Innovación y responsabilidad: el rumbo de la acuicultura en España en los próximos años
El país lidera la producción acuícola en la Unión Europea, con una cifra que supera las 268.564 toneladas anuales y un valor en primera venta que supera los 856,5 millones de euros. Sin embargo, este liderazgo no se mide únicamente en términos de volumen. El sector afronta, como cualquier actividad productiva, la exigencia de trabajar con criterios de sostenibilidad y responsabilidad ambiental
La acuicultura española se ha consolidado como un referente en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), lo que ha permitido que el 30% del pescado consumido provenga del cultivo. Este éxito es fruto de la colaboración estrecha entre empresas, universidades, centros de investigación y administraciones públicas. Esta cooperación ha permitido avances que no solo mejoran el rendimiento del sector, sino que definen su calidad.
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Cualquier actividad que implique la cría o cultivo para la alimentación humana estará inevitablemente asociada a aspectos de bienestar de los propios animales. Este imperativo ético debe ser prioritario. La acuicultura española, es pionera en investigación sobre bienestar de los peces, nutrición y salud, lo que ha permitido la consolidación de modelos productivos responsables con los ecosistemas. Un ejemplo tangible es la publicación de las Guías de bienestar animal de los peces de acuicultura española de Apromar. Este trabajo, que abarca una guía general y otras guías especificas por especies como la dorada, la trucha arcoíris, la lubina y el rodaballo, muestra la importancia de integrar este enfoque en todas las etapas del cultivo.
Los avances en I+D+i se han centrado también en mejorar la eficiencia y sostenibilidad de la producción. Los sistemas de monitorización avanzada permiten evaluar y controlar en tiempo real las condiciones de los peces, facilitando un manejo más cuidadoso, una alimentación ajustada a las necesidades específicas de cada especie y la detección temprana de problemas, garantizando así un entorno estable y controlado.
Esta eficiencia y control contribuyen a que la acuicultura española se haya consolidado como la actividad que tiene menor huella entre la producción animal en el país. Este resultado no es casual. Responde, en gran parte, a operar bajo uno de los marcos normativos medioambientales más exigentes de Europa, a la revisión constante de cada etapa de la cadena de valor y a la capacidad de adaptación de loas acuicultores españoles.
Entre las innovaciones que sitúan a España a la vanguardia europea destaca el desarrollo de piensos más sostenibles y certificados. El uso de ingredientes de origen vegetal sostenibles, que superan el 70% de la composición de estos piensos, reduce la dependencia de materias primas marinas y apuesta por fuentes alternativas de proteínas.
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A esto se suma una notable eficiencia del uso del agua. El consumo neto es mínimo, ya que el agua empleada por la acuicultura española se devuelve íntegramente al mar y a los ríos tras ser depurada. Esta práctica, además de contribuir a la sostenibilidad, también favorece la recuperación ambiental en zonas costeras y fluviales en donde la actividad acuícola ha favorecido la recuperación de la fauna y la vegetación.
La inversión en I+D+i y la apuesta por la sostenibilidad son el punto de partida para garantizar la competitividad a largo plazo. Sin la transferencia eficaz del conocimiento científico al tejido productivo, la innovación se queda en la teoría. Por ello, la profesionalización de las empresas es una prioridad para la acuicultura de España, un factor que se refleja en su liderazgo productivo como innovador y sostenible.
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En definitiva, la acuicultura española avanza con paso firme hacia un modelo en el que la innovación, el respeto por los animales y el compromiso con los ecosistemas se entrelazan como un mismo horizonte. El sector ha entendido que su futuro no depende solo de cultivar más, sino de cultivar mejor: con base científica, responsabilidad ambiental y una visión a largo plazo que sitúe al mar y a los ríos en el centro de nuestras decisiones. Ese es el rumbo que permitirá que la acuicultura siga siendo no solo una fuente esencial de alimento, sino también un ejemplo de cómo compatibilizar progreso, ética y sostenibilidad en un mundo cada vez más competitivo y exigente.
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