Ginés Tormo retira algunos de sus bienes del patio por el que se accede a la terraza en la que se refugió del agua. G. C.

Los vecinos de Javalí Viejo vacían sus casas entre el temor a volver y los planes de reforma: «Lo hemos perdido todo»

«Voy a hacer la vivienda en la segunda planta, y los muros y puertas van a ser muy distintos, para cerrar herméticamente», cuenta Ginés, propietario

Miércoles, 28 de septiembre 2022, 02:53

Atraviesan el barro empujando carros de la compra cargados de recuerdos manchados. En el día después de la tragedia, en la calle San Nicolás ... de Javalí Viejo, el trabajo se divide: mientras unos salvan lo poco que resistió la embestida del agua, otros lanzan lo que no sirve al asfalto. A los pies de los propietarios de las casas dañadas se acumulan vidas enteras: álbumes de fotos, bolsos, cajones con enseres y hasta la matrícula de un coche ya retirado por la grúa de la zona donde la lluvia amontonó los vehículos estacionados.

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En cada puerta se levanta un pequeño montículo de pertenencias que recuerda los momentos de terror vividos en la madrugada del lunes; montículos que van desapareciendo con cada nueva pasada de la excavadora que los recoge para que vuelvan a formarse lentamente en el mismo sitio. Los objetos salen volando desde las puertas mientras la maquinaria peina la calle una y otra vez para volcarlo todo en un camión.

«Tenemos que empezar de cero», señala Ginés Tormo, que tuvo que sumergirse en el agua en busca de sus ahorros para no hacerlo sin nada en el bolsillo. «Me tiré a bucear como un loco». Ginés se dedica a la construcción y las reformas, por eso ya tiene en la cabeza cómo va a modificar la casa en la que vive desde 2006. «Voy a hacer la vivienda en la segunda planta y la zona de abajo la voy a dejar para garaje», señala mirando la ventana del dormitorio de su hija, situada en la planta baja, donde las marcas de barro a un metro y medio de altura muestran el tamaño del peligro que esquivaron. «Los muros van a ser muy distintos, y va a estar todo preparado con palancas y de todo por si pasa otra vez –añade–. Es lo que tenía que haber hecho desde el principio».

«Veníamos avisándolo mucho tiempo. Hicieron un muro en la rambla y tiene 40 centímetros. Sirve para sentarse»

Otros vecinos no tienen tan claro que regresar a las casas sea buena idea. La mayoría duermen con familiares cercanos mientras piensan qué hacer. El novio de Virginia Cano, una de las vecinos, ya no quiere residir en el mismo lugar después de ver cómo el agua ponía en riesgo sus vidas. Ella, en cambio, ya planea reformarla. Ambos tuvieron que recibir asistencia psicológica tras la tragedia. El padre de ella, Pedro, ha pasado horas tramitando la cuestión de los seguros para emprender la reparación de la vivienda lo antes posible. «Al principio nos han dicho que no toquemos nada; luego, que si tenemos fotos y vídeos sí podemos tirar cosas y hacer la limpieza. Me pedían el número de cuenta, el de la póliza, cosas que no teníamos porque todo se ha perdido, pero al final he podido abrir los partes por la vivienda, la furgoneta y la moto que se llevó el agua».

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«Lo hemos perdido todo», lamenta Antonio García, que solo abandonó su casa el lunes por la tarde cuando empezó a llover de nuevo y lo desalojaron por seguridad. Ha llegado a las siete de la mañana para seguir sacando barro. «Me tengo que tomar ocho pastillas todos los días y todavía no me he tomado ninguna», afirma mientras sigue cargando capazos de barro.

Alejandro García, hermano de Rosario, una vecina que tuvo que llegar nadando al patio para poder subirse al tejado con una escalera de mano, observa desolado cómo familiares y amigos van sacando al patio los muebles. «La casa está hecha una mierda. El coche que teníamos en el patio está frito. El otro coche acabó al final de la calle», afirma. «Esto no es para salvarlo, es para que lo vea el perito».

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María de los Ángeles, esposa de Ginés, se queja de falta de actuaciones en la zona: «Llevábamos mucho tiempo avisando de que esto iba a pasar. Hicieron un muro en la rambla y tienes que verlo, tiene 40 centímetros de altura. Solo sirve para sentarse».

«Los jóvenes, en dos o tres meses estamos otra vez arriba –afirma Ginés–. La gente mayor me da más pena. porque les va a costar más levantar cabeza. Esto ha sido muy fuerte»

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