Refugiado afgano en la Región: «Vi cómo mataron a mujeres y niños»
Farhad fue rescatado junto con su familia el 22 de agosto de Afganistán, un país en el que afirma que «nunca he conocido la paz ni la libertad total»
CARLOS MIRETE
MURCIA.
Miércoles, 8 de septiembre 2021, 02:40
A pesar de que han pasado más de dos semanas desde que Farhad A. despegó de Kabul con toda su familia rumbo a España, ... parece que sus ojos permanecen todavía allí. Como si en la piscina color ámbar de su retina los recuerdos más inquietantes fluyeran con libertad, impidiendo la paz absoluta en su mirada. Sin embargo, su voz y sus manos transmiten lo contrario. No existe precipitación o nerviosismo. Lo explica todo pormenorizadamente con una calma asombrosa. Quizá porque cada palabra que expulsa es una carga menos en el pesado equipaje que trajo consigo involuntariamente desde el país asiático. Como si fuese soltando lastre para que la parte de él que aún continúa allí pueda despegar definitivamente.
«Estuvimos cuatro días en el aeropuerto, durmiendo a la intemperie, sin comida ni agua», confiesa. Las ideas parecen agolparse en su cerebro, puesto que divide cada respuesta en varias intervenciones para dar tiempo al intérprete a traducir todo lo que quiere contar. Cuando narra los momentos de angustia que vivieron él y su familia en el aeródromo, gesticula con mayor frecuencia. Sus manos se mueven de arriba a abajo y de izquierda a derecha, como si trataran de escapar de los empujones que sufrieron allí. «La situación provocó que muchos no aguantaran y prefirieran regresar a sus casas», afirma. Caos. Disparos. Gritos. Cierre de puertas. Más disparos. Más gritos. «Los talibanes trataban de poner orden disparando. Recuerdo que cerca de nosotros mataron a mujeres, niños...», rememora con tristeza. «Había tanta confusión que no conseguías enterarte de todo lo que pasaba a tu alrededor», expone.
Antes de abandonar Afganistán, Farhad ya se vio obligado a escapar de su pueblo natal. Colaborar con la embajada española conllevaba unos riesgos que lo mantenían en un estado cercano a la esclavitud. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Ese era el recorrido que realizaba diariamente, sin desviarse lo más mínimo. «Era muy peligroso para mí moverme con libertad, así que no lo hacía». Llegó un momento en que, debido al aumento de la amenaza que se cernía sobre zonas rurales como la suya, emigró a Kabul. Tuvo que dejar atrás a su familia sin una perspectiva clara de cuándo podría verla de nuevo.
«Estuvimos cuatro días durmiendo a la intemperie sin comida ni agua; los talibanes trataban de poner orden disparando»
Tras un mes en la capital afgana, su familia se desplazó también con él, puesto que ya apenas existían regiones seguras. «Kabul seguía siendo un lugar peligroso, pero menos que mi pueblo», explica Farhad. Una vez allí, cuando comenzó la evacuación de los civiles, recibió una llamada por parte del Ejército español. «Me puse muy contento cuando descubrí que eran ellos. Nos detallaron los horarios de los aviones que podían rescatarnos», asegura. Añade que también se les aconsejó llevar algún tipo de tejido con los colores de la bandera nacional para ser más fácilmente reconocibles en la distancia.
Un nuevo futuro
Farhad se muestra encantado con el trato que está recibiendo de los vecinos de la Región, donde reside ahora con su familia, y de los voluntarios de Cepaim, que le han brindado el apoyo necesario para su integración. «La gente aquí siempre quiere ayudar, algo que yo agradezco enormemente».
Sin embargo, en la distancia, sigue sufriendo con el conflicto de su país. Al respecto, se le escapa una frase reveladora. Pese a ser pronunciada con la inocencia de un niño que abre los ojos por primera vez y contempla cómo el mundo se abre paso a su alrededor, contiene la violencia de una realidad salvaje e inhumana: «Nunca he conocido la paz ni la libertad total en mi país».
Aunque de momento disfruta de una mayor seguridad en España, Farhad no pierde la esperanza. Por eso dejó una parte de él en Afganistán. Por si, en algún momento, llegaba a conocer la libertad allí. Por si, en algún momento, sus ojos color miel recuperaban el brillo que se apagó cuando vieron tan de cerca la muerte.
«En el aeropuerto dispararon incluso las fuerzas especiales»
La palabra que mejor resume el periodo durante el que se prolongó el rescate de los distintos colaboradores que las fuerzas occidentales tenían en Afganistán es caos. La confusión reinante provocó asaltos desesperados por parte de unos ciudadanos que se impacientaban ante la posibilidad de quedarse en tierra. Pero la población civil no fue la única causante del alboroto. «En algunas ocasiones, hasta las fuerzas especiales de los ejércitos dispararon y provocaron heridos», asegura Farhad. La avalancha de gente procedente de los cuatro puntos cardinales propició que, instantes después de evacuar a los ayudantes de Turquía, se cerraran las puertas para bloquear el acceso al aeropuerto. «Nos dijeron que eran los que en mejor forma estaban y por eso iban en primer lugar, pero eso solo provocó más nerviosismo», razona. «Cada uno teníamos un papel o una tela de un color distinto y se hizo muy difícil que nos pudieran identificar», concluye Farhad.
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