El Mayordomo de la Bandera inicia el juego de la bandera en la Procesión de la Virgen por las calles del centro histórico de Yecla. SDY

Tradición, pólvora y devoción en honor a la Patrona de Yecla

El municipio se sumerge de lleno en la celebración de sus fiestas, con un programa de actos intenso y repleto de referencias históricas

ALFONSO HERNÁNDEZ CUTILLAS

Yecla

Jueves, 5 de diciembre 2019, 01:13

Las fiestas de Yecla en honor a la Patrona arrancan hoy con el Acto del Beneplácito. Las antiguas Ordenanzas de 15 de noviembre de 1786, por las que se regulaban las Fiestas Patronales de Yecla en honor a su Patrona la Inmaculada Concepción, nos hablan de este importante acto que tiene lugar a las 13 horas en la Casa Consistorial, donde el presidente de la Asociación de Mayordomos hace la presentación ante el alcalde de Yecla de los Oficiales Mayores a cuyo cargo irá la compañía Martín Soriano Zaplana, con el fin de solicitar permiso para cumplir con cada uno de los actos que dicha Compañía tiene encomendados.

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Cumplimentado el acto e izadas las banderas se disparan quince cohetes, contestados por otros quince desde la explanada del Santuario del Castillo, que representas las letras de María Inmaculada. El volteo general de campanas y las vistosas colgaduras que penden en todos los balcones de la ciudad, indican que Yecla está en fiestas. Unas fiestas en las que desde hace más de tres siglos se mezclan de manera imperecedera tres elementos inseparables, tradición, pólvora y devoción.

Partiendo del domicilio del Alférez, Mayordomo de la Bandera, salen los Sargentos Alabarderos acompañados de dos cajas, realizando un recorrido por las calles de Yecla a ritmo de marcha, anunciándole al pueblo el inicio de las fiestas.

Día 7, la bajada

Todos los componentes de la Compañía Martín Soriano Zaplana, tras los protocolos habituales, el Mayordomo del Bastón ordena iniciar la marcha comenzando la ascensión al Santuario del Castillo desde el domicilio del Mayordomo de la Bandera, pasando por la Basílica de la Purísima para recoger al clero. La niña paje viste en este luminoso día traje de color blanco. En el trayecto tanto de subida como de bajada, el Mayordomo de la Bandera hará un alto en el denominado 'Paso de la Bandera', donde al compás de las notas musicales del vals 'Olas del Danubio', jugará la Bandera.

Cuando la patrona aparece por la puerta del Santuario se interpreta el Himno Nacional, comienza el volteo continuo de campanas. El Alférez la recibe rodilla en tierra y comienza el juego de la Bandera y el incesante tronar de los arcabuces. La salida de la Patrona se convierte en una bella estampa, al ver su belleza entre una nube de pólvora bajo un cielo azul radiante. Al llegar a la Iglesia Vieja, la imagen entrará por la puerta de la Asunción o principal para salir por la del Mercado, en memoria de que allí se albergo hasta el año 1868.

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Al llegar a la Plaza Mayor, dará frente a la Casa Consistorial, que tendrá sus puertas abiertas. Es el momento en que se considera como la entrada de la Virgen a la ciudad, disparándose 36 cohetes de fuegos artificiales. El Alcalde grita los tres ¡Vivas a la Virgen del Castillo!

No hay momento más intenso, entrañable y emocionante, que la llegada al atrio de la Basílica. El tronar de cientos de arcabuces, el vuelo majestuoso de la Bandera, la música y la niebla perfumada de la pólvora quemada, envuelven todo el entorno como si de una nube celestial se tratara. El pueblo sigue atónito la entrada triunfal de la Madre de todos los yeclanos, donde los vivas y piropos se mezclan entre la explosión jubilosa de las continuas e incesantes Arcas Cerradas.

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Ofrena de flores

La ofrenda de pólvora de la mañana, se transforma en ofrenda de flores. La mujer yeclana, engalanada para la ocasión y luciendo la típica mantilla española, desfila en sus distintas escuadras acompañada del brazo del tirador, para ofrecerle a la Patrona, las flores más hermosas y delicadas en una tarde alegre, desbordante y colorista. El pueblo aplaude el paso de las escuadras por las calles donde discurre, todas, impregnadas de un agradable e intenso perfume. La calle de San Francisco, se convierte en antesala de un altar tapizado de olorosos gladiolos, de rojos claveles, de perfumados lilium, como ofrenda amorosa y espiritual del alma yeclana.

