Caricatura sobre los fraudes electorales durante la época de la Restauración referidos a la aparación de papeletas con los nombres de quienes habían fallecido.

La Murcia que no vemos

«¿Pero cómo va a votar el tío Paco si espichó hace dos años?»

La Murcia que no vemos ·

Las murcianas ejercieron su derecho al sufragio, por vez primera y entre mil fraudes, hace ahora 90 años justos

Domingo, 28 de mayo 2023, 07:59

Para votar en Campos del Río, allá por el año 1909, había que ser, cuando menos, el protagonista de la saga 'Misión imposible'. Cierto es ... que la urna estaba instalada... aunque la ley no especificaba dónde. Así que el alcalde, que era largo, la colocó en el piso superior de la escuela. Para acceder allí había que guardar cola en una sala de 3,8 metros de ancha por diez de larga, «subir una escalera de caracol de ochenta centímetros de anchura y atravesar una habitación intermedia», contaba la prensa. Imaginen las colas. Pero incluso superando la tediosa espera y los obstáculos, aún quedada uno: la voluntad, por no escribir otra cosa más redonda, del presidente de la mesa electoral, quien negaba el voto a quien sospechara que no apoyaría a su alcalde.

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Por rematar la parodia, que ni Buñuel la retratara igual, se adelantó el reloj media hora para aligerar la votación. Y ordenaron encarcelar al candidato de la oposición, a los interventores y, claro, al notario del pueblo que podía dar fe del entuerto. Con un par. Tan arriba se vinieron que, tras el recuento, vino la guinda del pucherazo: los conservadores obtuvieron 9 votos frente a los 700 de sus oponentes. Y a escupir a la calle.

Similares usos observarían los conservadores. Un caso sonado ocurrió en Novelda, donde en 1905 los votos de los fallecidos «han aparecido por arte mágico en las urnas», contaba 'El Liberal de Murcia'. Allí contaron más de sesenta papeletas que votantes. Se les fue la mano.

Con todo, en verdad, eran unos aficionados. La palma se la llevó el alcalde pontevedrés de Lalín. Denunció la prensa que, al acceder al colegio electoral, los votantes encontraban «un enorme montón de estiércol, por el que tenían que subir hasta llegar a una escalera de mano y trepar para encontrar la urna»... y detrás al alcalde. «Que vayan subiendo, que vayan…», diría el sujeto.

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'La Paz de Murcia' contaba así el pucherazo del alcalde de Albudeite en 1898.

Este es solo un ejemplo de las triquiñuelas empleadas durante las elecciones, algunas de ellas tan antiguas en la historia como orinar a pulso. Pero hubo más. E igual de sabrosas. Por ejemplo, los denominados «votos milagrosos». Así se llamaban aquellos que correspondían a fallecidos. Porque los muertos murcianos han votado más de una vez.

Aparte, «los individuos que figuran con su propio nombre dos y tres veces en el censo, y los de infinidad de jóvenes de 19 a 24 años que aparecen capacitados, según las listas, para emitir su sufragio», denunciaba 'El Liberal'. Un desastre.

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Las elecciones de 1898 para diputados a Cortes tampoco tuvieron desperdicio. Los liberales recorrieron la madrugada anterior las calles de Alguazas dando tiros. El alcalde los acompañaba y, al día siguiente, ordenó que detuvieran al presidente de la mesa electoral.

Denuncia del diario 'El Heraldo' durante las elecciones celebradas en el año 1901.

Poca cosa si tenemos en cuenta que, el mismo día y en Molina, «cerca de 200 hombres armados con escopetas, capitaneados por el alcalde, tenientes y secretario del juzgado municipal» y acompañados de varias parejas de la Guardia Civil, detenían a cuantos se atrevieran a acercarse a la casa de uno de los candidatos para llevarse los votos. Así lo narró el diario 'Las Provincias de Levante'.

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Suma y sigue. Las actas levantadas en Ceutí no podían ser más falsas. Los 18 interventores de derechas habían votado… ¡Al candidato de la izquierda! La compra de votos era tan habitual que los diarios la publicaban con normalidad. Es el caso de las elecciones de 1910 en Yecla, que acabaron con una monumental trifulca y varios heridos. Unos años antes, en 1896, serían procesados los concejales de Jumilla. Igual que los alcaldes de Albudeite, Alguazas, Mula, Pliego y Archena, entre otros. Ya entrado el siglo XX, en las elecciones de 1909, el delegado del Gobierno se trasladó a Bullas y ordenó quemar las papeletas.

Fotografía publicada en LA VERDAD de las elecciones de 1933 cuando votaron las mujeres.

Habría que esperar, por cierto, hasta noviembre de 1933 para que las murcianas, por vez primera, votaran. Basta repasar los censos para constatar la importancia de su voto. Sin valoraciones políticas, basándonos en los números, en muchos municipios podían votar más mujeres que hombres. Por ejemplo, en Alcantarilla, con «2.217 hembras», según la terminología al uso, frente a 1.994 varones. O Beniel, 757 frente a 708. O Cartagena, con 25.101 frente a 21.863. Curioso que nadie recuerda tan preciada efemérides. Aún queda el misterio de explicar, que buena investigación es para los alumnos de Derecho Constitucional, por qué en las elecciones de 1898 aquel primer edil detenido en Albudeite dictó un bando «prohibiendo que bebieran vino los jornaleros dedicados a las faenas agrícolas». Doce fueron detenidos por desobedecer. Y, seguramente, también por ser sospechosos de no votar al alcalde. Ni siquiera borrachos.

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