Guía improvisada para disfrutar de la Romería de la Fuensanta
La Murcia que no vemos ·
Siglos de devoción, tradición e historia se funden en la más multitudinaria fiesta que Murcia celebra un martesSiglos de sabrosa tradición se amontonan, aunque menos que murcianos se dan cita esa mañana, en el martes histórico cuando la Patrona de Murcia retorna ... a su santuario del monte. Y tantas veces pasan desapercibidos muchos detalles curiosos que, sin duda, permiten disfrutar aún más de una jornada indispensable en la agenda de todo nacido en esta tierra. Estas son algunas claves que evidencian cómo la historia se funde con la devoción en la más multitudinaria fiesta que celebra Murcia.
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Desde época romana
Desde la época romana eran conocidas las fuentes del monte, entre las que destacaba una por el espléndido sabor de sus aguas, que adquirieron fama de milagrosas. De ahí la denominación de la fuente. Una de las primeras referencias a la Virgen está fechada el 19 de febrero de 1.429, en un acuerdo sobre la «donación hecha por el Concejo de la huerta y árboles de Santa María de la Fuensanta con el agua de ella». En otra acta del Cabildo de 13 de octubre de 1522 se hace referencia a la pequeña ermita que ordenó levantar el obispo junto al manantial y la imagen que allí recibía la visita de miles de peregrinos.
Arrixaca arrinconada
La antigua Patrona era la Virgen de la Arrixaca. La talla románica del siglo XIII había sido entregada por Alfonso X y glorificada por el Rey Sabio en sus famosas 'Cantigas'. Durante el siglo XVII, a causa de grandes sequías, se convocó una rogativa con la imagen. Pero no llovió.
Las plegarias fueron en vano y el pueblo desesperaba. Entonces, el Cabildo de la Catedral recordó que en el monte, entre oliveras y maticas de tomillo y romero, existía una imagen llamada Fuensanta, fuente y santa. Hasta el nombre le era favorable. Las crónicas relatan que el mismo día en que fue traída a Murcia un temporal de nieve empapó la tierra ya reseca. El periodista Martínez Tornel añadiría otra razón para el cambio: «Creemos que la antigua patrona dejó de serlo por el nombre, que no dice nada a la fe y al sentimiento, aunque diga mucho para la historia». Además de un cambio en los gustos estéticos de la población, quizá.
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Un martes y un jueves
Desde el siglo XVIII, la imagen comenzó a regresar a la ciudad, aunque nunca se establecieron días concretos. Se sigue la antigua máxima de que «un jueves la traen y un martes se la llevan», con la única precaución de trasladarla el jueves anterior a su festividad. El martes siguiente regresa al monte en una de las romerías más multitudinarias de España, siempre recibida entre aromas de arroces con conejo y caracoles.
Generala de los ejércitos
José Antonio de la Riva, en su 'Historia de Nuestra Señora de la Fuensanta', de 1819, describe uno de los acontecimientos más curiosos que ha protagonizado la imagen: su nombramiento como Generala del Reino de Murcia, el 27 de mayo de 1808, durante la Guerra de la Independencia. Entonces se acordó reanimar al pueblo, traer a la Virgen a la Catedral «y nombrarla generala de Murcia y su reino». La faja y el bastón de mando, que donó un general, pasarían a convertirse en símbolos de la imagen, que aún conserva.
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Corona y Peligros
La Morenica fue coronada el 24 de abril de 1927 en el Puente Viejo, el mismo que cruza galana cada septiembre para recibir el saludo de la Virgen de los Peligros y de su campana, ancestral rito recuperado y pieza recuperada a instancias de este cronista oficial en 2008, y proseguir su camino hacia el monte.
Trono de plata
La memoria de la marquesa de Aledo Josefa Calderón y Montalvo quedaría ligada a la historia de la ciudad tras la donación del trono de plata de la Virgen. No en vano, Josefa fue camarera y fiel defensora de la advocación. Tradicionalmente, se acepta que la donación fue en 1902, pero menos conocido es que los plateros Alarcón y Santos Senac lo remodelaron en 1914 para sustituir la nube de madera que había a los pies de la Patrona por una de plata, obra de José Planes. Del trono solo queda parte del recubrimiento de plata y la nube. En 1987, el cabo de andas Joaquín Vidal Monerri encargó una estructura de acero inoxidable. Junto a su esposa, Clotilde, donaron la plata que faltaba y que esculpió la orfebre Virginia Pilar Pagán.
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El espectacular ajuar
En cuanto a las coronas, la gran joya con que fue coronada en 1927, realizada en oro y platino y con miles de piedras preciosas, fue robada en 1977. En la actualidad tiene tres juegos de coronas (de la Virgen y el Niño, rostrillo de Ella y globo de Él). En 1873, el Ayuntamiento le regaló un conjunto de plata y piedras preciosas, diseñado en estilo modernista por el arquitecto Marín Baldo.
Algunos años más tarde, la ciudad volvió a regalarle otro juego de coronas, de oro y estilo neorrococó y diseñado por el pintor madrileño Eduardo Rosales. Tiene la Virgen otras joyas, como un cetro del XVIII, en forma de ramo de flores de oro y piedras preciosas, así como numerosos broches y pectorales.
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La primera vez de la Morenica
La primera vez que las crónicas anotan un traslado de la Fuensanta, según 'El Diario de Murcia' en 1888, ya era «singular el concurso de este día, pues lo más lucido de todo el país concurre con singulares demostraciones de júbilo y alegría».
Petaladas en el recorrido
Tan tradicionales como la romería son las impresionantes petaladas que le arrojan a la Morenica camino del monte. Una de las más antiguas y célebres la organiza la familia Barceló, de Algezares. O los Navarro, en Torre de Romo, sin olvidar la que adorna su despedida en El Carmen. Hasta allí va la Patrona acompañada por el Cabildo y el Ayuntamiento en Pleno.
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Madrugar para verla
La salida de la Patrona tras la celebración de una solemne misa en la Catedral es uno de los momentos más emotivos de la romería que protagoniza, durante unos siete quilómetros, hasta su santuario de Algezares. Apenas cabe esa mañana un alfiler en la plaza. Pero para disfrutarlo hay que madrugar. La eucaristía comienza a las siete de la mañana.
Aquellos remotos arroces
Se mantiene la costumbre entre muchos romeros de subir al monte la noche antes y acampar entre los pinos y olivos. Velada festiva que culminaba con el indispensable arroz con caracoles que, sin excusa, siempre se servía después de que la Morenica llegara a su santuario.
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