Junto al Malecón. El mercado de los jueves, cuando estaba en el Plano de San Francisco. Al fondo, la primitiva plaza de Verónicas.
La Murcia que no vemos

El mercado de los jueves cumple medio siglo en el barrio de La Fama de Murcia

Domingo, 3 de diciembre 2023, 08:15

Fue el rey Alfonso X el Sabio, enamorado de las bondades de esta bella tierra, quien le concedió a la ciudad la celebración de un ... mercado semanal, que vendría a continuar la dilatada tradición de los zocos moros y judíos. Aquellos bazares estaban instalados entonces al final de la calle Santa Teresa, extramuros, «junto a la Puerta del Azogue, que equivale a zoco y en romance a mercado», apuntó en su día el periodista Serafín Alonso.

Publicidad

El privilegio, que no era tan frecuente en la época, fue emitido en mayo de 1266. En el mismo documento, el monarca también concedió a Murcia una feria comercial, germen de la que hoy se celebra en septiembre.

El lugar elegido para el mercado de los jueves fue la populosa plaza de Santo Domingo, a un tiro de piedra de los Reales Alcázares donde se hospedaba Alfonso X. Allí donó la Corona hasta veinte tahúllas, que son más de 22.000 metros cuadrados, como recinto ferial. La decisión del Rey impulsó la economía local y atrajo numerosos comerciantes de otras ciudades españolas y europeas.

El aumento en el número de vendedores, que estaba cantado puesto que no pagaban impuesto alguno, extendía el número de puestos hasta la antigua plaza del Esparto, renombrada después de Santo Domingo. Y antes del Mercado, donde se abría también una puerta de la muralla. La seda y los frutos de la huerta comenzaron a exportarse a toda Castilla. Además, la nueva cita semanal propició la construcción del primer Almudí y la llamada Casa de la Sal. Quizá por aquel tiempo arrancó la después asentada industria de la conserva murciana. Y lo haría en forma de arrope, en ollas de barro selladas con yeso.

Publicidad

Aunque no todo se reducía a realizar negocios. Juegos y justas caballerescas, alardes de caballeros, exhibiciones circenses convocaban a los parroquianos en plazas, mesones y posadas, que pronto proliferaron.

No hace falta imaginarlo. Algún cronista de la época lo describió así: «Concurre tanta gente cada jueves que de ninguna manera se puede pasar. Acuden a él de las montañas y Reino de Valencia, del marquesado de Villena y la comarca de Caravaca y Alicante y de todo el Reino».

Publicidad

En el lugar se podía hacer casi de todo. Hasta escuchar misa, después de que un corregidor ordenara una celebración diaria para que quienes poblaban durante horas el mercado cumplieran con sus obligaciones religiosas.

El segundo emplazamiento se produjo cuando el Concejo se estableció en el antiguo Arenal, donde aún se alza hoy el Ayuntamiento capitalino. Resultó lógico que el mercado se instalara junto al río. Pero no todo el año. Solo de noviembre a marzo, al parecer, por considerar ese enclave urbano más idóneo para invernar. Así se autorizó en 1695.

Publicidad

Anota Cristóbal Belda en su obra 'Arte en la Región de Murcia: de la reconquista a la ilustración' que en el lugar se levantaron unos porches, como también los tuvo el Almudí, para facilitar la labor de trueque. Curiosamente, el 9 de junio de 1766 se decidió que, por vez primera en la historia, el mercado se trasladara a los miércoles cuando jueves cayera festivo.

En el semanario 'El Segura' podía leerse, en 1840, una sabrosa descripción de tan concurrida cita comercial que se celebraba en el Arenal, actual Glorieta. A la izquierda, publicaba el redactor, observaba «los vistosos edificios que circuyen aquella especie de bazar, cuajado de millares de personas, que apenas pueden moverse, en cuyos trajes de colores variados forman un divertido mosaico».

Publicidad

El lodazal de La Fama

En los años medievales cuando se concedió el mercado a Murcia era el actual barrio de La Fama un lodazal apestoso e intransitable. Así lo cuenta el célebre Don Juan Manuel, literato sobrino de Alfonso X, en su 'Libro de la caza' al destacar los problemas para perseguir a las aves en semejante barrizal.

El diario LA VERDAD anunció el 18 de diciembre de 1968 una trascendente decisión municipal. El titular de la noticia era: 'Nuevo emplazamiento del mercado semanal: polígono de La Fama'. El periódico informaba de que, debido a la «gran importancia que por su volumen adquiere el mercado semanal en vísperas de la Navidad», se decide trasladarlo. Sobre el plano, ocuparía los terrenos «entre la Gran Vía Alfonso X el Sabio y la carretera de Churra», por lo que se prohibía el aparcamiento. A aquella gran calle acabarían llamándola, sin éxito popular alguno, avenida 18 de Julio.

Noticia Patrocinada

Juan Gómez Maya, en un artículo de la revista 'Murgetana', en cambio, sitúa el traslado durante el verano de 1960, citando otro artículo de mi querido antecesor cronista, Carlos Valcárcel. Gómez, además, destacó sobre el lugar del mercado «algún intermedio transitorio en el Botánico y en Vistabella».

No andaba descaminado. El diario 'Línea' anunciaba el 15 de octubre de 1963 que se celebraría a partir de entonces «en su antiguo emplazamiento del Jardín Botánico». Pero, a falta de algún rebusco más certero, fue en 1968 cuando los periódicos anunciaron el traslado al entonces flamante polígono de La Fama. O, cuando menos, llegó allí para quedarse.

Publicidad

A finales de la década de los 70 muchos vecinos de la zona, hartos de las molestias cada jueves, clamaron en los diarios porque se trasladara. El Ayuntamiento miró a otro lado. Y allí sigue, con su bullicio característico, más de medio siglo después.

Algún autor refiere una antigua leyenda sobre él, protagonizada por el Adelantado del Rey, quien, durante una comida con los encargados de la vigilancia y la recaudación, les confió su extrañeza porque los ingresos cada vez eran menores a pesar de que los impuestos subían y subían sin parar. Muy sesudas respuestas recibió el pobre Adelantado, hasta que un anciano vendedor de verduras se puso en pie. Todos se sorprendieron al ver cómo cogía un gran puñado de harina y se lo pasaba a quien estaba al lado suyo.

Publicidad

Entonces pidió que fueran pasando el puñado, de uno en uno, hasta que llegara al Adelantado, al otro extremo de la sala. Así lo hicieron mientras se mofaban del estúpido juego. Sin embargo, cuando la harina alcanzó las manos del representante del rey, apenas quedada una cuarta parte del puñado inicial. «Mire usted las manos de estos señores», se limitó a decir. Todos las tenían blancas de harina. Y nadie se atrevió a decir ni pío.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad