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Isabel y José duermen en una de las marquesinas, situada junto al jardín del Malecón, en Murcia. R. H.

Una familia que vive en las calles de Murcia: «Con dos euros comemos cuatro»

Un matrimonio, su hijo y su nuera viven sin hogar desde hace dos años, cuando fueron desalojados de una casa que ocuparon

Domingo, 23 de enero 2022

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Isabel Muñoz recuerda la Nochevieja como si hubiese celebrado un banquete de bodas. Ese día, ella y su marido, José Fernández, cenaron «como reyes». Hojaldres, embutido del caro, 'ceviche' relleno de atún, turrón y hasta una botella de champán. Viandas que rellenaron el hueco de sus barrigas. Para acabar el festín, esa noche despidieron el año comiendo uvas en la plaza Cardenal Belluga, frente la Catedral de Murcia. «Parecíamos un matrimonio normal». Pero con el sonido de la última campanada, la fábula terminó e Isabel y José, de 64 y 63 años, respectivamente, recogieron la súbita felicidad y volvieron a los soportales del templo, donde tenían amontonado un ejército de mantas y ropa de abrigo.

Allí, iniciaron el ritual de montar su cama sobre la base de gruesos cartones y la realidad les volvió a quitar la mueca alegre de la cara. Isabel recuerda las navidades como una época en la que la gente les soluciona el día. «Hay más generosidad. Dan más limosnas o nos dan comida. Se nota la abundancia». Pero esas fechas pasaron y las apreturas vuelven a notarse en la calle. «Somos muchos pidiendo», lamenta.

El matrimonio monta la cama en el interior de la estructura de madera, el pasado jueves por la tarde. Verabril

Isabel solo pudo conseguir el pasado jueves dos euros en la plaza Fuensanta, junto a El Corte Inglés. Con ese dinero comió toda la familia: ella, su marido, su hijo, su nuera y su perro. «Compramos pan y embutido y nos hicimos bocatas».

Las marquesinas junto al Malecón son dormitorios improvisados muy solicitados. «Si no llueve, es como el hotel Palace»

Los cuatro y la mascota duermen desde hace dos semanas en las marquesinas que hay en el plano de San Francisco, junto al jardín del Malecón, en Murcia. Los cubículos son dormitorios improvisados muy solicitados para algunas personas sin hogar. «Si no llueve, es como el hotel Palace de la calle, aunque a veces la Policía nos echa de aquí», afirma.

Los días para el matrimonio son tan previsibles como la jornada anterior. Se despiertan antes de que amanezca, pero aguantan bajo la montaña de abrigo hasta las ocho de la mañana. Recogen las mantas y caminan con la piel tiesa por el helor y el hambre en los bolsillos. «Lo peor de la calle es el frío y no tener ni para un café que te caliente», apunta la mujer. Dan un paseo por el Ayuntamiento para hacer tiempo hasta que son las diez de la mañana. A esa hora, Isabel coge posiciones en alguna esquina de una calle del centro de la ciudad. Su marido se sienta cerca de ella, en algún banco. «Él no pide». A veces, explica, tienen que irse a zonas más alejadas, donde las limosnas son más escasas. «Somos muchos pidiendo», reitera Isabel.

El tiempo pasado no fue mejor

Son las siete de la tarde y la pareja acaba de ocupar uno de los compartimentos. Colocan cartones en las rendijas de la estructura para evitar que entren los caños de aire gélido. Montan dos colchas espesas que hacen de colchón y, sobre ellas, estiran otras cuatro mantas recias bajo las que se cobijan. El matrimonio lleva dos años viviendo en la calle desde que la Policía les desalojó de una vivienda que ocuparon en Águilas. «Era de un banco y nos metimos porque no teníamos donde ir». El caso es que para la pareja no existen muchos tiempos pasados mejores.

Llevan una vida de esquina en esquina, empujando su carro con bolsas de comida pasada y mantas con años de 'pilotaje'. Solo hay un paréntesis en el que el matrimonio disfrutó de una vida más cómoda. Fue hace más de una década, cuando José logró un trabajo en la vendimia francesa. «En la empresa La Poma», exclama el hombre escueto. Pero perdió el puesto por una enfermedad y desde entonces «ya está», indica la mujer. «¡Ya está!», repite en alto José sentado en el borde del improvisado camastro.

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