Los mayordomos junto con sus respectivos Clavarios, serán los encargados de ir recogiendo las flores depositadas a los pies del altar que ya preside la Virgen. La ofrenda de flores a la Patrona, es un acto popular y masivo que año tras año se ha ido engrandeciendo Las distintas Agrupaciones de Escuadras que forman la Compañía Martín Soriano, desfilan en la tarde de la ofrenda con aires marciales, al son de la música de fiestas, o entonando los armoniosos cantos de sus preciosos himnos.

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Día 8, festividad de la virgen

El día ocho es la jornada Grande. Es la fiesta de la Inmaculada. Es el día de la Virgen. El pueblo le dedica la función religiosa. En este día el Paje de la Bandera vestirá el traje azul, mientras el Paje del Bastón lucirá uniforme de gala. Durante la Solemne Función, los banderines de las Escuadras permanecen rodeando el Altar Mayor de la Basílica. Desde el día de la Virgen hasta la Subida, las fiestas continúan. La Madre está en casa y todos los días recibe la visita de sus hijos. Son los momentos en que el yeclano abre su corazón y le hace participe de sus plegarias.

Proclamación de clavarios

Finalizada la función religiosa, la compañía en orden de formación, se dirige a la calle del Concejal Sebastián Pérez, para con su presencia, testimoniar el primer acto oficial de los Clavarios en las fiestas de la Virgen. A los pies de la Iglesia Vieja, rodeados de familiares, y teniendo como testigos a los Mayordomos y a toda la soldadesca, el Presiente de la Asociación de Mayordomo, impone a cada uno de los clavarios las Medallas, quedando oficialmente investidos, dando así continuidad a las fiestas del siguiente año. Es su primer acto oficial de las fiestas desde la celebración del Sorteo de Insignias donde resultaron elegidos. A partir de este día, Clavario del Bastón y Clavario de la Bandera respectivamente, serán acompañados a sus domicilios por los Ayudantes Mayores y banda de música. A partir de este día, en cada uno de los actos y hasta la entrega de las Insignias, el Clavario del Bastón desfilará detrás del Mayordomo de dicha insignia, mientras que el Clavario de la Bandera, lo hará delante del Alférez dando frente a la Bandera, disparando ambos salvas de arcabuces.

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La proclamación de Clavarios se celebró por primera vez rompiendo la tradición, pero no el ritual, en el atrio de la Basílica en el año 1989, trasladándose al siguiente año, a la calle del Concejal Sebastián Pérez, lugar donde hasta la fecha se viene realizando.

La procesión de la virgen

La vespertina procesión, con más de mil tiradores con sus respectivos cargadores, sigue un itinerario fijo. Itinerario que quedó diseñado por el cura Obispo Antonio Ibáñez Galianao en 1868. Desde aquel ya lejano año, la procesión de la Virgen no ha cambiado su recorrido. En esta tarde los arcabuces retumban, con especial potencia, por las calles neoclásicas de la ciudad. Al llegar a la Plaza de San Cayetano, tienen lugar los tradicionales y populares 'castillicos', -embeleso de mayores y pequeños- iluminado el cielo yeclano de palmeras de vistosos colores y detonaciones, rindiéndole así honores a la Patrona.

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La ascensión por la calle de San Francisco con el Mayordomo 'jugando' la Bandera, el incesante atronar de los arcabuces y la entrada triunfal de la Virgen en la Basílica, hacen de este acto un acontecimiento de verdadera exaltación y devoción. Es el momento culminante de la procesión. El humo de los recios arcabuces crea un ambiente embriagador. El cielo retumba y se ilumina de un rojo incandescente.

La densa niebla del humo de la arcabucería envuelve por momentos la singular belleza de la Arciprestal Basílica. Son instantes apoteósicos. Cuando la Patrona llega a la confluencia de las calles de San José y San Francisco, el Mayordomo se coloca en el centro de la calle, y frente a ella, juega la Bandera hasta la extenuación. La gente le anima, le alienta, le aplaude y le arropa. Entre el tronar de los arcabuces se oyen las palmas del paje dando ánimo y aliento al Mayordomo. La Virgen del Castillo asciende sobre su hermosa y artística carroza, construida por las sabias manos del artista y artesano yeclano Pedro Ortega. Elegante y majestuoso trono que salió a la calle por primera vez en la procesión del ocho de diciembre de 1989.

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