Los desconocidos 'intestinos' de la histórica Casa de los Nueve Pisos
La Murcia que no vemos ·
Fotografías inéditas del fondo Crespo muestran el imponente claustro que aún oculta el edificio en sus entrañasEn Murcia, por esa sabrosa dualidad que atesoran nuestras cosas, la llamada Casa de los Nueve Pisos solo tiene ocho. A menos que contemos la ... planta baja, que nadie la cuenta. Fue el primer 'rascacielos' de la capital, antigua propiedad de José García Martínez, un célebre empresario conocido como 'Garcisolo' por su poca querencia a relacionarse con nadie.
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Su idea era reunir en el edificio sus distintos negocios, entre los que figuraban talleres de seda y soplado de vidrio, fábricas de fécula de patata, de juguetes, de belenes y golosinas. Sin olvidar la panificadora o la producción de vino de naranja, precursor de los actuales zumos.
García puso sus miras en la remota Fábrica de Sedas a la Piamontesa para construir sobre ella en 1914 un inmueble diseñado por José Antonio Rodríguez, entonces arquitecto municipal. El técnico le propuso una mole compuesta por una acertada estructura de hierro, de grandes vigas unidas con remaches.
En principio, el edificio fue proyectado con cuatro pisos. Sin embargo, esa era la altura que alcanzaba la chimenea de una fábrica de sombreros aledaña y cuyo dueño se negó a vendérsela a García. Y este se negó a tragarse el humo.
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Por ello exigió al arquitecto que levantara más plantas. Rodríguez, escandalizado, abandonó el proyecto. Estaba convencido de que los cimientos no aguantarían el peso adicional. Tres años más tarde estaba el inmueble terminado y en uno de sus balcones se colocó el siguiente cartel: 'Industrias García'. Y ahí sigue la Casa, por cierto, más de un siglo después.
A esta apasionante historia se le suma un secreto escondido en las entrañas del edificio: se cimentó en la antigua fábrica de seda, de la que solo queda una portada en la esquina que mira hacia la parroquia de San Miguel. Portada afeada de forma vergonzosa por cables y un aparato de aire acondicionado. Así somos.
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Era el antiguo seminario jesuita de La Anunciata, construido hacia 1748 y que, tras la expulsión de la orden en 1776, se convirtió en Real Factoría de la Seda. Pero no derruyeron el claustro. Ni tampoco lo hizo García Martínez.
El genial empresario utilizó las sólidas arcadas para sostener su flamante edificio. Allí permanecieron a salvo de la criminal piqueta que tanto patrimonio ha devorado en nuestra desmemoriada Murcia.
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Convertida en pisos
Los años pasaron y con ellos la terrible Guerra Civil. Superado el amargo trance, ya fallecido García Martínez, la falta de viviendas en la capital animó a sus herederos a convertir el inmueble en pisos habitables. Las obras de remodelación debieron acometerse a comienzos de los años cuarenta del siglo XX. Eso prueba el semanario 'Murcia Deportiva', que publicó en 1944 que estaba «completamente terminada y en estado de funcionamiento la mitad del edificio».
Los herederos de Garcisolo respetaron las arcadas del claustro. O, mejor escrito, no les quedó otra opción si querían mantener la obra en pie. El acondicionamiento permitió construir cuatro grupos de viviendas, cuyo número variaba entre 21 y 72 de ellas en cada uno.
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Todas disponían de cuartos de baño y diez habitaciones. Muchas décadas más tarde permitirían a los propietarios dividirlas y alquilarlas a estudiantes. El proyecto incluía la apertura de ocho bajos comerciales repartidos a lo largo de los enormes sillares de las históricas arcadas.
Los dueños anunciaron que en la parte baja de la Casa, en el centro de la misma y delimitada por el antiguo claustro, abrirían un cine con capacidad para 1.500 butacas.
Por aquellos años, además, se ideó la construcción de una gran plaza entre las actuales calles de Acisclo Díaz y Santa Teresa, a lo largo de la calle Luis Braille.
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Este Braille era quien ustedes piensan: el autor del sistema de lectura y escritura para invidentes. La plaza, por tanto, quedaba enfrente de la Casa de los Nueve Pisos, aunque jamás se construyó.
La publicidad insertada en 'Murcia Deportiva' describió una elaborada recreación de cómo quedaría el entorno tras la rehabilitación urbana. Entretanto, como supuesta evidencia de la solidez del edificio, aportaba un detalle muy en la línea política de la época.
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El semanario recordaba que «durante la dominación marxista» el inmueble fue incautado para destinarlo a viviendas, «aunque no reunía entonces las condiciones debidas para ello». Eso no impidió, insistía la publicación, que se llegara, «en ocasiones, a albergar nueve mil personas». Muchas me parecen.
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El último capítulo en la historia de tan señera edificación se escribió en 2023, cuando el alcalde Ballesta decidió sacar a la luz la colección fotográfica del profesor José Crespo: hasta 3.197 instantáneas y otros documentos que el Consistorio tenía bajo llave desde 1964, que se escribe pronto.
En esa colección se encuentran algunas fotografías que muestran el antiguo claustro. Era una maravilla que, aunque a medias, conservamos. En esta ciudad no es poco, no.
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