La mujer que recibió un disparo en el robo de su casa en Murcia: «He vuelto a nacer y soy más fuerte»
Vanesa cuenta la pesadilla que vivió junto a su marido y cómo se recupera tras el asalto
Fuerza. Es la palabra que repite una y otra vez Vanesa Álvarez, de 44 años, sentada en el sillón del salón de su casa. Esa butaca es la que utiliza para dormir desde hace más de un mes porque el dolor que tiene por las tres costillas fracturadas no le deja descansar. Es una de las secuelas del disparo que recibió en un hombro el pasado 9 de mayo, cuando tres encapuchados asaltaron su casa armados hasta los dientes. Uno de ellos le disparó a quemarropa.
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Vanesa tuvo una reacción instintiva de protegerse poniendo la mano delante y ese gesto le salvó la vida. La mano desvió el proyectil lo suficiente para cambiar su trayectoria e impactó en la clavícula. «Iba directa al pecho». Fue algo inexplicable y sorprendente, pero no fue el único prodigio que sucedió esa noche. «Los médicos me dicen que tengo un ángel de la guarda», afirma.
La bala pasó entre el dedo pulgar y el índice, rompió el hueso de la primera falange y le quemó parte de la palma. El proyectil entró por la clavícula y la escápula, descendió, pasando cerca del corazón y la arteria aorta, le rompió las tres costillas que no le dejan dormir y se alojó bajo un pulmón. Una parte de ese órgano fue extirpado cuando la operaron en el hospital de La Arrixaca para extraer el plomo. Este fue el segundo milagro.
«Estaba en el suelo y solamente noté calor en una mano. Yo pensaba que la pistola era de fogueo y que me había quemado, pero no supe que me había disparado en el hombro hasta que desperté al día siguiente en el hospital». Lo que vivió el matrimonio esa noche fue uno de los robos en vivienda habitada más violentos que ha ocurrido en la Región en los últimos años.
Eran las once y media de la noche del jueves 9 de mayo. La pareja estaba sentada en el sofá de su salón hablando de la celebración de la próxima comunión de su hija. Su perro, un labrador, comenzó a ladrar en el exterior de la casa. «Le dije que parara, pero él siguió. Vi que sus ladridos se dirigían hacia el interior de la vivienda, a la escalera que da al salón. Me levanté del sofá y de repente vi bajar a tres hombres encapuchados, dos de ellos eran altos y el tercero, un poco más bajo. Llevaban pistolas y un palo».
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Uno de los intrusos se puso detrás del sofá y le colocó el hierro en la cabeza al hombre. Otro merodeaba por el salón con el palo y el tercero, el supuesto cabecilla, estaba delante de Vanesa. «'¡Dame el dinero, dame el dinero!', me gritaba. Yo le dije que no teníamos dinero y le empujé. Él reaccionó lanzándome al suelo. Me quedé mirándolo y me apuntó con la pistola y ahí mismo me disparó». El pistolero se dirigió al encapuchado que estaba apuntando con la pistola en la cabeza de su marido, le lanzó una manta y le ordenó, con acento de un país del este de Europa, que presionara la herida. Los dos ladrones más altos empezaron a golpear a su esposo con la barra, gritándole que les diera dinero. El hombre les dio el efectivo de su cartera, asegurando que no tenía más. Mientras esto ocurría, Vanesa estaba en el suelo, con el tercer integrante de la banda que le taponaba el agujero de la bala.
Su cabeza, no obstante, no estaba en la gravedad de la herida. Ella solo pensaba en que no entraran al cuarto que había junto a la cocina, donde dormían sus hijas de 8 y 6 años. «Por favor, no entre en esa habitación, le dije. No se preocupe, no vamos a entrar. Esto no tenía que haber pasado, me respondió el hombre con acento sudamericano». Las niñas no se enteraron de nada de lo que pasó. Y aquí se produjo el tercer hecho al que siguen dando gracias.
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Con el exiguo botín en su poder, los asaltantes se comunicaron con una persona en el exterior de la propiedad a través de intercomunicadores y, antes de marcharse, les obligaron a darles las grabaciones de las cámaras de seguridad. Los tres ladrones salieron por la puerta principal y huyeron en dirección al camino de Tiñosa. La Policía Nacional, que había sido alertada del robo por una vecina, llegaron pocos minutos después. «No se cruzaron por muy poco».
Los policías nacionales solicitaron el envío urgente de sanitarios para atender a la mujer que presentaba herida de bala. Facultativos de la Unidad Móvil de Emergencia del 061 atendieron a la mujer y la trasladaron al hospital de La Arrixaca, donde fue operada de urgencia para extraerle la bala. «Agradezco a los médicos que me atendieron y a los policías por su dedicación y profesionalidad. Gracias a ellos estoy aquí».
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Después de vivir una situación tan traumática, Vanesa asegura que se ha hecho más fuerte, que ahora tiene más ganas de vivir y que no tiene miedo. «Yo misma estoy sorprendida de la manera que he afrontado lo que me ha pasado. No sé de donde salen las fuerzas, pero estoy muy fuerte. Nunca lo hubiera imaginado».
«Sigo viviendo y durmiendo en mi casa. Y no puedo decir que no sienta nada. A veces tengo hormigueos cuando miro hacia la escalera desde donde vinieron, no voy a mentir, y siento rabia, pero sobre todo estoy feliz y miro para adelante. Las muestras de cariño de mi familia, amigos, vecinos y conocidos me empujan a eso».
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-Lo que ha vivido, ¿ha hecho que cambie su forma de ver la vida?
-He visto que hay muchas cosas valiosas por las que merece la pena luchar y hay que restar importancia a problemas que parecen muy grandes pero son insignificantes. Quiero disfrutar al máximo cada momento con mis hijas y mi marido. Y he aprendido que tenemos una fortaleza que desconocemos, pero está ahí y es inhumana y aparece cuando menos lo esperas.
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«Llegaron los policías, la ambulancia y ahí empezaron mis ganas de vivir. Gracias»
«Mi marido llamó inmediatamente al 091 y sorprendentemente le dijeron que los agentes estaban en la puerta. Llegaron los policías, la ambulancia y ahí empezaron mis ganas de vivir. Actuaron de diez, gracias. Gracias al médico que me atendió, pude llegar a La Arrixaca, donde entré completamente sedada para operarme de urgencia de vida o muerte al estar la bala bajo el pulmón». Este es un fragmento de un mensaje publicado por Vanesa contando lo que pasó y agradeciendo a los profesionales que le atendieron su trabajo.
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«Los médicos se echaron las manos a la cabeza de ver el recorrido que hizo la bala por mi cuerpo. Entró por la parte trasera del hombro y, desde la escápula bajó, por la clavícula hasta detenerse bajo el pulmón, encharcando el abdomen, rompiendo tres costillas. Pero milagrosamente pasó a escasos centímetros de la arteria aorta, del corazón, y no tocando ningún órgano vital. Gracias al cirujano doctor Javier Ortega la extracción fue un éxito y pasé a REA, donde estuve tres días y me trataron de maravilla. Luego pasé a planta y, tras ocho días en La Arrixaca, donde mi pulmón llegó a funcionar muy bien, me trasladaron al Reina Sofía. Gran trabajo del Dr. Francisco Javier Lajara, que fue muy delicado en mi cura de la mano. Siete días después de entrar al Reina Sofía, pasé de nuevo al quirófano y todo salió de maravilla. Dos días después, me dieron el alta».
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