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Reliquias al alcance de la mano

Tener en la mano parte del esqueleto de un mamut o el caparazón de una tortuga que vivieron hace miles de años en la Región es ya posible sin que exista el riesgo de que esas piezas únicas se deterioren. La tecnología de las impresoras 3D supone una verdadera revolución, ya que facilita el proceso de fabricación. Se trata de un cambio de paradigma en el que, en un futuro cada vez más cercano, cualquiera podrá producir desde su hogar un artículo al instante -en lugar de comprarlo-, aunque por ahora una pieza pequeña necesita al menos una hora para materializarse.

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Viernes, 17 de junio 2016, 10:00

Las empresas Crearis 3D y AOT Topografía colaboran con el Museo Arqueológico de Cehegín en un proyecto piloto que permitirá replicar animales prehistóricos y piezas históricas

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Y es que estas impresoras convierten los diseños creados por ordenador en objetos físicos con un nivel de detalle capaz de copiar engranajes de un reloj. Con la bajada de precios de esta tecnología (las primeras costaban entre 100.000 y 500.000 dólares), muchos sectores comienzan a adoptarlas por sus numerosas e interesantes aplicaciones. Los últimos en incorporarse son la paleontología y la arqueología que están aplicando esta técnica para reproducir fósiles y replicar restos con siglos de antigüedad.

El Museo Arqueológico de Cehegín y las empresas Crearis 3D y AOT Topografía Sociedad Cooperativa colaboran en un proyecto innovador en la Región que pretende reproducir, mediante las nuevas tecnologías de impresión 3D, una serie de piezas de las colecciones expuestas en las diferentes salas para que puedan ser manipuladas por los visitantes. El reto es utilizar esta tecnología para divulgar y conservar el patrimonio de la Región.

La idea de reproducir en 3D las piezas va dirigida especialmente a las personas invidentes o con discapacidad visual, a fin de ofrecerles una experiencia más completa a la hora de visitar el Museo Arqueológico de Cehegín, «y que descubran las formas y texturas y aprecien la belleza de estas piezas», destaca su director, Francisco Peñalver.

El museo, que abrió sus puertas en 1977 y es uno de los más antiguos de la Región, cuenta con más de 4.000 piezas expuestas de incalculable valor, con fósiles de hace 200 millones de años y muestras de la huella dejada en Cehegín por el Imperio Romano, los visigodos y los musulmanes.

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Entre las reliquias que se encuentran ahora expuestas figuran la Dama de Cehegín, el altar de Júpiter, los tesorillos de Alquipir y Begastri, la colección prehistórica de Peña Rubia y Sierra de la Puerta y joyería del Renacimiento encontrada en las tumbas de la Iglesia de Santa María Magdalena. El descubrimiento del altar de Júpiter -explica Peñalver- demostró en el siglo XIX que el municipio romano de Begastri estaba ubicado en Cehegín, puesto que, hasta entonces, los eruditos de la época lo situaban en Bigastro (Alicante). En lo que respecta a fósiles prehistóricos, se pueden contemplar trilobites (artrópodos), ammonites (moluscos) o peces acorazados.

La fragilidad y el gran valor histórico de estas piezas obliga a que los visitantes deban conformarse con observarlas a través del cristal de las vitrinas. Sin embargo, con la implantación de estas nuevas técnicas, quienes visiten el museo tendrán la oportunidad de tocar sus 'clones'.

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La empresa Crearis 3D replicará a escala o a tamaño real las piezas más relevantes de estas colecciones. «Eso sí, en un número superior a las experiencias previas que se han realizado en otros museos de España», puntualiza Peñalver.

Sebastián Bastida, graduado en Ingeniería en Geomática y Topografía y responsable técnico de Crearis 3D y AOT Topografía, detalla que, para obtener las copias, primero se capturan todos los datos con un escáner portátil 3D de alta precisión, capaz de digitalizar figuras de hasta tres metros. «Con este dispositivo en la mano, simplemente hay que dar vueltas alrededor del objeto para obtener el mayor grado de detalle posible», expone. El escáner está conectado a un ordenador portátil, en el que se pueden observar en todo momento las partes ya escaneadas y las que aún faltan.

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Toda la información recogida se procesa posteriormente con un programa de software específico de 3D para eliminar las partes o elementos innecesarios. El último paso, y el más costoso, es la importación a formato físico mediante la impresora, para lo que se utiliza un polímero plástico o cualquier material en el que se quiera fabricar el objeto.

La impresora reproduce la pieza escaneada mediante la superposición de capas. El proceso es similar a la construcción de un edificio, en el que se levantan hileras de ladrillos hasta completar la obra. En su lugar, se emplean rollos de un filamento de plástico o metal que pasan por un cabezal con un inyector caliente. Este los funde para depositarlos en capas, de abajo hacia arriba, en las posiciones requeridas para conformar el objeto, y que se endurecen mediante rayos ultravioletas. Esta técnica se denomina modelado por deposición fundida.

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También existen impresoras que utilizan el método de impresión por inyección, en el que se forman las capas con polvo de plástico, de resina o de otros materiales y se inyecta una solución adhesiva para fijarlas con el diseño deseado.

Bastida ensalza que las nuevas tecnologías de impresión van «un paso por delante» de los métodos de investigación tradicionales, puesto que permiten obtener una visión del interior de los fósiles y las reliquias sin tener que abrirlos o manipularlos, es decir, «sin el riesgo de dañar la superficie del objeto original». Además, apunta que, con el software adecuado, «se pueden reconstruir partes deterioradas o perdidas» y generar modelos virtuales 3D para aprovecharlos en ámbitos como la investigación, la docencia y la divulgación.

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