1. Crespo fotografió el esqueleto de los Vélez; 2. Instantánea antigua donde se aprecia la calavera; 3. Segunda fotografía inédita sobre la pieza histórica.

El misterio de la desaparición del esqueleto que reía en la Catedral de Murcia

La Murcia que no vemos ·

Una antigua leyenda sostiene que el marqués de los Vélez lo colocó para burlarse de su enemigo el obispo

Domingo, 19 de noviembre 2023, 07:55

De estar en otra ciudad, lo hubieran convertido en un gran reclamo turístico. De estar en otras latitudes, una legión de escolares iría a contemplarlo ... y, de paso, empaparse de nuestra historia. Pero no tuvo esa suerte el célebre esqueleto risueño de la Catedral. Desapareció de un día para otro del balcón interior de la capilla de los Vélez.

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¿Y dónde está? Misterio. Unos creen que arrumbado en algún almacén, lo que en esta tierra es habitual cuando se trata del patrimonio. Otros, en cambio, aseguran que fue destruido. En este caso, hay un delincuente impune, pues cuanto contiene el templo está protegido.

Un tercer grupo, en menor número pero con mayor cinismo, sostiene que nunca existió la pieza. Aunque una antigua fotografía prueba su existencia. Esqueleto hubo. Pero estaba por aclarar si fue tallado en la roca o era de madera.

Dos nuevas fotografías prueban su existencia gracias al concejal de Cultura, Diego Avilés

Cuando nadie lo esperaba, todas las dudas se han resuelto. Y gracias a la espléndida idea del concejal de Cultura Diego Avilés de escanear la colección fotográfica de José Crespo 'Catálogo monumental de Murcia y su término municipal'. Nada menos que 3.197 instantáneas de la Murcia que se fue.

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José Crespo García (1905-1978) fue un maestro que confeccionó 14 álbumes con fotografías de pequeño formato. Su propósito fue recoger cuanto de interés artístico existía en el municipio de Murcia, incluyendo reproducciones de grabados y fotografías antiguas de monumentos desaparecidos, catalogando así todo el pasado murciano.

La supuesta representación del obispo en el exterior de la capilla.

Entre las miles de instantáneas, sorpresa: aparecieron dos del mismísimo esqueleto de la Catedral. El título de ambas es idéntico: «Esqueleto de madera forrado de piel» y realizado «para los funerales de Felipe V o Carlos III».

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La mención a esos Reyes no es baladí. Sobre el origen de tan sonriente calavera existen varias teorías y dos leyendas. Algún autor sostiene, quizá con grande acierto, que la pieza formó parte de uno de aquellos túmulos funerarios que se levantaban en la Catedral cuando fallecía algún monarca.

Acabaron a palos

Túmulos, como reyes, hubo muchos. El funeral de Fernando VI, a quien otros investigadores atribuyen el esqueleto, tuvo lugar en la Catedral el 9 de octubre de 1759, con gran pompa. El túmulo rebasó los cuatro arcos centrales, todo vestido de bayetas y luces. Por los cuatro lados pendían trofeos, jeroglíficos, armas reales y las de la Ciudad. Y un esqueleto que, claro, simbolizaba a la muerte.

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La leyenda, en cambio, resulta más sabrosa. Aunque hay otra que habla de amoríos y que ya contaremos cuando toque. Cierto es que Pedro Fajardo y Chacón (1507-1542), primer marqués de los Vélez tenía un carácter endiablado. Eso bien lo pudo comprobar el obispo de Almería Diego de Villalán cuando le disputó al noble el reparto de los diezmos y el negocio de la lana.

El obispo quería levantar una nueva Catedral y necesitaba fondos. Y el marqués ansiaba pagar lo mínimo y que las nuevas iglesias las costeara la Diócesis. Así comenzó el enfrentamiento, que devino en escándalo.

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Pedro Fajardo no se arredró y le mentó al señor obispo todas sus castas, acusándolo de gastarse en prostitutas el dinero de las limosnas. Cuando supo que había llegado a la Corte un legado del Papa, escribió a su contacto ordenándole: «Al qual [al legado] querrí mucho que hiçiesedes relaçión de la mala vida y costumbres deste diablo». En otra carta denunció que el obispo «por hacer vejaciones y fatigar a mis vasallos, busca los peores y de peor vida que halla y rufianes para poner por curas».

Una crónica de LA VERDAD lo citaba en 1971.

El prelado debía ser también hombre pendenciero, pues a la primera ocasión en que se encontró con el marqués, acabaron los dos dándose palos. Fajardo, más curtido en esas lides por tantas batallas libradas, casi mata al obispo tras propinarle, como diría un castizo, una tremenda 'guantá' con la mano abierta. De inmediato, el noble fue excomulgado por semejante atrevimiento.

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Al marqués poco le preocupó. De hecho, cuando le advirtieron de que excomulgado iría de cabeza al infierno, él respondió que prefería mil condenaciones eternas que ir al cielo y encontrarse allí con el obispo. Sin embargo, restaba un detalle: excomulgado no podía enterrarse en la capilla que comenzó su padre y estaba concluyendo él.

Una burla al prelado

Esta trifulca con el obispo provocó que Fajardo, según la leyenda, colocara en el balcón de su capilla un esqueleto risueño en ademán de estar predicando, como si del mismo prelado se tratara o para burla de quien celebrara allí la eucaristía. Por cierto, también ordenó incluir en el exterior una estatua en piedra del señor obispo montado (o sostenido) a lomos del diablo.

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«Para más humillación viste de franciscano con la capucha y sin mitra, por báculo lleva una vara, pero sin la clásica voluta», apuntará más tarde el cronista Antonio de los Reyes. Cierto es que la pieza se colocó en la época que ambos andaban enzarzados. La figura muestra una faltriquera colgando de su mano y que simboliza más el amor por el dinero que por la predicación.

Otra información de LA VERDAD destacaba en 1940 el «esqueleto humano»

Las referencias al esqueleto son diversas. El erudito Fuentes y Ponte señalaba que la pieza «sirvió en las exequias de Carlos III y ha dado lugar a múltiples consejas».

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Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia y marquesa de los Vélez, durante una visita que realizó en 2007 a Murcia comprobó que la pieza ya no existía. Y publicó: «Esqueleto predicador, esculpido en sillares de obra y alto relieve, que ocupaba el púlpito, hoy estúpidamente vacío, broma de un marqués, que estando a la greña con el obispo de Almería, genovés y monopolista de la exportación de la lana, quiso gastarle la broma 'post mortem', de ocupar su lugar, predicando eternamente a los fieles».

La existencia del esqueleto está fuera de toda duda. Aparte de las instantáneas que se conservan, incluso hay referencias bibliográficas. Una de ellas es la 'Guide Bleu de Hachette', edición de 1957, que aconseja para la visita de la capilla: «En el púlpito de la izquierda, notar el esqueleto predicando». Otras referencias al esqueleto pueden encontrarse en diversas publicaciones del siglo XX y en algunas crónicas periodísticas.

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En cualquier caso, alguien al que aún no le ponemos nombre decidió retirarlo, privando así a la ciudad de una curiosa leyenda que bien serviría de acicate para impulsar el conocimiento de nuestra historia. Una pena.

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