiento?
–La montaña me enseñó y me ayudó a vivir en libertad. Soy montañero, sin embargo ahora mismo ansío ante todo los grandes espacios abiertos, como la Marina del Carmolí, los campos cerealistas del Noroeste o las playas inmensas.
–¿Es optimista sobre el futuro de nuestro medio ambiente regional?
–No veo una auténtica voluntad firme y decidida por solucionar determinadas cuestiones, como cortar con la contaminación del Mar Menor o la desmedida proliferación del cemento urbanístico. A la menor oportunidad ya se están planificando nuevos desarrollos turísticos. Cuando se enfrentan a problemas ambientales que requieren clausurar o cortar de raíz la causa del problema, no tienen suficientes agallas, e intentan parchear. Pero sí confío mucho en las nuevas generaciones de ecologistas, que vienen mucho más preparados científicamente que los de mi generación.
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