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Domingo, 26 de mayo 2019, 07:39
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Lo han hecho tantas veces que ya ni se molestan en esconderse de las cámaras de videovigilancia instaladas en el local. Si acaso, se colocan algún accesorio en la cabeza para disimular su rostro ante el objetivo. Uno o varios ladrones se están cebando con el bar El Rincón de Bartolo, situado en la pedanía murciana de Sangonera la Verde. Entre enero y mayo de este año les han entrado cinco veces. Las dos últimas ocurrieron el pasado 14 y 21 de mayo. En la primera ocasión el intruso llevaba una gorra. Rompió la cerradura de la puerta principal y entró directo hacia la máquina tragaperras. La reventó a golpes. Luego se fue a la barra y se puso a reptar por el suelo hasta la caja registradora. Se llevó el poco dinero que había. Las cámaras lo grabaron todo y la Guardia Civil logró detenerlo a mediodía, pero, tras pasar por el juzgado, por la noche ya estaba en la calle. «¿Cómo puede pasar eso? ¿Quién defiende a quienes nos ganamos la vida honradamente? Esto me está matando», declara medio llorando Fina Merino, la dueña. Sus preguntas son en realidad gritos desesperados motivados por la indefensión que dice sentir frente a los delincuentes.
El pasado martes se repitió la operación de la semana anterior. A las 5.05 horas un hombre cubierto con un sombrero de paja entró al local, se dirigió a la máquina tragaperras y la desvalijó. «No descanso porque tengo pánico a quedarme durmiendo mientras me roban. Me paso la noche en vela mirando las cámaras de seguridad. La madrugada del último robo lo vi y llamé a mi marido. Salimos para allá corriendo y no nos encontramos con él por minutos. Ahora, pensándolo fríamente, fue lo mejor que pudo pasar porque podría haber ocurrido una desgracia», advierte la propietaria.
La ofensiva contra su negocio comenzó el pasado mes de enero cuando sufrió el primer asalto. En aquella ocasión, afirmó sentirse afortunada al no encontrarse dentro del local, algo que sí le había ocurrido a otros vecinos suyos que estaban siendo víctimas de una oleada de robos. Sin embargo ese pico de delincuencia bajó en la pedanía pero se recrudeció para Fina cuando a mitad de marzo unos desconocidos entraron en su casa y en su local. «Ni alarmas ni cámaras de seguridad. Nada me va a devolver la tranquilidad. Eso también se lo han llevado».
Cuando vuelve a su casa después de trabajar del bar, Fina reconoce que se dedica a mirar por las ventanas por si ve gente extraña fuera. «Sé que alguien me la tiene jurada y va a por nosotros». También trata de ver señales que le indiquen que esa madrugada le pueden volver a entrar. «El domingo pasado robaron los cables de las farolas y varias calles se quedaron a oscuras. Llamé al 112 porque pensaba que esa noche iba a pasar algo gordo», relata. Fina piensa que cuando caiga el responsable de los robos, mandará a alguien a que les haga un daño definitivo en el negocio. «Por eso no he dado ningún parte al seguro. Si lo hubiese hecho, ya no estaría asegurada y, tal y como está evolucionando esto, espero lo peor y me da miedo no poder hacer frente a lo que me venga», admite la mujer.
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