Pequeñas bodegas para grandes vinos: la artesanía de la viticultura en la Región de Murcia
Dedicación, pasión y un punto de locura son los aromas contenidos en las botellas que elaboran familias y enólogos artesanos
Saben los expertos que los vinos artesanos son los que «dan carácter» a un territorio. Iniciativas personales o familiares que cuidan de variedades autóctonas para la vinificación, ponen en producción tierras difíciles donde incluso puede haber cepas centenarias y aplican técnicas de elaboración que han pasado de generación en generación, con el amplio conocimiento atesorado por muchos otros antes que ellos. Y todo, claro, con un punto de locura. En la Región de Murcia, encontramos diferentes ejemplos de estos 'quijotes' del vino, que un día decidieron cumplir un sueño, dar un paso en su vida o, simplemente, disfrutar de todo lo que hay de romántico en cuidar de las viñas según el calendario lunar.
Así, por ejemplo, lo cuentan Salvador Martínez y Juani de Maya, que después de 19 añadas en su finca de Cehegín, desde hace dos ya elaboran su propio vino. Por eso han llamado así su bodega, '19 añadas'. En esta finca, propiedad de la familia de Juani, fue donde Salvador se empeñó en poner de nuevo en producción unos viñedos con un método «romántico y autodidacta», según explica él mismo. Cuando se jubiló como profesor, lejos de quedarse de brazos cruzados se matriculó en un grado de viticultura en Jumilla para hacer realidad esa ilusión. Juani cuenta que son «verdaderas fiestas» las jornadas que comparten con sus amigos. Sus vinos, a día de hoy, se pueden encontrar en los mejores restaurantes de Murcia. Algunos, incluso, con estrellas Michelin.
El viñedo más alto de Europa
Otra pareja que se atrevió con la elaboración de vinos artesanos: José Andrés Prieto y Ángela Pina, fundadores de 'Alto de Inazares', en Moratalla, reconocido como el viñedo más alto de Europa, a 1.373 metros sobre el nivel del mar. El inesperado fallecimiento de José Andrés, en noviembre del año pasado, supuso una conmoción en el sector. Entre otras cosas, fueron pioneros en la introducción de la Pinot Noir en la Región. Sin embargo, tras este golpe, Angela ha decidido que este año no habrá vendimia en Inazares. Su prioridad será recuperarse de este golpe.
Del conservatorio a la viña
Julia Casado cambió la música por el vino, el violonchelo por la viña y creó su propia bodega modular. «Es algo muy orgánico. Vengo de la música y eso me ayuda a darle a cada añada una cualidad interpretativa», cuenta Casado sobre este oficio en el que reconoce que se siente como una artesana. Arrancó en 2016 con un proyecto que llamó 'La del Terreno', en referencia a la uva Monastrell. Tras instalar su bodega, primero, en la Sierra de Lavia, ahora ha echado raíces en La Junquera. «Lo hago todo sola y a mano. Es una filosofía y una elección», asegura.
La añada de 2025 será diferente para ella. No habrá vino pero sí una gran cosecha: ha sido mamá hace apenas un mes y se tomará un descanso. Quiere aprovechar este tiempo para redefinir el proyecto porque, después de todo este tiempo, echa de menos tener un equipo con ella: «Los últimos años han sido complicados y se nota el cansancio».
De abuelos, padres y nietos
De padre a hijo y de abuelo a nieto. Así fue transmitiéndose también la pasión por el vino en el caso de El Lagar de las Puntillas: del abuelo Francisco González a su yerno Jesús, que se dedicó a la viticultura durante veinte años hasta que decidió crear su propia bodega. «Una bodega garaje», detalla ahora Fran, el último de la saga. Allí, su padre hace «los vinos que quería hacer». Su hermano Jesús se está formando para ser enólogo también. Explica que cuentan con algunas cepas de pie franco casi centenarias. Son viñedos de poca producción por las duras condiciones del entorno, pero de los que obtienen buenas calidades, dice Fran, para «unos vinos aromáticos y afrutados».
Entre tradición y tecnología
Además de los centros neurálgicos en torno a las denominaciones de origen de Bullas, Yecla y Jumilla, con la variedad Monastrell como protagonista, también hay que asomarse al Campo de Cartagena. En Pozo Estrecho, Viña La Cerca elabora aún vinos con uva merseguera, una variedad autóctona para unos blancos de connotaciones más delicadas, fermentado y criado en tinajas.
También estudian esta uva merseguera en la finca experimental Tomás Ferro de la UPCT. Allí, ya es tradición la vendimia con la que producen desde hace unos años un vino propio en colaboración con Bodegas Luzón: profesores, alumnos, familiares y amigos participan en su recolección a mediados del mes de agosto. Con su carácter formativo, esta explotación sirve además para estudiar fórmulas como la agrovoltaica, que pasa por instalar placas para la producción de energía fotovoltaica entre las plantaciones.
De todas estas historias de pequeñas bodegas y aventuras solitarias de las que salen grandes vinos, queda, al abrir cada una de sus botellas, aromas y sabores de esfuerzo, dedicación y sueños cumplidos.
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