Jerónimo López y Patrocinio Martínez, encerrados con su hijo, en su piso de Murcia. Javier Carrión / AGM

Las tres semanas sin clase de un autista severo en Murcia: «No podemos más»

Los padres de Mario, de 13 años, denuncian falta de alternativas ante la negativa de su hijo a entrar al aula en su actual centro: «Hemos pedido el cambio, y dicen que imposible»

Sábado, 6 de diciembre 2025, 07:11

Una mañana más, los padres de Mario, un niño de 13 años con autismo severo y una discapacidad reconocida de grado III, se ven obligados ... a quedarse en casa para cuidar de él en su piso del barrio del Carmen de Murcia. Hoy tampoco va a clase. Llevan ya tres semanas así: ejerciendo de cuidadores a tiempo completo, encerrados en la vivienda ante la negativa de su hijo a ingresar en el aula y pidiendo una solución a la Administración para poder conciliar su vida personal y laboral. «Mario se pone muy nervioso ya desde el coche, y no hay forma», asegura su madre, Patrocinio Martínez.

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El padre, Jerónimo López, se ve obligado desde entonces a hacer malabarismos para cumplir con sus obligaciones como autónomo en una empresa de fertilizantes, mientras la familia trata de desenmarañar una situación administrativa que, según denuncia, ha dejado a su hijo en un limbo educativo, con lo que eso conlleva para un autista.

Los problemas empezaron en el anterior centro, el Gabriel Pérez Cárcel, en el barrio del Infante, cuando Mario comenzó a mostrar resistencia. «Se descolocó por un cambio de tutora y ya no quería entrar», dice su madre. «La Comisión de Escolarización nos dijo entonces que quedaban plazas para el ADN Nebrija -situado en la pedanía de Cabezo de Torres, a 11 kilómetros de su vivienda-. Y aunque estaba muy lejos, necesitábamos una solución y aceptamos», explica. Sin embargo, con el cambio, los problemas se agravaron. «El 20 de marzo de 2025 entró a clase normal -relata la madre-, pero al día siguiente el Nebrija le puso una adaptación con un horario reducido de 10 a 13 horas, que se mantuvo tres meses, algo que no se puede hacer y que nos generó muchos problemas».

La combinación de esa adaptación horaria y el largo trayecto en coche hasta el centro, señala Patrocinio, no hizo más que desubicar a Mario, en un estado creciente de nervios. «Íbamos a llevarlo y nos lo teníamos que traer a casa otra vez», explica.

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«En abril, el Nebrija nos aconsejó cambiarlo a un colegio de educación especial y echamos la solicitud fuera de plazo en el Santísimo Cristo de la Misericordia, que lo tenemos más cerca -a unos 2 kilómetros del domicilio-, donde al menos, si no entra, no perdemos una hora en ir y volver, pero nos dijeron que era imposible, y no solo para ese curso (2024-25), sino también para el siguiente. ¡Y ya nos han dicho que lo volvamos a intentar en marzo de 2026!», dice Jerónimo mientras Mario se entretiene rasgando unos papeles. «Necesitamos ayuda, porque pasa muchas horas en casa, y cuanto más tiempo está aquí, peor para su adaptación. Lo rompe todo. Van ya dos teles, se engancha y tira las cortinas, que he tenido ya que dejar de colgarlas, o lanza el móvil», dice apuntando a un golpe en una pared desconchada.

Ampliación de ratio

En septiembre de este año, Mario tuvo que volver a iniciar curso en el Nebrija, pero la situación era ya insostenible. «Hablamos con Inspección por el horario reducido, y el Nebrija lo amplió de 8 de la mañana a 2 de la tarde, pero Mario cada vez iba peor. Ahora hace ya tres semanas que no entra a clase ni un solo día. Ya no quiere ni vestirse», afirma su padre. «Seguimos en lista de espera, y no sabemos ya qué hacer, por nadie nos da soluciones».

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Fuentes de la Consejería de Educación señalan que se ofreció a la familia una plaza en el Cristo de la Misericordia dentro del plazo ordinario para el presente curso, y que esta fue rechazada por la familia. Algo que los padres niegan tajantemente. «Qué va. Ojalá. ¡Estaríamos allí ya! Todo lo contrario. Lo último que nos ha dicho esta semana el Equipo de Autismo de la Consejería es que van a estudiar una ampliación de ratio para que pueda entrar al Cristo, pero no sabemos si eso es verdad. Lo único que sabemos es que nosotros ya no podemos más», sentencia la madre.

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