El reto cultural

La consejera debe entender que el futuro es el diálogo en un sector estratégico que demanda posibilidades de crecimiento

Martes, 8 de mayo 2018

Ahora que celebramos los 50 años de mayo del 68 estamos mirando cada mínimo detalle. Fue un intento de revolución cultural en el que la poesía tuvo un espacio central. Nadie disparó. La policía gaulista repartió estopa y hubo solo dos muertos, un manifestante mientras huía y un ultraderechista apaleado. Tenemos una idea de aquellos días como un choque entre el liberalismo y una juventud marxista poblado de pintadas con eslóganes emocionantes y una foto de Truffaut detenido por la policía con su cámara en la mano. Apenas nadie parece reparar en un detalle de aquel combate de la juventud de izquierdas contra un gobierno conservador: el ministro de cultura, André Malraux, era el icono de las políticas culturales de la izquierda. Luchó en la Guerra Civil con la República y fue parte de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial, un gran héroe. Contra todo pronóstico formó parte del gobierno del general De Gaulle y resucitó el prestigio francés mediante la cultura. Sin guerras, sin colonias, sin proyectos faraónicos. Trabajó hacia dentro y hacia fuera, creó la red de casas de la juventud, un modelo imitado en todo el mundo y convirtió al arte y los artistas franceses en embajadores de gran nivel en el mundo. Queda en la memoria la foto en la que aparece entre JFK y Jackie delante de la Gioconda en la National Gallery de Washington. Malraux, icono de la izquierda europea, llevando a Estados Unidos el mayor tesoro francés. Hubo quien lo consideró un traidor, pero difícilmente hoy no convendremos en que, a base de diálogo, ambición y una inmensa cultura, hizo grande a Francia todo lo que no pudieron hacer sus tropas coloniales en Asia y África.

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España presenta dos constantes: no aprende fácilmente de sus errores y tiene graves problemas con la heterodoxia. Es como si en la esencia nacional estuviese pertenecer en cuerpo y alma a una tendencia, movimiento, ideología o credo. Hay que pertenecer sin dudar a una de las españas que nunca pierden la oportunidad de hacerse visibles, ya sea en un juicio por violación, un partido de fútbol o la disolución de ETA. Ya lo delimitó Menéndez Pidal en 'Historia de los heterodoxos españoles' a finales del XIX: España es esto y los que no forman parte de esto son heterodoxos. El problema es que la cultura es heterodoxa y si dejase de serlo, dejaría de ser cultura, sea lo que sea.

Tan larga introducción nos pone en el contexto de la política regional. No me gustan los cambios frecuentes en los equipos de la Consejería de Cultura ni sus sucesivas denominaciones. Para empezar creo que la cultura en Murcia es suficientemente importante como para tener un titular dedicado a ella exclusivamente. Tal y como he dicho muchas veces la fachada de esta Región es Salzillo, el Teatro Romano, el barroco lorquino, Jerónimo Quijano, las procesiones, Valcárcel Medina y La Mar de Músicas, por citar solo algunos hitos. Entiendo que los tiempos electorales, las dinámicas de partido y mil factores más marcan unos tiempos inescrutables para nosotros, pero un político debe tener tiempo para desarrollar su programa. Los cambios demasiado frecuentes alteran no solo un aparato administrativo; las repercusiones llegan a todos los órdenes del sector implicado y más allá. El último consejero de Cultura, Javier Celdrán, ha tenido demasiado poco tiempo pero ha sido, contra pronóstico, un excelente consejero. Digo contra pronóstico porque no era 'de los nuestros'. Hombre de empresa, su perfil permitía crear pocas expectativas pero en un corto espacio de tiempo ha fomentado un buen clima, ha dialogado con todos y ha querido hacer cosas. Muchas se han podido materializar, para otras ha sido un lapso demasiado corto pero ha mostrado una ambición y una altura de miras que no había detectado en la mayoría de sus predecesores, si soy sincero. Ha tenido una base fundamental en Juan Antonio Lorca, tal vez el técnico más apropiado para llevar al terreno de la realidad las decisiones políticas, lo cual queda en el haber de sus logros. No es habitual hablar bien del político saliente, el pragmatismo hispano nos lleva a halagar al que entra en previsión de posibles prebendas, pero lo cierto es que en tiempos de tantos malos políticos hay que celebrar a los buenos.

Un consejero de Cultura, consejera en el caso de Miriam Guardiola, debe hablar con heterodoxos, lo cual siempre es complejo. Debe entender que el futuro es el diálogo en un sector estratégico que demanda posibilidades de crecimiento.

Volviendo a Malraux, la importancia de la ambición debe ir unida al apoyo de todos, incluyendo a los heterodoxos. Sus políticas fueron esenciales durante un periodo en el que Francia pasó de ser la primera potencia mundial a una más en el contexto de la posguerra. Murcia debe entender que no es una primera potencia, pero que en determinados aspectos puede llegar a serlo. La recurrente unión de turismo con industrias culturales es una de las fortalezas que se atisban en el horizonte de esta tierra.

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Es necesario ambición, constancia y diálogo. Entender la grandeza y las debilidades de nuestras empresas y estudiar la forma de colaborar para que el impulso a la cultura genere la imagen de gran Región que necesitamos y abra un futuro prometedor optimizando un potencial inmenso e indiscutible.

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