«Si no trabajas ahí, no vas a comer»
Aziz y Mustapha, dos marroquíes que eran explotados en la nave de textil intervenida por la Policía en Fuente Álamo, relatan su experiencia: «El día era muy duro»
Vivían en la más absoluta precariedad, laboral y habitacional, durmiendo de prestado en la casa de una vecina que les ofreció un techo después ... de encontrarles dando vueltas por Fuente Álamo sin un lugar donde caer rendidos. Aziz y Mustapha, dos jóvenes marroquíes de 23 y 28 años, iniciaban desde allí el camino habitual hasta la carretera que une la localidad con Balsapintada, donde se sitúa la nave de textil donde eran explotados por dos euros la hora durante largas jornadas. Eso fue hasta que los agentes de la Policía Nacional irrumpieron en las instalaciones en una espectacular redada donde se vivieron momentos de pánico. Mientras unos intentaban escapar saltando las vallas que circundan la nave, otros se escondían bajo la ropa o eran encerrados en un zulo construido por el patrón y enterrados por kilos de ropa usada.
Ahora, Aziz y Mustapha, que se encontraban entre los 21 trabajadores que estaban en el interior de las instalaciones cuando se desató la operación, continúan en la misma penosa situación, solo que sin ninguna posibilidad de ganar un solo euro. Hoy viven de la ayuda de sus compatriotas mientras sueñan con estudiar para lograr algún día un trabajo mejor.
Estos días se debaten entre tres temores: el miedo a encontrarse con la Policía, el miedo a las represalias por parte del empresario que les explotaba y su familia, y el que tienen a la reacción de sus propios compañeros de trabajo, si se enterasen de que han hablado con la prensa.
Sin dinero y encerrados
Su situación, lejos de mejorar, se ha oscurecido. El poco dinero que podían sacar en aquellas pésimas condiciones era su única forma de lograr comida. Ahora no disponen de demasiadas oportunidades para buscarse la vida. Ni siquiera salen a la calle por temor a encontrarse con un coche policial. Si no fuera por la compatriota que les ha hecho hueco en su casa, seguirían pasando frío en la calle.
Aziz cuenta que su padre falleció y que tiene cinco hermanos en Uchda, la capital de la Región Oriental de Marruecos. La falta de futuro le empujó, como a tantos, a lanzarse al mar en una patera en busca de fortuna desde Nador: «Pagué 1.500 euros», asegura. Fue el billete que le llevó primero a Almería y, más tarde, a Fuente Álamo. Eso fue hace ya cuatro años. Y, de esos cuatro, se ha pasado los dos últimos dejándose la piel en la nave clandestina entre ropa procedente de países europeos y con destino a África.
Mustapha, con seis hermanos, cuenta que trabajaba fabricando ventanas y puertas de aluminio en Marruecos. Más tarde, probó suerte en una peluquería. Iba buscando cualquier trabajo. Y sigue igual. Cansado de la situación, hace un año decidió seguir la misma ruta que Aziz hacia España.
Ambos eligieron Fuente Álamo porque hay muchos compatriotas de su ciudad y su región. «Saben que pueden encontrar a alguien de su calle, de su familia, o a amigos de sus padres», explica el integrante de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (Atim), Mustapha Boukhbiza, que ejerce de traductor en la entrevista. Es lo habitual: «Los marroquíes del norte están en Zaragoza; los del este van a Murcia y Alicante; los del oeste, a Barcelona. De cada zona de Marruecos van a un lugar», señala.
Voluntarios para ser explotados
Aziz vio llegar a Mustapha a la nave hace solo tres meses. Cada día volvían a casa con 20 euros cobrados en negro. «El día era muy duro», relatan los jóvenes.
La situación en Fuente Álamo es tan difícil que los inmigrantes sin papeles llamaban a la puerta del empresario pese a sus condiciones leoninas. «A quien le falta el trabajo se va ahí. Si puede, trabaja un mes o quince días para pagar la gasolina o el viaje para volver a cambiar de sitio –señala el integrante de Atim–. Si no, se quedan aquí. Y sabes cómo está Fuente Álamo. No hay ayuda, ni albergue ni nada de nada. Si no vas, no vas a comer».
La nave es una muestra más de la grave situación social en la zona. «Hay más lugares donde se paga parecido. Y la gente va por necesidad», concluye Boukhbiza.
Una «buena persona» que da cobijo a los jóvenes necesitados
Sin pedir nada a cambio, Aicha, una vecina marroquí de Fuente Álamo que lleva ya 26 años en España, ofrece su casa a Aziz y Mustapha para que puedan dormir a cubierto. «No tenían trabajo, les faltaba la comida y la familia no les mandaba nada, ni ropa, ni dinero. Nada», cuenta. «A Aicha la conoce la gente como una buena persona –dice el integrante de Atim, Mustapha Boukhbiza–. «Si le falta algo a alguien, se lo compra». Cuando a esta mujer le preguntan por su edad se ríe: «Más de sesenta», dice risueña. En su casa duermen los dos trabajadores explotados desde que supo que no tenían dónde estar. Lo más difícil para ella y sus huéspedes ahora es conseguir comida. «No hay trabajo, no hay comida, no hay nada», acierta a decir. Porque pese a llevar casi media vida en España, no habla prácticamente el castellano: «La cabeza está vieja ya», señala. Ella también conoce los rigores de llegar a España sin papeles. Vino en patera y ha recorrido distintos puntos de la Región. El primero de ellos fue San Javier, pero ya lleva «mucho tiempo en Fuente Álamo». Ha recogido brócoli, lechuga y alcachofa, y ahora solo procura ayudar en lo que puede. Hoy es la única que puede llevar comida a casa. Con Aziz y Mustapha encerrados y sin ingresos, depende de la ayuda de sus vecinos.
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