Servidor público por definición
Ramón Murcia, el director de la residencia López Ámbit «purgado» por el IMAS, es un funcionario premiado que ha dedicado toda su vida a «cuidar de los más vulnerables»
Muchos se echaban las manos a la cabeza en Mazarrón hace más de 30 años cuando veían a Virginia, una de las tres hijas de ... Ramón Murcia Alburquerque (Murcia, 1952), acompañada por lo peor de lo peor de la baja estofa juvenil de la zona de camino al colegio. Iba Virginia con todos esos chavales que terminaban dando con sus huesos en el centro de menores El Peñasco, tutelado por la Comunidad y dirigido entonces por este educador social que está a punto de jubilarse tras cumplir 40 años al servicio de la Administración pública. Críos, al fin y al cabo, por los que nadie daba un duro y que tenían una doble o triple condena social. Pero no es que Virginia tuviera malas compañías cuando no levantaba dos palmos del suelo. Es que Ramón Murcia se empeñaba en «dar confianza» a los chicos. Tanta como para que realizaran con su hija el trayecto diario a clase, que todos los demás alumnos hacían con el padre, la madre o los dos progenitores juntos. Alguna abuela, algún tío o cualquier persona conocida. En cualquier caso, alguna persona de confianza. Pero, ¿quién puede dar semejante confianza a unos críos conflictivos y apartados del mundo a los que la sociedad repudia?
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Pues Ramón Murcia, claro. Un funcionario de carrera y varias medallas en la solapa que ha dedicado toda su vida a «cuidar de los más vulnerables», admite. Hasta el insólito extremo de anteponer un interés público como es la reinserción social al interés personal de la protección paternofilial. No recuerdan los trabajadores de la Dirección General de la Discapacidad de la Consejería de Política Social un compañero tan «implicado», tan «honesto» y con «más capacidad de entrega» por el servicio público. Con tanta dedicación como para implantar unos 'juegos olímpicos' en un centro al que llegó hace casi una década para darle una vuelta por completo y colocarlo como un referente regional en la atención a las personas con discapacidad. Esto ha obligado a Murcia a renunciar a sus vacaciones anuales como norma general. «Como mucho me habré cogido 30 días en diez años», calcula.
Implantó los 'juegos olímpicos' en el centro, que convirtió en uno de los referentes regionales en atención a personas con discapacidad
«Una suerte»
La excelente labor profesional de este funcionario reivindicativo y empático, amante de la cocina y la poesía de Antonio Machado y García Lorca, de cuidar también a la familia y a los amigos, fue reconocida por el propio Gobierno regional en 2015 y 2017 con sendos premios a la innovación y a la «eficiencia y eficacia» de Ramón Murcia al frente de la López Ambit. «Es una suerte contar con profesionales como tú», le escribió Fernando López Miras en una carta. A partir de ese momento, se acabaron los galardones y empezaron los castigos. Cuatro años después, ya con Isabel Franco liderando la Consejería de Política Social y el IMAS, y con la jubilación llamando a su puerta, Ramón Murcia pidió una prórroga de unos meses en su puesto para tranquilidad también de las familias, que parecían dormir mejor en la última década. Mucho más durante la pandemia, ya que la López Ambit ha sido una de las pocas residencias de la Región sin un solo contagio de Covid. Lejos de atender esta demanda, motivar el rechazo a la misma o establecer comunicación con el propio Murcia, el IMAS ofertó directamente su plaza en las plataformas de empleo público. Y de forma irregular. La oferta fue retirada a las pocas horas tras el aviso de la Dirección General de Función Pública, pero este funcionario sin pelos en la lengua y poco amigo de las redes sociales fue cesado días más tarde porque el IMAS busca «otros perfiles». No se sabe cuáles. Un último 'premio' en forma de «purga» para este servidor público por definición, que tampoco piensa quedarse de brazos cruzados tras esta «humillación».
Lo que más le duele son los «chicos», esos usuarios del centro con patologías inimaginables con los que antes se pasaba buena parte del día y de los que ni siquiera se ha podido despedir. También sus compañeros, trabajadores «abnegados y maltratados». Y le duelen los miles de empleados públicos a los que «se les traslada un mensaje claro» con su cese: «Que anteponer el interés público se castiga, y que solo los mediocres y los 'limpiachaquetas' tienen cabida con esta gente». Ahora es él quien coloca sus propias medallas a la cúpula de Política Social: «Es el equipo más incompetente y que más desprecia la función pública que me he encontrado en la vida».
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