El Grupo de Menores de la Policía Nacional detecta en la 'era Covid' un aumento de casos de abusos
Los agentes detuvieron a un hombre que ofrecía a los niños de un parque 30 euros a cambio de hacerles una felación
Había un niño de 14 años de aspecto agradable, bien vestido, bien peinado y aseado. Fue detenido hace un tiempo por abusar sexualmente de ... varios amigos del barrio donde vivía, menores que él. Pero, en el momento del arresto, algo no era normal.
El chico no tenía expresión alguna en los ojos. «Le vi la mirada vacía, sin sentimiento ni empatía, y le sugerí a la Fiscal de Menores que a ese niño tenían que tratarlo psicológicamente». Esos ojos impávidos se quedaron grabados en la memoria del inspector de la Policía Nacional Juan José Vivancos, y aún se le eriza el vello. «Lo normal es que en el momento de la detención el adolescente reaccione, niegue la acusación o asuma su culpa entre llantos. Sin embargo, aquel niño no se inmutó y eso me dejó helado», afirma.
El inspector Vivancos es el jefe del Grupo de Menores (Grume). Con treinta años de experiencia policial, relata que los peores delitos, los más sensibles, son los que tienen a un menor implicado, tanto si se trata de la víctima como si es el agresor. El Grume depende de la Unidad Central de Atención a la Familia y Mujer (Ufam) y cumple dos funciones: por un lado, la de la protección de los niños víctimas de cualquier tipo de maltrato, bien sea físico (incluido el abuso sexual) o psicológico. Y, por otro, tiene la misión de amparar a los adolescentes infractores hasta que el asunto llega a la Fiscalía de Menores, donde se instruye el delito.
Desde el inicio de la pandemia, el Grume ha intensificado su trabajo al incrementarse la violencia física y sexual entre niños en la escuela y en la calle, los abusos sexuales a menores y los malos tratos en el ámbito familiar.
Recientemente, efectivos de la unidad detuvieron a un hombre de unos 60 años que, en un parque de un barrio del norte de Murcia, ofrecía a niños de entre 14 y 16 años treinta euros a cambio de practicarles una felación.
«Cuando ocurren estos casos, la dedicación de todo el equipo policial es 24 horas, hasta que damos con el depredador sexual, porque a los niños no se les toca», apunta Vivancos.
Botellones en el punto de mira
Las celebraciones juveniles al aire libre centran ahora todas las miradas de la Policía, ya que se han convertido en un nido de violencia juvenil. En concreto, los botellones son, a menudo, escenario de supuestas agresiones y abusos sexuales. No en vano, casi todos los fines de semana llega alguna sospecha de abuso sexual hasta las dependencias del Grume.
«Los jóvenes han tenido restringida su libertad durante la pandemia. Eso ha provocado que, en cuanto han podido, hayan dado rienda suelta a sus impulsos y crean que deben recuperar ese tiempo perdido, bebiendo todo lo que no han bebido en un año. Eso conduce a situaciones de violencia impropias de estas edades». El último caso de presunto abuso sexual entre menores se produjo la pasada festividad de Halloween en Murcia. Hubo una detención y el asunto está en manos de la Fiscalía de Menores, tal y como adelantó LA VERDAD esta semana.
Alarma vecinal
Las bandas juveniles no proliferan en Murcia y la peligrosidad de las que hay se queda en meros hurtos. Sin embargo, en el último año y medio, la Policía ha identificado y detenido a los miembros de dos grupos de menores que se dedicaban a atracar a niños en Murcia. Actuaban con gran agresividad y no dudaban en golpear a su víctima para quitarle el móvil, el patinete que conducía o el escaso dinero en efectivo que pudiera llevar.
Una de las dos bandas actuaba en los alrededores del barrio de La Fama en Murcia. «Eran seis chicos que asaltaban a jóvenes que estaban de fiesta en la zona de Atalayas. Les intimidaban con una navaja o pegaban tirones de bolsos», explica el inspector Vivancos.
El radio de acción del otro grupo comprendía los barrios de El Ranero, San Basilio y La Flota. «Se trataba de una cuadrilla de tres chicos de 15 y 16 años, que llevaban sprays de pimienta para amenazar a los críos. En muy poco tiempo, dieron muchos palos y esto es algo característico de los jóvenes delincuentes: cuando un golpe les sale bien, reinciden de forma impulsiva».
El asunto despertó alarma entre los padres y vecinos de las zonas. La Policía logró identificarlos y los detuvo a las pocas semanas, tras desplegar un dispositivo con agentes de paisano. A los menores se les imputaron varios delitos de robo con violencia y fueron enviados a un centro de menores, donde permanecen en la actualidad.
Los hijos como instrumento
El confinamiento y las restricciones han hecho además que aumenten los abusos a menores por parte de sus familiares. Antes de la 'era Covid' se interponía una denuncia al mes, pero, desde el estado de alarma, los casos han aumentado a una denuncia semanal, según las estadísticas que manejan fuentes policiales.
Sin embargo, no todos los asuntos que llegan son verídicos. Hay un alto porcentaje de situaciones en las que los padres usan al menor como un instrumento en situaciones de separación para tratar de conseguir ventajas en ese trámite. «Son acusaciones graves, como abusos por parte de familiares de la pareja o tocamientos sospechosos del propio padre, que buscan sembrar la duda. Esto perjudica mucho a los niños».
Pero los asuntos que más le quitan el sueño al jefe de la Grume de Murcia son los menores desaparecidos, considerados de alto riesgo. En la actualidad, hay cinco casos de niños desaparecidos y todos ellos son menores no acompañados que se han fugado de centros de la Región.
«Aprovechan las salidas de las instalaciones para huir». Cuando se interpone una denuncia por desaparición, los movimientos en los primeros momentos son fundamentales para saber si se encuentra bien. Y aquí, las redes sociales son grandes aliadas, «ya que a través de esos canales solemos contactar con ellos. El 90% de desapariciones son fugas del domicilio familiar».
El último caso que atendió el Grume fue a finales de octubre, cuando una niña de 16 años viajó de Vigo a Murcia sin decir nada a sus padres, porque quería visitar a un adolescente de 16 años que había conocido por internet. «Imagínate lo que hubiese pasado si en lugar de ser un chico hubiese sido un adulto. Pensarlo pone los pelos de punta».
«Una menor roció la cara de mi hija con un spray de pimienta»
«A mi hija le roció la cara con un spray de pimienta una menor de catorce años en el parque del Auditorio de Fuente Álamo. Fue el último capítulo del acoso al que se ha visto sometida en el instituto al que acudía y del que se ha tenido ir por esta situación». La madre de una menor ha interpuesto una de las últimas denuncias por un caso de 'bullying' en la Región. El asunto salió a la luz el pasado 30 de octubre y, tanto la Guardia Civil como la Consejería de Educación, están investigando lo sucedido. El acoso en el entorno educativo, que antes de la pandemia ya se había incrementado de la mano de las redes sociales, se ha agravado sensiblemente durante la pandemia por el mayor uso de plataformas de comunicación digital. «Lo más habitual es que un menor de edad cree un perfil falso para insultar o poner fotos comprometidas de un compañero. Quienes lo hacen no son conscientes de que comenten delitos de injurias y vejaciones que hacen mucho daño», advierte el jefe del Grume.
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