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Un mar de sombrillas tomó este viernes la playa de Las Sirenas, en La Manga, mientras los bañistas se agolpaban en el agua para esquivar las altas temperaturas. Pablo Sánchez / AGM

La ola de calor y el puente llenan las playas de la Región de Murcia: «Está todo a reventar»

El litoral cuelga el cartel de completo por la llegada de clientes de escapada que se suman a la alta demanda propia del mes de agosto

Viernes, 15 de agosto 2025

Las principales zonas costeras de la Región parecen al mediodía de este viernes doblegar a la lógica. Donde cualquiera diría que ya no cabe más ... gente, siguen sumándose nuevas toallas y sombrillas.

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En la playa de las Sirenas, en La Manga, hay un momento en que no es fácil saber dónde termina una y empieza la otra, ni quién está con quién. Más sencillo resulta averiguar por qué. Al lleno hasta la bandera de los alojamientos y restaurantes del litoral ha contribuido de forma definitiva la confluencia de la ola de calor en la Península y la caída del festivo de este 15 de agosto en viernes, «una maravilla» para el presidente de Hostetur, José Catalá, que no disimula su optimismo de cara a estos días, sobre todo por lo que le han ido contando los distintos establecimientos en sus sondeos sobre la marcha del puente. «Está todo a reventar. A tope. Vamos de cabeza a un lleno técnico», asegura. Tras cerrar una primera quincena con un 90% de ocupación en la costa, el sector ya ve posible, tal como van las cosas, llegar al 91% de media al acabar el mes.

Bajo una de esas sombrillas que salpican de color la costa mediterránea de La Manga, una decena de amigos ejemplifica la amalgama de procedencias en este destino turístico. Gabriel Ruiz y su pareja Rachel, originaria de Nueva York, y Marcos Martínez, viven en Madrid. Han decidido, como tantos, aprovechar el puente en busca de alivio a las altas temperaturas. Llegaron el jueves. «Madrid es un infierno. Allí ahora se pasa muy mal», asegura Marcos. Para Rachel, se trata de su tercera visita a la Región. «Me encanta esto. Aquí también hace mucho calor, pero se está muy bien con el agua», afirma. Otros, como Pablo Server y Elena López, disfrutan de las vacaciones turnándose entre las segundas residencias de sus respectivas familias. Los demás van y vienen de Cartagena, y eso puede requerir paciencia.

Gabriel, en el centro, junto a Rachel y Marcos (4d), con su grupo de amigos. P. Sánchez / AGM

A no mucha distancia de allí, cientos de conductores se ven obligados a resignarse y olvidar las prisas para avanzar por la Gran Vía, la arteria coronaria de la zona, que por momentos parece a punto del infarto, aunque la circulación va haciéndose más fluida a medida que avanza la mañana.

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Hay una hora a la que quien iba a La Manga está ya allí, y quien no, lo tiene difícil para aparcar. «¿Os vais?», grita una mujer haciendo señas. Pero no, no se van.

P. Sánchez / AGM

Otros no necesitan el coche porque se encuentran en mitad de sus vacaciones, como Javier, que pasa 15 días en un apartamento que reserva de un año para otro. «Cuando nos vamos, ya decimos que nos lo guarden para el siguiente. Si no, no encuentras». Inma ha venido de visita: «Yo veraneo en Islas Menores los 43 años que tengo. Esto está muy bien, pero aquello está espectacular».

Todo reservado

Tampoco hay muchas opciones de encontrar hueco en la hostelería, salvo cancelación de última hora. En primera línea, los locales tienen «todo reservado para todo agosto: comidas y cenas», según cuenta David Guerrero, gerente de Bonobo. Quien se sienta hoy a la mesa reservó «como mínimo hace quince días, y la mayor parte, hace un mes». Al lado, en el restaurante Surfin, el propietario, José Ángel Hernández, celebra un verano especialmente fuerte. «Junio fue con diferencia el mejor que hemos tenido», asevera, aunque se percibe el ascenso del coste de la vida. «Antes había gente que comía todos los días fuera, y eso se ve cada vez menos», dice. «También se nota en los alojamientos que las estancias son más cortas».

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Eso no quita que haya quien se dé estos días algún capricho. Irene Díaz y su marido Álex, que son de Guadalajara, degustan una fuente de marisco con sus amigos. Ella ha crecido pasando los veranos en la casa que su abuelo compró en La Manga. «La gente tiende a ir a Valencia o a Alicante porque no saben lo que hay aquí», defiende. Mientras, sus amigos siguen con las cigalas.

Irene Díaz y su marido Álex (izq.), de Guadalajara, comparten marisco con sus amigos. P. Sánchez / AGM

En los chiringuitos, con las restricciones por la ley de Costas, no hay tanta alegría como en otros negocios. Antonio Vidal, jefe de Cangreja en La Manga, lamenta que les hayan hecho retirar las mesas de la arena. «Tenemos una caída de afluencia del 15%». Aunque no en el puente, claro. «Ahora estamos en sobredemanda».

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Aparcar en Cabo de Palos

Concurso de cucaña en Cabo de Palos. P. Sánchez / AGM

En Cabo de Palos, mientras tanto, el puerto se ha convertido en zona de baño tras el concurso de cucaña, que ha llenado el muelle de jóvenes lanzándose al agua de forma acrobática. Pese al bullicio, a las dos de la tarde el restaurante La Tana parece casi vacío. Pero no es por falta de reservas. Cabo de Palos muere de éxito. «Tenemos un 25% de clientes todos los días que llegan tarde porque no pueden aparcar, y un 10% acaba cancelando», afirma el responsable del establecimiento, Javier García. A veces no cabe más gente y no hay milagro posible.

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